El artículo de Alma Mater dedicado a la economía y que discierne «las causas de los acontecimientos del pasado 11 de julio (11J)» es quizá el menos polémico de los que componen el dosier de la revista, por ser crítico con la gestión de la política económica y proponer reformas estructurales que podrían generar cambios significativos en la realidad cubana.
No es nuevo que desde la academia algunos economistas cubanos sean críticos respecto a la situación económica; de hecho, es probable que este sea el gremio que dentro de la academia se pronuncia crítica y públicamente respecto a los temas de su área de estudio con mayor sistematicidad.
El texto de Alma Mater ha sido bienvenido por muchos pues, a pesar de sesgos y ausencias en los análisis, acumula una considerable cantidad de criterios y propuestas que cuestionan con claridad la efectividad de la política económica y la capacidad de gestión de los decisores. Profundizar en esos sesgos y ausencias analíticas, así como en los aciertos de dicho texto, será el objetivo fundamental de este trabajo, con vistas a enriquecer el debate y generar más diálogo sobre temas que son fundamentales en la realidad cubana actual.
ACIERTOS O IDEAS POSITIVAS DEL TEXTO
Si seguimos la lógica del análisis de Alma Mater, conviene comentar en qué grado los entrevistados aciertan o no en su discernimiento de las causas que llevaron a miles de cubanos a las calles el 11J. En este sentido, propongo reflexionar los siguientes argumentos que desde mi punto de vista pueden ser identificados —a grandes rasgos— como los aciertos fundamentales de los entrevistados.
1. Se señalan críticamente los errores de política económica interna que explican muchos de los problemas económicos que existen hoy en Cuba, y que además son causas indiscutibles que llevaron a las personas a las calles. A saber: tiendas MLC, errores del proceso de ordenamiento monetario, reformas demoradas sin explicaciones, reformas que fueron propuestas hace años y que han sido descartadas, ineficiencia, burocracia, excesiva centralización, falta de competencia y el no reconocimiento de las leyes del mercado —entre otros problemas identificados por los tres profesores y analizados de manera magistral como elementos a resolver para solucionar la crisis actual—.
En general, se abordan muchos de los aspectos negativos relacionados con la gestión de la política económica interna y muchas de las ineficiencias existentes en la economía, al igual que el fracaso de estrategias gubernamentales. Así lo expresan: «Las diversas estrategias económicas elegidas no han demostrado, al menos durante ese período, ser capaces de incrementar de forma estable y sostenible el bienestar material de su población».
2. Se reconoce la naturaleza multicausal de la crisis y de las motivaciones que llevaron al pueblo a manifestarse el 11J. Se señala la necesidad de entender estos fenómenos desde una visión que traspase lo económico, aunque no se profundiza en ese tipo de análisis más allá de las alusiones a cuestiones políticas relacionadas con las sanciones del Gobierno estadounidense y sus impactos sobre la economía nacional o la necesidad de reconocer una mayor pluralidad o disenso bajo el marco del socialismo.
Los tres profesores entrevistados aciertan en señalar que la crisis económica no es nueva y que por otro lado no se explica solo desde factores económicos. «Cuba lleva 30 años sin lograr salir de una profunda crisis económica, aunque no es solo económica», sentencia el profesor Juan Triana. Henry Colina plantea que «las causas de este desempeño no solo se hallan en el ámbito de lo “económico”».
3. Se proponen reformas y cambios importantes que pudieran dinamizar la economía en sintonía con el diagnóstico que realizan. A saber: flexibilización de las regulaciones que existen sobre las relaciones monetario-mercantiles (más espacios de mercado), expandir el sector privado y cooperativo, descentralizar la gestión y dar más autonomía a empresas, combatir el burocratismo, eliminar estructuras monopólicas, complementar las insuficientes medidas adoptadas recientemente con reformas mayores.
El texto reconoce como un elemento positivo, aunque exiguo, algunas de las medidas adoptadas que se asocian a la eliminación de prohibiciones. Al mismo tiempo, proponen la realización de reformas más audaces. De esta manera, dejan ver también en el texto la necesidad de que exista menos planificación centralizada (sin abandonarla) y más mercado.
4. Identifican —quizá con cierta insistencia, pero con razón— el bloqueo/embargo como un «parámetro de signo negativo que afecta a toda la ecuación-país». Ante la pregunta «¿quién es responsable de que en más de 30 años no se haya resuelto la crisis económica, sino que haya empeorado?», la respuesta ofrecida por los tres académicos señala el bloqueo/embargo de Estados Unidos como uno de los factores fundamentales que responde a esta interrogante. Al mismo tiempo, señalan las deficiencias en la gestión económica interna como el otro elemento relevante sin responsabilizar de manera directa y explícita al Gobierno cubano como responsable por dicha gestión.
Se agradece de este texto que, aunque se menciona con frecuencia el tema, no se deposita toda o la mayor responsabilidad en el bloqueo/embargo, como a veces sucede en los medios oficiales. Si no que, por el contrario, a menudo otorgan la misma o menor responsabilidad al bloqueo/embargo que a las inconsistencias y malas decisiones internas —o lo que ha sido llamado por algunos «bloqueo interno»—.
5. Se reconoce en el texto la necesidad de que exista más pluralidad, disenso y participación. Se habla de acumulación de «insatisfacciones de participación política y económica», de que el 11J «se reclamaron legítimamente derechos ciudadanos que consagra la Constitución de Cuba y que fueron desatendidos o, en algunos casos, negados».
Se plantea que «Cuba es más plural de lo que la política oficial ha asumido y se ha erosionado el pacto social de igualdad que aglutinaba en torno a un proyecto nacional a la parte mayoritaria de la población»; que hay «escaso fomento del disenso» y que «las minorías, incluso las políticas, existen». A pesar de los matices, es un hecho positivo que existan estos reclamos o señalamientos que explican mucho de lo acontecido el 11J.
DESACIERTOS U OMISIONES
En relación con los aspectos comentados con anterioridad —y que han sido identificados como aciertos del texto de Alma Mater—, comentaré a continuación algunos de los desaciertos que considero están presentes. Unos en mayor medida que otros, unos explícitos y otros no, unos más o menos desacertados que otros, pero en definitiva elementos que deben ser discutidos para bien de la academia, de la economía y de la sociedad cubana como un todo.
1. Se identifica el sistema (socialista) como un fin y no como un medio al servicio de la persona humana; lo cual es, sin dudas, el mayor de los errores no solo de los sistemas económicos de los países excomunistas, sino de otros modelos que se basan en la prevalencia del mercado. Al leer el texto, lo central parece ser el «sistema de construcción socialista de país», mientras que la persona queda como un medio para ese fin supremo, declarado en la Constitución y aceptado de manera acrítica por los entrevistados. Un ejemplo fatal de ese olvido de la persona —y que, aunque no lo parezca, es un tema fundamental en economía— es el argumento que subyace a la aseveración «todos somos cubanos, mientras se defienda una Cuba soberana».
La persona ha de ser centro y fin de la gestión económica, sujeto y no objeto, y por tanto es desacertado pasar por alto cuestiones fundamentales relativas a los derechos y libertades fundamentales de las personas, así como al reconocimiento pleno de su dignidad. Es erróneo para los fines del desarrollo valorar a la persona como medio y no como fin. Al respecto, el filósofo y economista Amartya Sen ha sentado cátedra.
La centralidad y finalidad de la persona es una cuestión que ha de comprenderse con todas sus implicaciones, respetarse y promoverse más allá de cualquier sistema político, ideología o modelo de funcionamiento económico. Es un tema medular a la hora de evaluar un modelo económico, de pensar la economía política y las teorías del desarrollo.
En este sentido, el modelo de planificación centralizada imperante en Cuba ha de analizarse también desde ese ángulo. Un modelo que no funciona no solo en términos de eficiencia y libertad, sino que tampoco asegura equidad ni justicia social —curiosamente las supuestas aspiraciones del socialismo cubano (al menos las enunciadas en el discurso oficial)—. Ese modelo ha de reformarse en profundidad o sustituirse por otro como pudiera ser la economía social de mercado. De cualquier forma, cuestionar el modelo económico establecido en la Constitución no parece una opción para los entrevistados.
2. En sintonía con el punto anterior, se echa de menos en el texto una mención más explícita a las limitaciones o necesidad de reconocimiento de los derechos y libertades económicas fundamentales de las que toda persona debe gozar y las que caben de manera inequívoca en la tan repetida consigna de «libertad» predominante el 11J.
No solo se echa de menos, sino que es un desacierto no abordar el tema pues existe suficiente evidencia en la literatura económica sobre el rol positivo de las libertades y derechos económicos (derechos de propiedad, libre iniciativa, inversión, comercio, trabajo, finanzas, instituciones y otras variables) como factores claves para el crecimiento y para el desarrollo económico que va más allá del primero. Es conocido —y ha sido estudiado por académicos cubanos desde otros espacios— que todas las libertades mencionadas son limitadas en Cuba, y que constituyen una causa fundamental de la crisis y de las protestas, por lo que no es un hecho menor que pueda ignorarse.
3. La serie a la que pertenece el texto se llama «Desafíos del consenso», un título que pudiera dar la impresión de diálogo y por tanto de reconocimiento de la pluralidad existente en nuestra sociedad. Sin embargo, por momentos parece asumirse en el texto —de manera errónea— que el consenso ha de ser en torno al socialismo y que las autoridades cubanas tienen derecho a equivocarse ilimitada cantidad de veces sin que se cuestione su permanencia en el poder, sin que se valoren otras opciones para la economía, sin que se someta a la voluntad del soberano (el pueblo cubano todo: Isla y Diáspora) en el futuro de la nación y de la economía cubana.
¿Qué consenso? ¿Hay consenso verdadero cuando debe ser bajo las reglas —excluyentes— del socialismo existente en Cuba? Los autores hablan de «modelo de desarrollo social escogido», de «reformas consensuadas», de «buscar el entendimiento y la construcción de este proyecto social, entre la mayoría», de «que la construcción colectiva del socialismo sea más que la que ha sido, la que quieran que sea».
Estas ideas extraídas de diferentes partes del texto —junto a las constantes alusiones a una Constitución que, aunque vigente, no fue el fruto de un proceso democrático verdadero y la cual impone una ideología a los cubanos— contradicen las alusiones a la «pluralidad, diálogo, consenso, disenso, participación política y económica».
Triana señala con acierto que «cometer errores es parte del proceso, ¿quiénes no los hemos cometido?». Pero obvia el hecho de que la responsabilidad por los errores cometidos debe ser asumida, y que en el caso de los errores de política económica y del modelo de funcionamiento económico (repetidos por décadas) son entera responsabilidad de unos decisores que no parecen interesados en asumir esa responsabilidad.
4. En sintonía con lo anterior, se entiende la academia de forma reduccionista, como si fuese suficiente que las autoridades tomaran en cuenta solo los criterios de esa parte de la academia cubana que estudia la economía desde instituciones oficiales. Por otro lado, se plantea que el presente Gobierno escucha a la academia: «La práctica del actual Gobierno ha sido sumar a los académicos en el complejo proceso de elaboración de políticas y medidas». Al respecto surgen algunas preguntas: ¿Por qué no existe coherencia entre las propuestas de la academia y lo que hacen las autoridades? ¿Es real que se tiene en cuenta a la academia —a toda ella, a la ciencia con sus verdades— en la toma de decisiones de política económica?
Al contrario de las propuestas de la academia, el ordenamiento se emprendió en el peor momento de la economía, tarde, y sin otras reformas complementarias que estaban primero en la secuencia propuesta por muchísimos académicos. Se han topado precios, se mantienen actividades profesionales vedadas para el sector privado, se mantienen monopolios o limitaciones en el comercio y la inversión —al mismo tiempo que la academia lleva años (sino décadas) proponiendo lo contrario—. La aseveración de que el Gobierno tiene en cuenta a la academia para la toma de decisiones económicas es limitada, como demuestran estos ejemplos. Si mencionamos a esa otra parte innegable de la academia cubana que es crítica con el Gobierno, mucho más.
COMENTARIOS FINALES
Si bien el texto critica la gestión económica interna, falla al no señalar como principal freno de la economía la permanencia de un modelo de funcionamiento que en más de 60 años ha demostrado su incapacidad para lidiar, de manera exitosa, con la crisis económica. Por manejar con éxito la crisis, no podemos entender mantener con vida el sistema socialista y su modelo de planificación centralizada. Eso nos haría caer en la visión reduccionista predominante en el texto de Alma Mater que sitúa a la persona como un medio y no como un fin.
El texto, aunque dedicado a la economía, es a la vez político, tanto por la relación estrecha entre economía y política, como por dedicarse a indagar las causas del fenómeno del 11J. Los entrevistados aciertan en señalar la multicausalidad, y en listar problemas políticos que influyeron en dicho evento. Existe, no obstante, una separación selectiva de los temas. Cuando conviene, el argumento político se esboza de manera frecuente (el bloqueo como freno a la economía, el socialismo como opción irreversible para el país, la soberanía, etcétera). Sin embargo, a la hora de hablar de derechos, de libertades fundamentales, de instituciones democráticas y verdaderamente inclusivas, la relación política-economía se deja de lado o no se aborda con igual claridad y crítica.
El diagnóstico de los problemas económicos y las propuestas que a lo largo del texto se ofrecen son acertados, aunque sesgados por los temas políticos mencionados. Es evidente que guardan determinada fidelidad al sistema político, al discurso oficial y a un sector de la academia alineado con el Gobierno, pero no dejan de ser análisis valiosos. Es de suma importancia que, desde un medio y una universidad estatales, se produzcan este tipo de materiales críticos y a la vez propositivos. Pues generan debate público, cuestionan determinadas decisiones, ayudan a la edificación de consensos y al diálogo nacional tan necesario por estos días; y sobre todo pueden enriquecer la toma de decisiones por parte de las autoridades si es que estas se deciden a escuchar de verdad, más allá de las intenciones presentes en el discurso oficial.
** Este texto forma parte del dosier «Desafiando el “consenso”».
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