Nuevo Amanecer es un asentamiento ilegal en Santa Clara, en el cual algunas personas han construido casas con materiales perdurables o, al menos, lo han intentado. Foto: Kyn Torres.
¿Nuevo Amanecer para la vivienda informal en Cuba?
31 / mayo / 2019
Nuevo Amanecer es un asentamiento de viviendas construidas ilegalmente. Está ubicado en la ciudad de Santa Clara. A pesar de no contar con un barrio con todas las de la ley, sus habitantes se esfuerzan por construir buenas casas y por organizarse; incluso han conformado sus propios CDR.
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Con sus pertenencias al hombro, sin muebles y sin mujer, se adentró Daniel Cardoso, el Chino, en la periferia de la ciudad cosmopolita de Cuba, Santa Clara.
A un lado de la carretera que se desprende de la Circunvalación aún se enmarañan los arbustos, del otro se recuesta desde entonces un pueblito incipiente.
Allí, a cuatro kilómetros del centro citadino, las casas de madera alternan con otras fortificadas, a la altura de cerramiento, en su mayoría. En una de estas, un cartel anuncia: RELOJERO.
—Buenas, perdone usted, ¿dónde queda un lugar por aquí al que le dicen Amanecer?, le preguntó el Chino al relojero.
—Depende de lo que ande buscando, amigo, todo esto hasta la Pollera es el Nuevo Amanecer.
Jamás olvidará la cadencia de las palabras del señor.
“Yo soy de Guantánamo”, le confiesa el relojero, “y yo de Holguín”, se aventura el antiguo oficial de la Policía Nacional Revolucionaria despojado de uniforme.
Con las instrucciones pertinentes, el Chino anda un kilómetro y medio más en busca de su primo Julio.
Levantar las casas de otros
“Él, mi primo, vino de Granma hace como veinte años, junto a su familia, así que ya estaba bastante estable cuando me comentó que hacían falta brazos fuertes para construir casas y que pagaban bien”.
Dicen los vecinos que desde hace casi un quinquenio el Chino construye sus casas; lo hace en pocos meses, “con la fortaleza y el acabado de un castillo medieval”. ¡Es uno de los albañiles más demandados de Nuevo Amanecer!, aseguran algunos.
“Aquí estoy, levantando las casas de otros hasta que pueda empezar con la mía”. Se ríe y alisa una esquina de la cama para que me siente. “Es pobre…”, comenta cabizbajo.
“Yo he anda’o medio mundo desde que salí de Oriente, todavía muchachón. Me casé en Sancti Spíritus, viví también en Tuinicú, en Trinidad trabajé de chofer para un Coronel de las FAR. Nunca tuve lo mío. Siempre vivía en casa de las mujeres que he tenido o en algún albergue del Estado.
“Esta la levantamos entre todos y a la luz de la luna, porque usted sabe, esto aquí todavía es ilegal”, dice refiriéndose al espacio donde vive.
Hogar de todos
“Se llama así, Nuevo Amanecer, porque antes de irse a dormir usted veía un solarcito yermo, ahí solitario, y cuando amanecía ya estaba en pie una casita de madera de lo más graciosa”; comenta Pablo, el Pollo. Él también llegó del Oriente del país para dedicarse al viejo oficio de la albañilería.
Recostado a una casa a punto de repello, afirma que luego “las demolía el gobierno y las volvían a emparapetar, hasta que no les quedó más remedio que empezar a cobrar multas y dejar a la gente en paz”.
Y según el Pollo hoy construyen a la luz del día.
“Nosotros tenemos creados ocho CDR (Comités de Defensa de la Revolución)”, cuenta Estela Gutiérrez, presidenta del CDR No. 1.
“Esto comenzó en el año 2000 por ahí”, agrega. Entonces el Ministerio del Azúcar había dejado casi en desuso almacenes y oficinas que las personas comenzaron a convertir en sus hogares.
Según Gutiérrez, la construcción de estas casas ilegales y por cuenta propia dio al traste con acciones de limpieza y desyerbe a un costado de la carretera. “Dicen que iban a poner unos almacenes de CIMEX, pero como ya habían tumbado todo el marabú y lo pusieron planito… ¡Empezó la gente a fabricar!”.
“Nos multaban y decían que nos iban a sacar. Pero perseveramos y aquí estamos”, agrega Adelaida Martí, otra de las vecinas que además es jefa de vigilancia del CDR No. 8.
El miedo a ser expulsados del lugar paraliza a muchas de estas personas. De ahí que no comiencen a realizar los trámites para su legalización.
Como otros en la ciudad, son conscientes de que han hecho su nido en patio ajeno; áreas que pertenecen a la Agricultura, la Forestal, una industria u otro organismo, y que no siempre están aptas para vivir, explica un artículo Laberintos del Llega y Pon, del periódico Vanguardia.
De modo que el peso de la ley puede caer —ha caído, de hecho— sobre quienes infringen lo decretado respecto al ordenamiento territorial y urbano en Cuba.
Por eso, los inquilinos de aquellos abandonados almacenes de la industria azucarera, intentan, más bien, demostrar la valía de su existencia.
Aunque no son “nadie en este municipio”, por su condición de ilícitos; cuenta Adelaida que todos participan en las actividades que se organizan en el barrio: vigilancia, limpieza, habilitación de colegios electorales; por ejemplo.
De aquellos días de incertidumbre en los que podían llegar y demoler cualquiera de sus casas, Luis Alberto Campos, pastor de la comunidad, narra que después de 11 días de ayuno y oración para que el asentamiento no fuera reducido a escombros, decidió bautizarlo en el nombre de Dios.
“También lo conocen como el Llega y Pon o Los Alevines, pero a todos nos gusta Nuevo amanecer, confiesa el representante de la Iglesia Evangélica Pentecostal Asamblea de Dios “Cielos Abiertos”.
Se muestra satisfecho de sus fieles en este pueblito que comenzó a expandirse en condiciones precarias, pero que cada vez cuenta con más viviendas confortables. Y es que, según el testimonio del religioso, también crecen en moralidad: “aquí ya no hay robo ni alcoholismo ni prostitución ni nada de eso”.
“Este es un sitio tranquilo, de gente trabajadora”, explica la camagüeyana Carmen Rodríguez. “Mire, en mi caso, por ejemplo, yo no vine aquí por el simple placer de vivir en una ciudad bonita como lo es Santa Clara, sino porque mi hija me necesitaba”.
Esther, su hija, padeció una lesión que la llevó a vivir con una traqueotomía hasta diciembre de 2015. Mientras pudo continuó una práctica laboral en la Base Aérea de Santa Clara, en la cual la ubicaron tras su graduación en el Instituto Técnico Militar en La Habana.
“Cuando vinimos esto estaba lleno de carcomas, por lo militar a mi hija la ayudaron con materiales y construimos esta casa, pero llevamos el sello de ilegales”, comenta con vergüenza y molestia.
“La gente también dice que soy oriental aunque yo no me considero así. Solo somos personas, lo más honradas posible”, concluye Carmen.
Tierra de nadie
“La vida aquí es regular”, afirma Ana Mendoza, natural de Sagua de Tánamo en la provincia Holguín; jubilada, al igual que su esposo.
“Aquí tengo 6 años viviendo, porque me cogió una cirrosis hepática y soy diabética, así que no puedo vivir sola. Como mis hijos trabajan en la construcción de casas nos trajeron a mi marido y a mí para acá y ya no quieren volver a Oriente de donde son nuestras raíces.
“Yo voy cada domingo a la Iglesia y le pido a Dios fuerzas para sobrevivir”, confiesa Ana, preocupada fundamentalmente por el seguimiento a su enfermedad, los mandados de la bodega que se están perdiendo y la chequerita que tienen que ir a cobrar a la ciudad.
Precisamente la Iglesia “Cielos Abiertos”, a la cual ella acude en busca de sosiego, es la única institución que existe en este paraje.
Detrás de la edificación de El Pollo, y aprovechando el prefabricado de las antiguas oficinas del MINAZ, reside Solangel Díaz Varela, junto a su esposo y dos de sus hijas.
Para que sus hijas asistan al colegio es necesario trasladarse hasta la ciudad, también para hacer compras, reportar una queja, hacer un trámite en el banco. Para esos menesteres se valen de la ruta 8 de guaguas que transita cerca.
Pero, aunque el Hospital Pediátrico Provincial se encuentra a par de kilómetros de Nuevo Amanecer, ambos asalariados del Estado, agradecerían la presencia de un Consultorio del Médico de la Familia, ya que la más pequeña se enferma a menudo (crisis de asma bronquial) y deben acortar como pueden, en carretón o en motonetas de alquiler esa distancia.
La mayoría de los entrevistados narra con tristeza los días en que existía un solo transformador para abastecer de electricidad el creciente caserío. Hoy ya exhiben con alegría sus contadores del gasto energético; y para asuntos pendientes como el abasto del agua siguen arreglándoselas, como pueden.
“Los mandados tengo que ir a comprarlos a Caibarién donde vive mi mamá, porque no tenemos libreta de abastecimiento —insiste Solange, madre de familia, esposa, abuela y custodio: “¿Usted sabe lo que es sentirse ilegal con tantas responsabilidades?”.
¿Amanecerá en Nuevo Amanecer?
Dany, el Chino, repara con cariño la cobija de tablas bajo la cual han ido creciendo sus pertenencias y sus expectativas. “Solo ahora es que estoy sentando cabeza, casi a los 50 años. Pero cualquier día tengo mi casa de mampostería y saco la licencia pa’ ponerme a manejar otra vez”.
Nos acompaña hasta la carretera mientras ofrece un tour por sus edificaciones.
A un costado de la extensa vía se divisa la casa donde hoy Carmen vive junto a una jovencita que estudia en la universidad Marta Abreu de Santa Clara: “su más preciado tesoro”.
Se le ve recostada en su sillón, con la mirada en algún punto detrás de las persianas y de los carros, lejos, muy lejos de nosotros, de su televisor, del pueblo mismo, como quien espera “sabrá Dios qué”.
Santa Clara posee 11 consejos populares urbanos en los cuales se desarrollan casi una veintena de barrios o asentamientos, la mayoría ilegales. Entre los más poblados en la capital villaclareña se encuentran la zona conocida como Pollera-Alevines (Nuevo Amanecer), con 684 viviendas, le siguen la calle Monte (289) y la Planta Purificadora (138), “según consta en el último censo de esa entidad”; explica el semanario Vanguardia refriéndose a los estudios de Planificación Física.
En su versión digital, el medio oficial refiere que en conjunto con el Consejo de la Administración, especialistas y funcionarios locales evalúan proyectos de intervención en los barrios ilegales que, probablemente, signifiquen el reordenamiento de estos.
Luego (…) pretenden mejorar el estado precario de las viviendas, dotarlas del servicio eléctrico —aunque algunas poseen contadores para medir el consumo— y de agua, propiciar un tratamiento adecuado a los residuales, y acercar servicios como la bodega, el consultorio, la escuela…
Y es que como generalidad, las condiciones habitacionales en esos sitios son precarias, abundan las “casas” improvisadas con tablas y cartones.
¿En Nuevo Amanecer aspiran vindicar el modo de vida de quienes no tienen techo?
Ellos, sus pobladores, creen que sí y persisten en el intento. Sus casas ilegales pero de mampostería en algunos casos, empiezan a marcar la diferencia.
Habrá que ver si las nuevas normas jurídicas para el ordenamiento de la vivienda beneficiarán a los residentes de este asentamiento, si algún día logran ser propietarios.
Según estas recientes disposiciones, para que una vivienda construida con esfuerzo propio sea legalizada debe cumplir con las regulaciones constructivas, urbanísticas y territoriales.
Los fieles de la iglesia “Cielos Abiertos” en Nuevo Amanecer deberán seguir orando por el futuro de sus hogares.
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