oscuridad calle Cuba

Foto: Abraham Echevarría.

La Revolución de la oscuridad

5 / agosto / 2022

Cuba vive una nueva ola de protestas. Una ola que no alcanza todavía las proporciones de las que se vivieron en el verano de 2021, pero que se han reproducido en los últimos días aprovechando, mayoritariamente, la oscuridad de la noche acrecentada por los apagones.

En las últimas semanas, el servicio de verificación de elTOQUE, DeFacto, ha contabilizado más de una veintena de protestas en diferentes localidades del país y en su mayoría han sido en el horario de la noche o la madrugada y mediando un corte de electricidad.

Esta realidad pudiera llevar a pensar que las protestas cubanas más recientes son exclusivamente contra los apagones. Aunque quizá la causa más inmediata de la nueva ola sean los inclementes «alumbrones» que viven los cubanos en medio del verano. La realidad indica que mucha gente también está harta de la oscuridad generalizada que ha impuesto el gobierno del Partido Comunista. 

En fecha reciente, Díaz-Canel reconoció que «hay algunas personas que para expresar su malestar y su incomprensión acuden al toque de cazuelas, vociferan expresiones en contra de los dirigentes; algunos aprovechan la ocasión para decir alguna consigna contra la Revolución». Pero por sobre todas las cosas, el mandatario cubano consideró que los que «actúan de esa manera […] están respondiendo a lo que quiere la contrarrevolución y a lo que quieren los que nos tienen bloqueados».

Los gobernantes cubanos reconocen que la gente tiene razón en sus reclamos, pero no toleran la forma en que se canalizan. Porque, parafraseando a un histórico como Samuel Rodiles Planas: la presión con ellos no camina. Los funcionarios cubanos no aguantan ser increpados, ¿cómo van a tolerar entonces que la gente les exija electricidad, en la calle y a golpe de cacerolazos? ¿que los ofenda y pida, además, el fin del modelo político que ellos representan?

A los dirigentes cubanos no les gusta ser presionados porque tienen sus tiempos. Los tiempos de la inmortalidad de la que creen disfruta la fuerza política a la que pertenecen. Pero tampoco ofrecen soluciones a la profunda crisis cubana que vayan más allá del envío de autoridades locales encartonadas y faltas de carisma a explicar las mismas causas y condiciones adversas que se repiten desde el olimpo del Palacio de la Revolución y que no han variado a lo largo de los años: «el bloqueo imperialista». 

Esos dirigentes que en las noches bajan a conversar con un pueblo que ya no cree en la muela son los mismos que, como el presidente de la Asamblea Municipal del Poder Popular de los Palacios, creen que un abrazo e incluso pasar la mano por arriba de quienes protestan por su miseria es la solución a una profunda crisis estructural del sistema que sostienen. Una creencia que no tiene sustento alguno. Al mismo tiempo que tratan de convencer a los ciudadanos, reciben como respuesta un «Díaz-Canel, singao» o «abajo esta pinga».

Al envío de dirigentes a los barrios se suma como solución gubernamental la muchas veces empleada parálisis forzada de una economía que estructuralmente desde hace muchos años está detenida. La inoperancia de la empresa estatal siempre podrá ser manipulada y sus pérdidas asumidas mediante el control de la información y la demagogia. Pero lo que no puede ser asumido por el sistema es la inestabilidad política que generan miles de cubanos protestando en las noches de apagón. El sistema ha sobrevivido a más de 60 años de desastres económicos pero difícilmente sobrevivirá a una revolución social.

Para evitar la revolución de los apagones, el régimen prefiere detener la economía. Por eso el Gobierno anunció que para enfrentar la crisis energética reducirá al mínimo la presencia de trabajadores en entidades estatales.

Pero ni el envío de los dirigentes en las noches a los barrios ni la paralización del sector estatal de la economía cubana son soluciones que propendan a sortear la crisis estructural del sistema que, en definitiva, es la causa principal de los apagones. Más bien son parches, intentos del poder por sobrevivir momentáneamente a una situación que solo apunta a empeorar. 

La protesta no ocurre solo de noche. Ciudadanos de Altamira, en Santiago de Cuba, salieron a la calle en pleno día y el 2 de agosto de 2022 varias madres con sus hijos cerraron el tráfico en la autopista nacional a la entrada de La Habana. El hartazgo de la gente es con todo. Los apagones son solo la punta del iceberg.

Las madres que cerraron la autopista nacional exigieron que se solucionara su problema habitacional y pidieron ver a Díaz-Canel. Un pedido que no es descabellado, bajo las lógicas de la representación y la rendición de cuentas. 

En definitiva, fue Miguel Mario Díaz-Canel Bermúdez quien desde su investidura como presidente del Consejo de Estado y de Ministros en 2018 prometió romper los récords de construcción de viviendas en el país. En aquel entonces dijo que ​​si en cada municipio se construían 1.7 viviendas diarias, en 350 días podrían construirse más de 100 mil y se rompería así el récord de construcción de viviendas. Anunció que esa meta por supuesto no la lograrían al año siguiente, pero tendrían que «ir rompiendo la inercia e ir sumando año por año». 

También anunció una política especial de atención a madres con familias de tres hijos o más. Quizá varias de las que participaron en el cierre de la autopista eran parte de ese universo. Sin embargo, durante todo 2021 la Administración de Díaz-Canel no pudo sumar viviendas, pues construyeron menos del 50 % de las planificadas. Asimismo, hasta mayo de ese año habían sido identificadas 42 512 madres con tres o más hijos menores de 17 años en todo el país. De todo ese volumen, 29 417 (aproximadamente el 69 %) demandaban acciones constructivas en sus viviendas. Pero hasta esa fecha solo 5 841 (aproximadamente el 20 % de las necesitadas) se habían beneficiado con 2 416 acciones constructivas por las diferentes vías (financiamiento asignado, subsidios y plan estatal). 

Por ende, no es descabellado pedir que quien prometió comparezca y cumpla. Pero el presidente no ha ido. Hasta el momento, solo fueron los dirigentes locales cumpliendo con la indicación presidencial de explicar a la gente y prometer soluciones. Las mismas soluciones y respuestas que prometió Manuel Marrero Cruz al pescador que llevaba años transitando a través de las redes de la burocracia y por el que Rodiles Planas se sintió presionado. A las madres que cerraron la autopista muy probablemente les hayan prometido intervenciones materiales como las que hicieron en la Güinera y San Isidro, luego de la participación de sus pobladores en actos públicos de protesta antigubernamental.

Es probable que promesas como esas hayan llevado a las madres a convertir su acto de protesta en un acto de reafirmación revolucionaria, con vítores a la Revolución y a sus líderes. Pero ese giro de la protesta no la hace menos relevante. Es relevante porque demuestra que la gente ―incluso la que termina hablando desde su condición de «revolucionario»―, ante la inoperancia de los aparatos para canalizar las insatisfacciones y el disenso, ha aprendido que la protesta pública y el increpar en público a los dirigentes es prácticamente la única vía efectiva para ser escuchados en Cuba. 

Pero más allá del lugar del que se hable, cualquier protesta pública en Cuba es relevante. Cualquier exigencia pública e intransigente al poder en totalitarismo es digna de ser reseñada. Las madres que cerraron la autopista probablemente hablaron desde su condición de «revolucionarias» para intentar satisfacer sus intereses y evitar la represión estatal. 

La misma represión que al parecer no sufrieron las madres que protestaron pero sí Dariel González Fong, quien grabó su protesta y la subió a las redes sociales para amplificarla. La misma que sufrieron padres y madres de los presos políticos que el primero de agosto de 2022 protestaron frente a la Catedral habanera y exigieron la libertad de sus hijos. La misma represión que sufrieron varios baracoesos arrestados e imputados por delitos de desorden público, luego del cacerolazo que protagonizaron en la ciudad primada el 15 de julio de 2022.

Los dirigentes y el modelo cubano han demostrado ser incapaces de evitar la reproducción de la miseria y de establecer un modelo que permita a los cubanos salir de ella. Pero también han demostrado ser capaces de movilizar algunos recursos para intentar obtener efectos políticos a corto plazo en zonas puntuales. Esta puede ser una solución a la protesta «revolucionaria» de la autopista nacional. 

Pero incluso en el caso en que el pensamiento político lleve al régimen cubano a movilizar recursos para solucionar los reclamos de esas madres, su protesta no deja de ser relevante. Sería otro ejemplo para las decenas de miles de madres que están en su misma situación. Un ejemplo que demostraría una vez más que solo con la increpación directa y la ocupación de espacios públicos se logra la atención del Gobierno cubano.

Atender al reclamo de las madres que cerraron la autopista puede que genere el mismo efecto que los apagones solidarios en La Habana. Esa política caritativa y profundamente discriminatoria que privilegia a los habaneros por su potencial «rebelde» es una señal para los pobladores de otros lugares del país. Los privilegios eléctricos de los pobladores de La Habana demuestran que el temor a la rebelión y a la protesta pública desencadenan tratos diferenciados en el totalitarismo cubano. 

Los cubanos no necesitan más explicaciones. Necesitan electricidad, agua, atención médica, solución a sus problemas más básicos. Nada de eso se obtiene con menos derechos y formas reales de materializarlos. En agosto de 2022 los cubanos tienen las mismas necesidades ―puede que hasta más agravadas― que tenían en julio de 2021 cuando se lanzaron por decenas de miles a las calles. 

Después del 11J, muchos vaticinaron que lo que estamos viviendo hoy podría reproducirse porque las causas del estallido social del verano de 2021 seguían allí. Los eventos recientes demuestran que la tendencia de la protesta social en Cuba es al aumento. 

Puede que mañana por un acto de magia las autoridades cubanas solucionen de manera temporal los apagones. Sin embargo, lo habrán hecho a costa de haber vaciado, aún más, los calderos de las madres y las familias cubanas. Por ende, es de esperar que esos calderos que hoy suenan en la oscuridad del apagón sigan sonando mañana bajo la relativa iluminación que ofrece la corriente eléctrica.

Y digo esto no a partir de un ejercicio de prestidigitación, sino a partir de constatar la rabia acumulada por un pueblo que hoy a la par de pedir que «pongan la corriente, pinga», sigue pidiendo, como mismo lo hizo hace un año, «libertad».

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Jorges

La libertad no tiene nada q ver con la corriente y los alimentos, hay q ponerse a producir y solucionar los problemas económicos, eso es con recursos y trabjo, de nada sirve su libertad de reddes

Marcos

Estoy en desacuerdo con usted , toda sociedad moderna está demostrado que requiere libertades y derechos en primer lugar , y luego todo lo demás se desarrolla.
Marcos

Sanson

Realmente la Libertad no existe hace rato y la falta de ella es quien genera toda esa serie de carencias tan basicas como la electricidad y la comida. Si la gente fuera libre para decir lo que piensa o pudiera quitar mediante el voto a esa claque inutil que se apodero de todo desde los inicios, hoy no protestarian por algo tan simple. Posiblemente protestarian por los salarios de miseria o por la ignominia de tener que comprar articulos de primera necesidad en un dinero que tienen que mendigar durante toda la vida. . A lo mejor indagarian donde esta el diamente del Capitolio que estaba alli cuando llegaron los ladrones que hoy siguen mandando pero la corriente estaria garantizada desde hace tiempo.
Sanson
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