La sabiduría popular cubana asegura que el precio de la carne de cerdo es nuestro índice Dow Jones, el principal indicador de la salud de la economía doméstica.
En Cuba, si algo es «la base de todo» no es precisamente el limón (aunque su precio también esté inflado), sino la carne de puerco. Que el precio suba o baje, y hasta dónde, refleja el estado de la microeconomía familiar y de mucho más. Del precio de un cerdo —en pie o en tarima— se pueden extraer conclusiones económicas y también sociológicas.
Como cada vivencia nacional significativa, el trauma del aumento de precios de la carne de cerdo en el mercado ha disparado la creación de memes desde finales de 2021. En Cuba el choteo es un mecanismo de defensa, de resistencia y de crítica.
Una vez iniciada la Tarea Ordenamiento en enero de 2021, los precios de la carne de cerdo no han parado de subir. Esto ha ocurrido con casi todos los productos y servicios pero, en el caso específico de la carne de cerdo, la inflación se ha vuelto particularmente sensible.
A pesar de la debacle económica perenne, los cubanos nos las hemos arreglado para mantener vivas algunas tradiciones contra viento y marea. El cerdo de fin de año es una de ellas.
A medida que se acercaban los días finales del diciembre pasado, las familias cubanas comenzaban a procurarse un bocado de carne de cerdo.
El desabastecimiento, la crisis económica, la COVID-19, las carencias de pienso, maíz, soya, la crisis productiva, el embargo, la reforma económica que pretende «ordenar»... Han sido varias las justificaciones oficiales, las explicaciones para contar por qué no hay carne de cerdo suficiente en Cuba.
Ninguna basta porque nadie «come» explicaciones un 31 de diciembre ni nunca. Tampoco los memes obran el milagro de que aparezca la añorada carne a precios más asequibles.
El descenso de la producción de carne de cerdo —«producción estrella» de la ganadería cubana, como dice el economista Pedro Monreal— es anterior al inicio de la pandemia.
Según datos de la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI), la producción de carne de cerdo creció de manera sostenida entre 2007 y 2017. Luego se observa un descenso brusco. En 2020 Cuba produjo un 36 % menos de carne de cerdo que en 2017. La crisis de la COVID-19 agudizó un problema anterior.
Muchas críticas en las redes sociales apuntan a un detalle interesante: mientras en la calle la carne de cerdo escasea, tiendas en línea la comercializan a precios exorbitantes, en divisas. En el popular sitio compraspacuba.com un cerdo entero, de entre 45 y 50 kilogramos, cuesta más de 440 dólares; 2 kilogramos de chuletas se venden por 24 dólares y 2 kilogramos de empellas (sin freír), 9.60 dólares.
Encima, el incremento de los precios de la carne de cerdo dispara los de otros productos, provoca un efecto dominó en el que el resultado más visible es la pérdida de poder adquisitivo de la población, cuyos ingresos no aumentan lo suficiente para compensar el incremento de precios de bienes y servicios. Los memes, de nuevo, ofrecen un desahogo emocional. Son una especie de terapia social y, al mismo tiempo, una forma de protesta contra el estado de cosas. Parecen decirnos: «No tenemos cerdo, pero que queden los memes».
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