“Me levanto y me siento aquí”. Apoya los codos sobre la mesa y ladea, solo un poco, la cabeza. Aniley González no se queja demasiado, sus muñecas son su trabajo y su placer.
Artesana ella misma, sin membresía en la asociación de los profesionales, produce para las mesas instaladas en polos turísticos como Varadero, La Habana y Cayo Santa María.
Aniley quiso ser editora porque la apasionan los libros, más que las muñecas; pero el programa de Trabajadores Sociales al que se acogió terminado el bachillerato no incluía el estudio de la carrera de Letras. Así que optó por la especialidad de Derecho, y ya en cuarto año dijo adiós a ambos, al trabajo social y al estudio de leyes.
En la Biblioteca Martí, de Santa Clara, pasó un curso de corte y costura. Para Aniley era como regresar en el tiempo y jugar a las muñecas otra vez.
Tengo herencia de costureras y eso te ayuda en el conocimiento de los hilos
“Recuerdo una de las clases que impartieron en el curso. Cada estudiante llevaba una muestra de la técnica que más lo identificaba, ¡cosas lindísimas! Mi presentación fue un oso Emo –se ríe- Le puse pelos con hilos de estambre, tenis que le inventé. Cada cual llevaba lo que quisiera y a mí un oso emo fue lo que me vino a la cabeza”.
Aunque pequeñas brujas y muñecas de trapos son sus productos más demandados, la colección de esta chica incluye hasta miniaturas para decorar el refrigerador.
“Por ejemplo, con la misma técnica del rellenado que utilicé para mi oso Emo, le hice una costura diferente y me salió una forma más fácil para hacer un ratoncito.”
Lo básico lo aprendió en los cursos de la Asociación Cubana de Artesanos y Artistas, de Santa Clara, pero la mezcla de técnicas que utiliza en sus trabajos las aprendió de su madre: “Tengo herencia de costureras y eso te ayuda en el conocimiento de los hilos, las telas, los tipos de cortes. De mi mamá y de mi abuela heredé la preocupación por los detalles, lo cual es imprescindible en el oficio de la muñequería.”
Y como la práctica y la vida mejoran los saberes de la escuela, la artesana ha ido conformando su propio sello…
“Casi todo lo hago a mano, en máquina pocas cosas, no es que no me guste, sino que creo que el hacerlo a mano le da más personalidad al trabajo, se disfruta más.”
Para crear con calidad necesita telas, cintas, botones, pegamento y pequeñas piezas que sirvan como molde. “Vivo reciclando. Las cintas, por ejemplo, se pierden de las tiendas y tengo que ir a La Habana a comprarlas, ¡muy caras por cierto! La silicona hace tiempo que no la sacan en el mercado. Alguna que otra vez he tenido que parar de trabajar hasta que un amigo me traiga el pegamento del extranjero.”
Mira su armario y se ríe “Aquí no se bota nada porque las telas son muy caras, a veces utilizo ropas en desusos de mi familia, de amistades, persona que saben a lo que me dedico y me guardan todo tipo de recortes. ¡Hasta lo que uno cree inservible se transforma!”.
“Ahora quiero volver a estudiar. Me voy a presentar en el Instituto Pedagógico, a mí lo que más me gustaría es Filología, pero allí no se puede así que será Lengua Extranjera, Español Literatura o Educación Especial, algo que me gusta particularmente. Pero estoy consciente de que cualquiera de las carreras las tendría que cursar de manera que no me robe mucho tiempo de mi trabajo como artesana, pues de otra forma no puedo.”
“Para cumplir los encargos de mis clientes tengo que disponer de tiempo y concentración, de lo contrario lo que haga no va a estar a la altura que merecen mis compradores y eso se reflejaría en mi sustento económico. Pero sí, lo quiero hacer y lo haré”.
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