Este texto fue publicado originalmente en Tremenda Nota
En Cuba, donde las mujeres acostumbran a amamantar a sus hijos en público, se han inaugurado varias salas de lactantes en terminales de ómnibus. ¿Son necesarias o solo lanzan un velo sobre la teta?
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«Es la primera vez que me ofrecen amamantar a mi niño en un lugar privado», afirma una viajera con destino a Matanzas, mientras accede a la sala de lactantes de la Terminal de Ómnibus Nacionales inaugurada este año en Sancti Spíritus.
La sala sobresale entre otros servicios poco frecuentes en Cuba que también ofrece la instalación, como sanitarios adecuados para personas discapacitadas.
Niurka Campos, jefa de turno en la nueva terminal, explicó a Tremenda Nota que las recién paridas se benefician de adecuada climatización, televisión, clóset para guardar los bolsos y un par de sillones.
Aun así, «no hay tanta cultura sobre esto en la población», confesó Campos antes de acompañar a la madre entrevistada hasta la sala, ubicada lejos de los salones de espera.
«A pesar de que es novedosa, sí se evidencia el uso durante estos primeros meses, y a medida que pase el tiempo pienso que la gente vaya cogiendo más cultura al respecto», explicó, por su parte, Yamilka Díaz, funcionaria de Atención a la población de la terminal espirituana.
Aunque el uso de la sala para lactantes es opcional –según Díaz– los trabajadores de la terminal aconsejan a las viajeras que accedan al local porque se trata de un espacio «más discreto, con mejores condiciones».
La moderna terminal de Sancti Spíritus –cuya reciente ejecución fue valorada en más de seis millones de pesos– cuenta con 16 andenes, amplios salones, telepunto de Etecsa, tiendas recaudadoras de divisas, librería, oficina de correos, local para la custodia de equipajes durante las 24 horas del día, piquera de taxis, servicios gastronómicos. Y una sala para mujeres que amamantan.
«Todas estas opciones influyen de manera directa en la atención al viajero», explicó Yudelvis Ruiz Sánchez, asesor técnico de la inversión, al periódico Juventud Rebelde.
La sala de lactantes «es algo innovador en nuestro país, sobre todo por esta concesión para con las madres que esperan largas horas antes de conseguir llegar a su destino», comentó una estudiante de la Facultad de Ciencias Médicas de Sancti Spíritus, pocos minutos antes de abordar un ómnibus Yutong destino a Santa Clara.
Sin embargo, esta sala se suma al menos a otras dos inauguradas en las estaciones de ómnibus de Pinar del Río y Holguín, según constató Tremenda Nota. Mientras tanto, en enero de 2018 el periódico Granma, órgano oficial del Partido Comunista de Cuba, informó que la nueva terminal que se prevé construir en la ciudad de Las Tunas también contará con «espacios con privacidad para que puedan amamantar las madres que viajen con lactantes».
Lactar, ¿donde sea?
«No tengo problemas para amamantar en público, pero si existe un lugar higiénico y privado, pues mejor ¿no?», dice una pasajera que desconocía la existencia de tales servicios en Cuba.
Las autoridades cubanas no solo han tenido en cuenta la comodidad que ofrecen estas salas a las madres lactantes, sino también la «discreción y privacidad» que le confieren a «una actividad tan humana y necesaria para las madres y sus recién nacidos», según El portal del ciudadano en Pinar del Río, una web oficial del gobierno en la provincia más occidental de Cuba.
«Es verdad que a veces te sientes observada, pero solo en casos muy excepcionales algún hombre sin escrúpulos se fija, entonces la que así lo precise se cubre el pecho con un paño o algo, pero yo nunca me preocupo tanto por eso, sino por la salud de mi hija», comentó la joven santaclareña Teresa Rivero Díaz, de 28 años de edad.
El Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) promueve este tipo de iniciativas en centros laborales, hoteles, aeropuertos, cafeterías y otros edificios públicos, con el objetivo de generar espacios de comodidad para las mujeres. Sin embargo, a algunas madres las salas de lactantes les resultan curiosas o innecesarias.
«Lo único que yo necesito para amamantar es mi cuerpo», afirma Ana Chávez, de 35 años, madre de un niño de diez. «Nunca me privé de hacer viajes o salidas importantes porque estuviera lactando, ni tampoco hice esperar a mi niño por su alimento».
Por su parte, la periodista Grettel Reinoso sostiene que «siendo como son las terminales en Cuba –la gente se tira horas allí– las salas de lactar resultan normales y no tienen nada que ver con el pudor. No se trata de un sitio para esconderse sino de un espacio para madre e hijo, un lugar de tranquilidad».
A la psicóloga y activista afrofeminista cubana Sandra AbdʼAllah-Alvarez Ramírez le llama la atención que existan salas de lactancia y no salas infantiles donde los niños y niñas puedan esperar con sus tutores la salida de los ómnibus.
Si las salas existen para «mayor confort de las madres y sus nenas, sus nenes» hay que celebrar su apertura. Sin embargo, «si de alguna manera intentan esconder o aislar a las madres que dan la teta habría que prestar mucha atención al hecho. Podría ser otra forma de control al cuerpo en el mismo orden, por ejemplo, que las normas de vestimenta para acceder a edificios públicos», sostiene Sandra.
La legislación cubana ha instrumentado leyes que subsidian la fuerza de trabajo de la madre durante el primer año de vida de su bebé, para que pueda lograr una lactancia exitosa. Desde finales de los años 1980, el Programa Materno Infantil del Ministerio de Salud Pública impulsó en Cuba los Hospitales Amigos de la Madre y el Niño, que promueven la lactancia, sin prejuicios de que se realice en lugares públicos o no.
«De hecho, en Cuba no está prohibido por ley como en otros países amamantar en lugares públicos», dice a Tremenda Nota Marta María Ramírez, una comunicadora feminista, autora de una columna sobre maternidad en la revista OnCuba.
«Claro, no habrían salas de lactancia en las terminales si se ocuparan de que la transportación estuviera en orden y los ómnibus salieran en los tiempos que están establecidos», cree Marta María.
«Ojalá que estos locales no impliquen que las madres pierdan la espontaneidad de sacarse la teta donde sus hijos o hijas la necesiten», dice a su turno Sandra, la afrofeminista y activista LGBTI+ autora del blog Negra cubana tenía que ser.
«Si una mujer da el pecho en la sala de espera de una terminal –porque le parece bien, porque lo desea, porque su bebé tiene hambre– espero que no venga un funcionario a decirle a la madre “aquí no se puede sacar la teta, para eso existe aquella sala”. La sola existencia de la sala no debe servir para que nadie obligue a las madres a dar el pecho exclusivamente allí».
En la calle, pendientes o no de la creación en Cuba de las salas de lactancia, difícilmente las mujeres renunciarían a dar el pecho «a la hora que sea y en el lugar que sea», aseguran varias madres entrevistadas.
«Yo amamanto donde mi hija quiera y lo necesite –sostiene Marta María, madre de Nina, una pequeña de cinco meses–. Me saco la teta sin ningún problema en cualquier lugar. Claro, trato de que sea un lugar donde ella esté con menos calor, más tranquila y más alejada del bullicio».
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