En una jaula angosta vivieron meses Luisito, Eddy y Gomero. Cuando alcanzaron las 200 libras y unos 1,5 metros de largo, los trasladaron a un local más grande con paredes y piso de cemento. El espacio sigue reducido para estos tres leones de dos años de edad que reparten su tiempo entre cinco comidas a la semana, entrenamientos y una función dominical.
Luisito, Eddy y Gomero nacieron en cautiverio en el Zoológico de Camagüey, a 580 kilómetros al este de La Habana. Sus nombres hacen honor a un vicepresidente del gobierno en la localidad que gestionó la jaula para sus entrenamientos (Luis Sisto Mora), al director del Zoológico en el que hoy se encuentran (Eddy Enrique Jorge García) y al director del Consejo Provincial de Artes Escénicas (José Elías Gomero Abella), institución a la que pertenece el Circo Areíto. Desde hace un año, quienes transitan por las avenidas circundantes al Zoológico pueden ver las sesiones de entrenamiento a las que son sometidos o mirarlos dormitar, durante horas, hacinados en el pasillo que comunica su jaula con el área del espectáculo. Algunos se lamentan de su situación, otros muestran curiosidad y muchos ya ni siquiera reparan en que están allí.
El entrenamiento
Cada domingo, a las 10 de la mañana, el domador Orlando Leyva (Landy) entra al jaulón circular con los leones y los hace saltar por unos pedestales, rugir, lanzar zarpazos y montarse en un cachumbambé ante la mirada asombrada y los gritos de niños y padres. Su único instrumento de apoyo es una vara de madera con la cual dirige y azuza a los leones. El espectáculo está basado en una representación teatral de la violencia, tanto del domador como de las fieras, que a menudo enseñan sus dientes y simulan intentos de ataques. Además, por fuera de la jaula, Raúl Secades, su ayudante, con una vara similar, hinca a los leones cuando no quieren ejecutar la orden dada.
El espectáculo no excede los 15 minutos, pero detrás de ese tiempo hay dos años de entrenamiento constante.
“La doma en Cuba es muy fuerte”, dice Orlando. “Hay pocos mecanismos. En el exterior sí te dan vara con electricidad, hay otras técnicas. Aquí son mecánicas: cables con quita-vueltas que se les ponen en el pescuezo desde pequeños para crear un reflejo condicionado”. Así, el león aprende que debe mantener una postura o ejecutar una orden, o de lo contrario sentirá el tironazo del collar en su cuello. Aplicación rápida y efectiva del método pavloviano.
Con apenas unos meses de nacidos a los cachorros los inician en el amaestramiento. El tiempo de la doma es variable. Para Orlando: “En el caso de estos leones fue bastante rápido. Yo tenía otros leones que había traído del municipio Florida pero estaban lesionados y no sabíamos nada, parece que allá les dieron sus palos y cuando empezamos aquí tenían las caderas partidas y no sirvieron. A estos leones, nacidos en el Zoológico, la doma les duró alrededor de un año”.
“A veces se les agita un poco, pero aquí no se maltratan. Claro, cuando se va a montar el espectáculo se hace en un lugar que nadie vea porque siempre hay su poquito de fuerza, uno tiene que ponerse…, porque son animales y te están velando para matarte. Aquí hubo un accidente con un cuidador que le arrancaron casi todos los dedos”.
Dice Orlando que estos sucesos son más comunes durante los primeros meses. Es tiempo de mucha paciencia, no se puede golpear a los leones, de eso depende que no desarrollen hábitos agresivos o creen tendencia a la venganza. “La doma de palos no va a ningún lugar, pero a veces tienes que poner ciertas posturas, porque ellos se miden contigo, te miden para ver cómo reaccionas; pero tienen que saber que tú eres el domador. ¿Cómo se logra? Con el tiempo y paciencia”.
Hace unos años atrás el circo mantenía los leones en un reparto marginal, casi a las afueras de la ciudad. Para mejorarles las condiciones, el Gobierno provincial aprobó traer el show al Zoológico.
Ermindo Estévez Abreu, jefe de sección del bienestar animal en el parque y médico veterinario, comenta: “Se le da palo, se le grita, se le pasa la mano y hasta ahora no ha habido accidentes, pero si en un momento determinado ese animal no razona, igual no tenemos cómo detenerlo, no tenemos ni pistola de sedación, ni equipo de contención, ni pistola para matar. Nuestro protocolo es con el Ministerio del Interior y está concebido para escapes de animales. Acude la Brigada Especial y procede, por eso es que los recintos están bien cuidados. Se dice que nos van a comprar pistolas de sedación, pero eso se compra afuera. Hay que esperar que llegue”.
Vida de reyes
“Nosotros pasamos por ahí, y cuando vimos a esos tres animales metidos en aquella jaulita, dándoles el sol y casi sin poder moverse, entramos a buscar al administrador para quejarnos, pero no estaba en ese momento”, dice Ernesto, una de las personas que han hecho patente su preocupación por los leones. Ana, también visitante del zoológico, opina “que estos espacios deben funcionar como un Arca de Noé que resguarde a las especies en peligro de extinción, y no como un lugar donde se encuentren en peores condiciones que en sus hábitats naturales”.
Como especie, los leones descansan casi 20 horas al día. El resto del tiempo lo emplean de manera intermitente en comer durante casi una hora, cazar y caminar por las praderas. Luisito, Eddy y Gomero, en cambio, tienen que ajustar esta dinámica a las posibilidades que ofrece una jaula de 22 m2, y un estrechísimo pasillo en el que ya no caben si no es en fila.
La jaula de cautiverio tiene el piso pintado con cal para matar los microbios. Está dividida en una zona de exhibición de poco más de 15 m2, situada en la parte delantera, y otra de descanso, 7 m2, en la parte trasera. En total, el equivalente a un cuarto de una vivienda común; un espacio en el que desarrollan su vida tres leones de más de 1,5 m, que aún deben seguir creciendo. Las contradicciones que los rodean los mantendrán en una lucha interna y diaria con su ADN. Viven en una jaula contigua a la del leopardo (uno de los depredadores con los cuales compite en ambientes naturales) y a escasos metros de la de los monos (una de sus presas).
A solo 15 m de la celda de los leones se ubica la Avenida Camagüey. Por este vial transita buena parte de los vehículos que circulan desde la Carretera Central o que se dirigen al centro de la ciudad, lo que hace que sean frecuentes los ruidos que producen los motores de combustión interna con sus consiguientes desperdicios de monóxido de carbono.
Encima de la jaula de los leones se ubica un altoparlante que “ameniza” el ambiente del Zoológico de Camagüey. Unos árboles plantados en la parte trasera no mitigan las altas temperaturas que el cemento aumenta en la zona de descanso de la jaula, ni la incidencia directa de los rayos del sol en el área de exhibición.
Lidyz Morales, arquitecta que tuvo a su cargo la remodelación del parque Zoológico hace unos años, señala que, por su ubicación y su espacio, este lugar no es el más adecuado para el cautiverio de grandes mamíferos. En el caso de la jaula en que se encuentran actualmente los tres leones, también revela que, aunque no tiene la amplitud ideal, sí fue construida cumpliendo con los estándares mínimos establecidos para un animal de esta especie, pero no para tres.
Aunque, paradójicamente, en cautiverio los leones pueden vivir el doble del tiempo que en sus hábitats naturales, las alteraciones de sus condiciones de vida tienen efectos sensibles sobre su salud física y mental.
Ermindo Estévez, el veterinario del Zoológico, comenta que en los cuatro años que lleva en la instalación ha observado en ellos algunas enfermedades del sistema digestivo, producto de la alimentación.
No obstante, la vigilancia y atención de salud que se les brinda a estos animales es bastante elemental, pues no cuentan con los requisitos mínimos (instrumentos de sedación, de protección, medicamentos especializados) para atender correctamente a grandes felinos y otros animales salvajes.
Un veterinario que prefiere mantenerse en el anonimato refirió que los principales problemas que pueden incidir negativamente sobre estos leones son la carencia de espacio vital efectivo, la contaminación sonora del medio, la humedad en la jaula y las altas temperaturas que llegan a provocarles jadeos, algo que no es común en los felinos.
Edy Álvarez, trabajador del Zoológico, nos comentó que cuando los leones fueron trasladados del carromato a la jaula “grande”, la cal les había quemado las patas: les estaba costando caminar y hacer los números de saltos.
Lamentablemente, como señala Carlos Enrique de Armas, presidente de la Asociación Cubana de Medicina Veterinaria (ACMV) en Camagüey, en el país no existe mucho desarrollo de la Etología, la ciencia que estudia el comportamiento de los animales. Cuando se habla de salud y bienestar animal, no siempre se tienen en cuenta estos elementos que van más allá de lo físico.
También en el plano de la conducta, las condiciones de vida y de entrenamiento tienen efectos. “Solamente que los leones trabajen frente a los primates ya viola una de las cinco libertades de los animales reconocidas por la ONU, que es vivir libres de miedo. El león es un depredador de los monos, y estos están mostrando conductas agresivas, estrés, se muerden ellos mismos”, comenta Ermindo, el veterinario del centro. Por otra parte, la limpieza diaria de las jaulas, aun cuando puede evitar la aparición de enfermedades, también puede borrar algunas de las marcas olfativas que estos depredadores establecen para señalar su territorio, lo cual provoca alteraciones en el comportamiento.
La bibliografía científica documenta ampliamente que los animales de circo, una vez concluida su vida útil en estas instalaciones, padecen muchas dificultades para insertarse en ambientes de semicautiverio. Aunque, según Orlando y Ermindo, aún los tres leones que se encuentran actualmente en entrenamiento no muestran ningún síntoma de estrés, se han dado casos de otros ejemplares que han tenido que ser “desechados” por esta causa.
Según cuenta Ermindo, hace dos años un león llamado Yago se alteró y mostró comportamientos estereotipados y anormales como un deambular constante en cautiverio y agresividad, producto de malos procedimientos, por lo cual no pudo continuar en el circo y fue trasladado a un microzoológico que tienen las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) en la empresa Planta Mecánica, una fábrica dedicada a la elaboración de armamentos y otros productos destinados fundamentalmente al Ejército. Hasta hace unos pocos meses, era común observarlo en la jaula que hoy ocupan Luisito, Eddy y Gomero. Daba vueltas de un lado a otro, topando su cabeza contra los barrotes.
Más allá del látigo y el aplauso
Los espectáculos circenses con animales están incorporados a la mentalidad popular como un atractivo desde hace varios siglos. Sin embargo, las condiciones de entrenamiento y vida a que son sometidos, junto al peligro de extinción en que se encuentran muchas especies exóticas, han provocado que en diversos lugares del mundo se activen movimientos sociales enfocados en eliminar esta práctica.
Una oleada de concientización sobre bienestar y protección animal se extendió fundamentalmente por países europeos desde mediados del setenta del pasado siglo. Varias asociaciones y partidos políticos se enfocaron en la promoción de instrumentos jurídicos que prohibieran específicamente los espectáculos con animales. Los resultados no llegaron hasta varias décadas después, pues no solo se vieron frenados por la concepción de estos espectáculos como entretenimiento y cultura popular, sino también por los intereses de compañías y artistas circenses.
Sin dudas, un empuje a la prohibición de los shows con animales ha sido el considerable éxito alcanzado por la compañía canadiense Circo del Sol, que por cuestiones de principio excluye este tipo de números de su repertorio.
En 2009, con Evo Morales en la presidencia, Bolivia fue la primera nación de América Latina que vedó el uso de cualquier animal en espectáculos. En la actualidad son muchos los países que poseen leyes nacionales o regionales que prohíben total o parcialmente el uso de animales en circos o espectáculos de otro tipo.
Al igual que la mayoría de las leyes que abogan por el bienestar animal, estas regulaciones toman como base la Declaración Universal de los Derechos del Animal, aprobada por la UNESCO. Dicho documento, además de estipular el derecho de cualquier especie al respeto, a no ser sometida a malos tratos o actos crueles y a vivir en libertad, especifica en su artículo 10 que “ningún animal será explotado para esparcimiento del hombre” y que “las exhibiciones de animales y los espectáculos que se sirvan de ellos son incompatibles con la dignidad animal”.
En la fundamentación a un proyecto de ley para la prohibición absoluta del uso y exhibición de animales en circos, presentado en Chile, se plantea la cuestión de la siguiente manera: “Aunque no se perciba violencia en los espectáculos de circo, las condiciones en que transcurre la vida de los animales usados para ser exhibidos bajo previas prácticas de amaestramiento han demostrado ser tremendamente perjudiciales para su normal desarrollo, tanto físico como psicológico, siendo sus vidas condenadas a condiciones de absoluta ausencia de bienestar y de tortura, tanto en el escenario como fuera de él”.
Ante acusaciones como estas, varios circos que defienden los espectáculos con animales han respondido desmintiendo la existencia de crueldad en los entrenamientos y mejorando las condiciones de vida y de transportación de las especies que tienen incorporadas a sus repertorios. Algunos han optado por jornadas de puertas abiertas o la subida de videos a Youtube en los que exhiben sus dinámicas de adiestramiento.
Sin embargo, para muchos de los activistas que defienden la promulgación de estas leyes, el quid de la cuestión no radica en la existencia o no de prácticas crueles o de condiciones de vida desmejoradas. El problema fundamental está en el acto mismo de someter a un animal a la realización de conductas que no son propias de su especie, como una muestra de la superioridad del hombre sobre el resto de los seres que habitan en el planeta.
Incluso, hay quienes ven el asunto desde otra óptica. Yoram Carmeli, profesor e investigador de la Universidad de Haifa, Israel, después de observar durante 15 meses un circo que incluía números con elefantes, dijo no presenciar malos tratos durante el entrenamiento. Sin embargo, concluyó que la crueldad viene implícita en el propio espectáculo como representación y la forma en que lo experimenta el público, observando el sometimiento de un animal presentado como un objeto, forzado a realizar las tareas que le ordena el domador.
¿Quién le quita el cascabel al león?
Cuba no cuenta con ninguna ley de bienestar animal, más allá de las encaminadas a la protección de la flora y fauna en peligro de extinción. A finales de la década del ochenta del pasado siglo la Asociación Cubana de Protección y Bienestar Animal (ANIPLANT) presentó un proyecto de Ley a la Asamblea Nacional del Poder Popular (máximo órgano legislativo del país), pero no fue aceptado. A este empeño se han sumado instituciones como la ACMV y grupos ciudadanos como Protección de Animales de Ciudad (PAC) y Cubanos en Defensa de los Animales (CEDA).
Durante la reciente discusión del proyecto de nueva Constitución, miles de personas solicitaron que se incluyera en la Carta Magna la cuestión de la protección y el bienestar animal, sin embargo, no fue tenido en cuenta. Ante los reclamos de una parte de la sociedad, el artículo 90 inciso j) solo incluyó como un deber de los ciudadanos –no del Estado– “proteger los recursos naturales, la flora y la fauna y velar por la conservación de un medio ambiente sano”, lo cual es una concepción limitada que no incluye el bienestar animal.
Así las cosas, a las alturas de 2019 Cuba sigue sin un instrumento jurídico que facilite la acción de las organizaciones y ciudadanos interesados en contribuir al cuidado de los animales y evitar violaciones de sus derechos.
Esta es una de las causas por las cuales no han dado ningún resultado las quejas presentadas en el Zoológico de Camagüey en contra del entrenamiento de los leones y las condiciones en que se encuentran.
Al igual que la mayoría de las especies en Cuba que no son endémicas o se encuentran en peligro de extinción, los animales de circo padecen un estado de desprotección legal. Caen en un limbo de instituciones que pudieran relacionarse con la cuestión del bienestar animal, pero que en la práctica nada pueden hacer.
Para comenzar, la institución a la que se subordinan directamente los circos en Cuba es el Consejo de Artes Escénicas (CAE), adscrito al Ministerio de Cultura. Es el CAE en Camagüey quien rectora el Circo Areíto y eroga las sumas correspondientes a la alimentación de estos animales. Sin embargo, como el propio nombre de la institución y su objeto social lo indican, un organismo centrado en el trabajo actoral tiene muy poco que ver con cuestiones relacionadas con animales.
El Zoológico de Camagüey, lugar en que se encuentran los leones del circo, pertenece a la Empresa Cubana de Zoológicos (subordinada al Ministerio de la Agricultura), creada en 2015. Esta institución cuenta con especialistas en Bienestar Animal, sin embargo, los leones de la compañía Areíto se encuentran fuera de su radio de acción legal, puesto que no son de su propiedad.
En el caso de la Asociación Cubana de Medicina Veterinaria, como señala su presidente en Camagüey, esta no tiene fuerza legal ni funciona como un cuerpo de inspectores que pueda actuar al respecto. Sus esfuerzos están orientados a crear cultura, concientizar, educar. De esta forma procuran intervenir ante las administraciones involucradas cuando reciben quejas ciudadanas o detectan actos de crueldad hacia animales. Nada más.
En la Universidad de Camagüey “Ignacio Agramonte Loynaz” existe una Cátedra de Bioética y más recientemente fue creada una de Bienestar Animal. Su principal objetivo es incluir estos contenidos dentro de los estudios de la carrera de Veterinaria de esa institución, pero no posee capacidad de intervención ante situaciones de maltrato animal.
La inexistencia de una regulación al respecto hace que ninguna de estas instituciones o grupos tenga poder para intervenir de manera decisiva, rápida y eficiente en situaciones en las que se hace evidente el sufrimiento o maltrato hacia los animales.
Esto, unido a la falta de iniciativa ciudadana –maniatada por décadas de estatalización de la sociedad civil– y una pobre conciencia sobre bienestar animal en amplios sectores de la población hace que situaciones como las de Luisito, Eddy y Gomero apenas sean percibidas como un problema. Ello es evidente en los aplausos, risas y asombros de los que cada domingo disfrutan viendo a los tres leones rugir, saltar y lanzar zarpazos durante 10 minutos.
Incluso, para algunos de los que han expresado su preocupación por la realidad que viven estos leones, el problema reside en los métodos que se emplean para su entrenamiento y las condiciones en que viven; no en el hecho de su cautiverio ni en que sean sometidos a realizar actos que no corresponden con su naturaleza.
A las alturas de 2019 la eliminación de los espectáculos circenses con animales no se encuentra en las agendas ni siquiera de los grupos de protección animal del país, más enfocados en la situación de las mascotas abandonadas y los caballos empleados como transporte en las ciudades. No obstante, los shows con leones en Cuba parecen estar destinados a la extinción, más por cuestiones económicas que por razones éticas relacionadas con los derechos del animal, las lógicas de dominación y violencia que reproducen dichos espectáculos y, también, la protección de la vida de los seres humanos que asumen el arriesgado oficio de domador.
Sin embargo, la inexistencia de debates en la sociedad cubana sobre estos temas hará que cuando desaparezcan los dos únicos shows con leones que quedan en el país –ya sea por falta de domadores o de recursos–, persistan con el mismo nivel de naturalidad los múltiples espectáculos que hoy existen en los circos cubanos en los que se emplean otras especies como cocodrilos, perros y monos.
Mientras, Luisito, Eddy y Gomero seguirán viviendo en su jaula de 22 m2, rugiendo y lanzando zarpazos una vez a la semana, alejados de la vida en libertad que nunca han conocido, mimetizándose cada día que pasa con el entorno, y esperando a que les toque su edad de jubilación en el Circo Areíto o el retiro de Orlando como domador. Cuando ese día llegue, pasarán entonces a una jaula un poco más grande a solo unos metros de distancia y en condiciones similares, a (sobre)vivir los próximos diez años, ya no como leones de circo sino como leones de zoológico, en Camagüey. Que no es lo mismo, pero es igual.
Este texto fue publicado originalmente en Periodismo de Barrio.
comentarios
En este sitio moderamos los comentarios. Si quiere conocer más detalles, lea nuestra Política de Privacidad.
Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *
Henrick
Ninfa
El Negro