El poder cubano siempre ha concebido la emigración de dos formas diferentes. La primera, como castigo y mecanismo de descompresión política; la segunda (aunque no reconocida), como una de las principales formas de sostenimiento económico del régimen.
Las medidas migratorias anunciadas recientemente no transforman en lo absoluto esas premisas, porque no ha cambiado la concepción de utilizar el pasaporte como forma de control y discriminación.
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