Al trovador Yuri Giralt Barrios le soplan canciones al oído los reyes negros, las deidades de miel y otros seres traídos de tierras africanas, que poco a poco se fueron diluyendo en las esencias del Nuevo Continente. Cuenta además, que las imágenes recreadas en sus letras, incluso la melodía, son como vivencias suyas en otras épocas muy lejanas. “Mientras canto me imagino, por ejemplo, en el monte, corriendo con los pies reventados, los perros que me persiguen, luego la frialdad del río, desesperación…”
Yuri tiene la mirada brillante, el hablar descansado, pero las palabras ágiles. Es trovador por esas vocaciones que someten a las almas sensibles; su título académico no fue emitido por ninguna Escuela de Arte, sino por la Universidad de Ciencias Informáticas de Cuba.
“Yo empecé a hacer trova hace nueve años, y desde entonces he estado haciendo canciones que he sentido, pensado, algunas con tema social. Pero desde hace un par de años compongo temas que tocan la temática de la identidad y las razas…la patria, de alguna manera.”
“También he jugado con el sincretismo religioso de Cuba. Es un asunto de energías que existen a expensas de nosotros y que al final nos son comunes. Nos hace falta reencontrarnos con nuestra patria, con nuestra identidad, con nuestra cultura, mezclarnos con las personas y entender que la diferencia es lo que nos hace ricos.”
Como este bardo de Santa Clara, otros trovadores cubanos reflejan o mencionan el tema racial en sus composiciones; sin embargo, el llamado a la inclusión sobre el cual gravita la obra de Yuri es menos abordado desde la canción de autor.
“El racismo surge como justificación a la esclavitud de los hombres, que era a su vez un modo de ganar riquezas, reconocimiento, y otros recursos. Visto así tenía sentido que trataran de recriminar a los negros, animalizarlos y aprovecharse de ellos impunemente. Ahora mismo, en esta sociedad cubana, no tiene sentido que haya racismo, y aun así persiste. Son esos malos genes que vienen de la historia y que no nos hemos podido quitar.”
Las persistentes formas de racismo y sus representaciones en esta sociedad, en este siglo, mueven a Giralt a crear tales composiciones. “Estamos mejor que muchos otros países de Latinoamérica pero todavía en el nuestro existe racismo. Aunque no es un fenómeno institucional, está insertado en el discurso de algunas personas.”
En escena su voz es redonda, sus ojos de un pardo terroso que va creciendo junto a los acordes. La complexión mestiza del juglar se transforma a pedido de los temas que interpreta. Pero ahora, mientras toma un café y piensa su arte, solo deja al descubierto esa expresión dulcificada, quizás, por aquella melaza ancestral que sintetiza en vena y habla un poco más de cómo se le han insubordinado sus canciones…
“En un momento determinado empezaron a decirme ellas solas que debería hacer algo más grande para emancipar esa idea y ese concepto. Es por eso que se me ocurre un
proyecto abierto a todas las manifestaciones del arte en el que se puedan expresar de una manera más plena y más grande todas estas cosas.”
Para esto solicitó el apoyo de aquellos amigos de la infancia que a la vuelta de un par de décadas sobrevinieron actores y actrices; otros, artistas de la plástica que ha conocido trovando por la vida y, por supuesto, los músicos que como él, obedecen las exigencias de una melodía que huye de lo incoloro, lo indoloro o lo insípido de algunas piezas rimbombantes de hoy día.
En ese proyecto de sociedad más inclusiva, según Yuri, va haciendo falta “rescatar las cosas que no sabemos de la historia. No basta con lo que te dicen en la escuela, porque puede ser mejor asimilar las cosas de adentro hacia afuera, que tratar de imaginarte lo que te instruyen. Por eso abogo por el arte que hace sentir, y convierte esas sensaciones en una experiencia personal.”
Por ahora un espectáculo sobre temas identitarios, gratuito además, es apenas el plan moldeado por Yuri y sus amigos artistas. “Yo no quiero cobrarle a nadie por decirle estas cosas”. Tampoco parece difícil conseguir el local para la función, entonces…
¿Por qué no disfrutamos aún la puesta en escena de este sueño?
“Queremos hacerlo en la sala Margarita Casallas del centro cultural “El Mejunje” de Santa Clara, pero con llevarlo a la práctica no basta. Necesitamos grabar en un audiovisual el espectáculo para que otras personas consuman este hecho artístico, y este mensaje no se convierta en algo efímero. Para eso necesitamos financiamiento. ”
Inagotables fuentes bibliográficas, historias de vida, investigaciones de archivos y sus propias revelaciones espirituales nutren al joven que en el centro de Cuba le canta a los ancestros y sus Orishas. “El primer espectáculo se llamará “Cantos de Cimarrón”, dice el trovador y se permite al fin un trago del café que ha contemplado durante casi una hora en la tacita de barro, ese un poco más oscuro que su propia piel.
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