«Tuve una iluminación con la sangre y la patrulla volcada, y dije: me voy a subir y sacaré mi bandera con mi sangre, la sangre de los cubanos, de un manifestante del 11 de julio», dijo Elías Rizo. Foto: Facebook.
Niño de la bandera de Toyo del 11J está libre y en España
5 / mayo / 2022
Una de las imágenes icónicas de las manifestaciones del 11 de julio (11J) de 2021 en La Habana muestra una patrulla policial volcada y encima dos jóvenes, uno de ellos ondea una bandera cubana ensangrentada. La identidad de ese manifestante había sido un secreto hasta ahora, su nombre es Elías Rizo León y tiene 16 años. En agosto de 2021 huyó de Cuba con su familia y tras meses de travesía llegó a Madrid.
Según el subregistro de Justicia 11J y Cubalex, en Cuba existen 13 menores de edad procesados por el delito de sedición, incluidos los que participaron en las protestas en Toyo, municipio Diez de Octubre, lugar donde fue tomada la emblemática fotografía de Elías.
La idea de escapar fue de su madre, Ana León Hernández. Si el proyecto no se hubiese materializado, Rizo León estaría en prisión, como Kendry Miranda Cárdenas, Lázaro Noel Urgellés Fajardo, Rowland Jesús Castillo Castro, Brandon David Becerra Curbelo, Brayan Piloto Pupo y Giuseppe Belaunzarán Guada, menores que sufren condenas de más de diez años.
«Lo primero que hay que conocer es que soy un cubano patriota y estoy orgulloso de haber nacido en Cuba, y que a pesar de la historia que tiene el país, a mí ello no me resta ni me deshonra; los enemigos son ellos, ellos son a los que hay que expulsar» dijo Rizo León a CiberCuba, en las que fueron sus primeras declaraciones a la prensa.
El adolescente y su madre contaron cómo ocurrieron los hechos y la incertidumbre que han vivido luego del 11J, tanto en Cuba como fuera del archipiélago.
ELÍAS, OTRO NIÑO DEL 11J
Rizo León se define a sí mismo como alguien interesado en la política. El 11 de julio salió solo, sin permiso de sus padres y con una bandera cubana escondida bajo su pulóver blanco.
La bandera era una reliquia para él, la había sustraído de su escuela en Diez de Octubre cuando cursaba el octavo grado. «Esa bandera estaba en mi secundaria en Santo Suárez. La tomé y me dije: nadie aquí se merece la bandera más que yo, y la tuve guardada».
Cuando comenzaron las manifestaciones en San Antonio de los Baños, Elías aún dormía. Descubrió que sus padres hablaban de los disturbios y salió a la calle a pesar de la prohibición de su madre.
«Me emocioné y dije: es ahora o nunca», contó Elías a la periodista Mónica Baró. Su plan era llegar al malecón, pero decidió quedarse con la multitud que bajaba por la loma de Jesús del Monte.
Según la narración del joven, las fuerzas del orden fueron las primeras en usar la violencia contra los manifestantes pacíficos. La policía lanzó piedras a los ciudadanos, quienes se protegieron con los contenedores de basura de la vía. «Iban directo hacia nosotros. Varias personas tiraron piedras a los represores. Los primeros en reprimir fueron los policías», especificó Rizo León.
Elías también escuchó disparos muy cerca de él. En ese momento se escondió detrás de la columna de un portal y rezó a Dios. «Pensaba en mi familia, no en mí (…), y me puse a orar porque soy cristiano. Ninguna bala me dio». En el calor de la protesta, Elías gritó «abajo el comunismo», «malditos sean los comunistas», «patria y vida» y «libertad para Cuba», consignas que se repitieron en muchas voces.
El episodio de la patrulla volcada aún es nítido en su memoria. Para él, los vehículos policiales son un símbolo represivo que, dijo, «no ha sido utilizado para nada bueno, solo para reprimir, para sacarle dinero al pueblo cubano, para dar golpes y para que los policías se paseen por donde quieran».
Los agentes de la policía habían abandonado el auto antes de que lo volcaran. Se dispersaron en otras patrullas o en «carros del Minint», mencionó el adolescente.
Elías presenció cómo otros jóvenes viraban el auto. Luego, él lanzó una piedra a los cristales traseros de la patrulla y sufrió un corte en la mano derecha, el cual, aseguró, llevaba sutura debido a la profundidad.
Corrió entonces hacia la calle San Leonardo y sacó su bandera para anudársela en la mano herida. Allí nació la idea de subirse al auto. «Tuve una iluminación con la sangre y la patrulla volcada, y dije: me voy a subir y sacaré mi bandera con mi sangre, la sangre de los cubanos, de un manifestante del 11 de julio».
«Yo movía la bandera y gritaba “patria y vida y libertad”. Tenía miedo por mis padres. No importaba lo que me pudiera pasar, pero sí lo que le pasara a mi hermana, a mi mamá, a mi padre o a mis amigos, porque sé que le hacen presión a las amistades. Estaba nervioso y el pueblo gritaba conmigo», agregó Elías.
Escapar de la escena fue riesgoso. Varias personas miraban desde las ventanas y azoteas, pero no había pasillo alguno abierto para esconderse. La única solución era correr porque la policía había soltado a sus perros. Los canes que Elías identificó como pastores alemanes «estaban como locos».
RUSIA Y EL CAMINO DE ESCAPE
La familia de Rizo León voló a Rusia el 25 de agosto de 2021. Tras las manifestaciones, Ana León Hernández recibió presiones de la Seguridad del Estado y fue interrogada.
La decisión de salir del país para salvar a su hijo la tomó cuando lo vio entrar por la puerta con la mano ensangrentada el 11J. Tomó la bandera y la lavó para eliminar evidencias y mantuvo a Elías lejos de la Seguridad del Estado, escondido.
«A partir del 11J tuvimos mucha presión, miedo e incertidumbre. No sabíamos qué pasaría, pero sabíamos que algo malo sería», reveló Ana León. Varios abogados le recomendaron entregar a Elías, pero ella se negó: «lo parí y no lo voy a entregar», dijo.
El 4 de agosto ocurrió su primer encuentro con la Seguridad del Estado. Dos agentes habían intentado durante varios días localizarla, pero ella estaba en el trabajo. Ese día, Ana les mintió. «Traté de que sintieran que yo llevaría a mi hijo a la estación. Les dije que Elías estaba desde el mes anterior en Santiago, nosotros somos de allá. Uno me dijo que no lo convencía lo que yo decía y que hablaría con su superior», especificó Ana.
El acoso de la policía política comenzó a ser constante. Los agentes aparecían de noche, también en la mañana; en muchas ocasiones no podían verla porque no se encontraba en casa.
Uno de los agentes, a quien Ana le había dado su número de teléfono, la amenazó y le dijo que si no iba a la estación policial de Aguilera, en Diez de Octubre, circularían a Elías para detenerlo en cualquier parte de Cuba. Ella les pedía pruebas que demostraran algún delito cometido por su hijo, pero los agentes se negaban a dar información.
El 9 de agosto fue interrogada de manera oficial. Le preguntaron cuándo regresaba Elías y la dirección en la que se encontraba en Santiago de Cuba. Ana se negó a responder esa última pregunta, alegó que su hijo era menor de edad y que para cualquier proceso tendría que estar junto a ella. Su interrogador le aseguró que la entrevista a Elías no estaría relacionada con el 11 de julio, que eran otros los motivos.
Al respecto, Ana declaró: «nunca confié en ellos. Ese es su mecanismo de trabajo, ellos intentan crear confianza, que creas que no pasa nada, que todo estará bien, que se trata de unas simples preguntas de rutina, que no tienes por qué preocuparte; pero eso es cuento. Sabía que eso no sucedería, que desde el primer momento en que yo llegara con Elías eso era completo. Ahora se ve. Fue intuición».
En Rusia, la familia se mantuvo escondida durante meses, recibió ayuda de amigos y familiares, y trabajaron de manera ilegal. Luego, cruzaron hacia España. En ese país planean pedir asilo político porque aseguran que allí está la comunidad cubana y se sienten seguros.
Entre los planes inmediatos está la continuación de los estudios de Elías y de su hermana de 11 años, los cuales se vieron interrumpidos al salir de Cuba.
Elías no se muestra arrepentido por cómo actuó el 11J; así aclaró al respecto: «lo que hice lo hice porque me nació, por mi causa y por la causa de todos los que anhelamos la libertad. En ese momento me sentí libre y grité la verdad».
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