Ilustración: Mayo Bous y Jennifer Ancizar.
Una pelea de la música cubana contra el coronavirus
2 / julio / 2020
Nadie. Nadie ha salido ileso desde que en enero comenzó a diezmarlo todo el brote de la COVID-19, ese tsunami planetario. La situación resulta incierta dondequiera, y la industria musical sobresale entre los peor parados.
En Cuba, los conciertos y otras actividades que implicaran aglomeraciones fueron las primeras en cancelarse. La explicación es simple –y macabra–: la música reúne a la gente, y la lucha contra el nuevo coronavirus la separa. Por eso, las multitudes serán de lo último en volver.
“No sabemos cómo vamos a recuperar nuestro trabajo, que depende de centros nocturnos, y estos a la vez dependen de su mayor capacidad. Viene un periodo bien fuerte para todo el sector de la música”, opina Kelvis Ochoa.
“La mayor afectación ha sido no poder tocar: a mí me gustan mucho las presentaciones en vivo, es lo que más me gusta de lo que hago”, cuenta Lázaro Peña, pianista y codirector de Nube Roja.
Prácticamente cada actor de la industria se ha llevado su parte. La pandemia ha influido de una manera brutal en la economía de los trabajadores del sector, en los músicos, sonidistas, técnicos de escena, técnicos de luces, y el staff en general.
Festivales como Havana World Music y La Fiesta del Tambor fueron pospuestos o suspendidos, y tampoco habrá carnavales. Las presentaciones en el extranjero, de importancia capital para la mayoría de los artistas, han corrido similar suerte; tanto como los ensayos y grabaciones.
“He suspendido cerca de tres giras, alrededor de 50 conciertos, y la salida de un disco para el cual venía trabajando hace casi un año”, anota el pianista Harold López-Nussa. “Hemos tenido que reinventarnos un poco, y dirigir la energía a otro lugar”.
“Todo lo que habíamos planificado en el estudio, para seguir con los proyectos fonográficos en los que estábamos trabajando, tuvimos que frenarlo”, señala Isnay Rodríguez (Dj Jigüe), fundador del sello independiente Guámpara Music.
El vacío equivale a perder el suelo bajo los pies. “El calendario anual que se organiza para garantizar un trabajo estable, constante, para que el desarrollo profesional de uno esté en avanzada y tengamos cosas que hacer… Todo eso se fue por un barril sin fondo; desapareció el trabajo de un año entero”, precisa Daymé Arocena.
Días atrás, durante el programa Mesa Redonda, el ministro de Cultura, Alpidio Alonso, anunció que en la primera fase de la recuperación se restablecen los ensayos y tendrá lugar una “reapertura controlada” de los estudios de grabación.
Por otra parte, más pronto que tarde llegó un salvavidas en forma de cobertura salarial. Al amparo de la legislación vigente, surgió la Resolución 18 del 2020, del Ministerio de Cultura, que dispone las medidas de protección laboral para esta circunstancia.
Al igual que en otras áreas, los artistas subvencionados recibieron el 100 % del sueldo en el primer mes de interrupción (abril, a cobrar en mayo), y a partir del segundo mes se les paga el 60 %. “Se buscó homologar la correspondencia entre las distintas categorías y los niveles del sector artístico que hoy está subvencionado, con los que tienen un régimen comercial”, declaró la viceministra primera de Cultura, María Elena Salgado. Asimismo, se aplazó el pago de impuestos para quienes operan a disposición de oferta y demanda.
Durante la fase uno permanecerá vigente la protección salarial para quienes no sean contratados en este lapso. Tal garantía se eliminará al ritmo que aumente la demanda y comercialización de servicios artísticos, en las siguientes fases.
“Toda ayuda se agradece, pero suficiente no es. En estos tiempos todo está caro y difícil de conseguir”, dice la percusionista Mary Paz Fernández. Como el resto de los ciudadanos, los músicos también se enfrentan a la escasez y a las dificultades agobiantes de la existencia cotidiana.
Entre ellos y ellas se manifiesta de forma similar el impacto disparejo; las buenas o no tan buenas condiciones para afrontar esta crisis. “Al final somos parte de la sociedad –subraya Lázaro Peña–. Mientras mayor adquisición económica tiene una persona, mejor alimentado estará, más fácil le será el aislamiento, menos tendrá que salir de casa, mejor recuperación tendrá… Igual, mientras más gente integre una banda habrá más peligro; pero creo que tiene más que ver con lo anterior”.
Probablemente vayan un tramo por delante quienes poseen un estudio casero, o fueron bendecidos por la popularidad. “Puede que haya ciertos géneros en desventaja, tal vez el rap mismo, que no lo consume todo el mundo, o la trova –comenta Rubén Marín, director de la Agencia Cubana de Rap–. Sin embargo, el reguetón y otros géneros podrían tener más ventajas en ese sentido; aunque todo está en cómo vendas el producto que tienes”.
La ruta casi directa para –intentar– que la música no pare han sido los conciertos on-line, una alternativa a medias, teniendo en cuenta los elevados precios de Internet y otras restricciones de la conectividad en el país, y las escasas posibilidades de monetizar aún mínimamente desde Cuba el resultado de esos esfuerzos.
Reyna Hernández y Yadira Pintado (La Reyna y La Real) describen su experiencia: “Tuvimos la oportunidad de realizar nuestro concierto gracias al Instituto Cubano de la Música, el cual se encargó de la transmisión. La ventaja fue que se retransmitió por la televisión y la radio, y así pudo llegar a más personas, ya que por Internet no tuvo un mayor alcance nacional debido a las limitaciones que ya conocemos”.
Por otro lado, si de algo sirve la carencia sostenida, es que se aprende a buscar otras maneras; el modo supervivencia se convierte en una actitud ante la vida. “En el caso nuestro, que siempre hemos trabajado con la soga al cuello, no es nada nuevo que no podamos hacer algo como lo hacen los artistas en el resto del mundo –confiesa Dj Jigüe–. Lo que no quiere decir que no lo vamos a intentar”.
Para los artistas una prioridad reside en fomentar su presencia en redes y plataformas virtuales, como una vía inmediata para conservar el vínculo con el público. “Por ahí de alguna manera hemos podido seguir activos, mantener el interés en lo que hacemos los artistas, y no perdernos del panorama mundial”, relata Harold.
Sin embargo, desde el lado de la audiencia parece difícil mostrarse optimistas. Muchos comentarios aducen que, con el costo actual de Internet, pretender que la población cubana vea conciertos on-line es casi un chiste de mal gusto. Si consumir videos de pocos minutos resulta caro, una presentación musical completa representa un lujo.
La pandemia pone en primer plano viejas contradicciones; viene a recordar lo que debió hacerse y no se hizo. Mejorar las opciones de conectividad, por ejemplo. Más aun cuando en la primera fase se pretende sustituir las presentaciones en vivo por acciones en el espacio de la web.
Hay una idea que se reitera en las conversaciones: si no fuera por esto, no hubiese podido… La pausa obligada por el aislamiento deja un saldo productivo de creatividad, de retomar proyectos que habían quedado pendientes por falta de tiempo. “Me ha servido para reencontrarme y realizar nuevas creaciones”, asegura Mary Paz.
“Al no haber otro tipo de compromisos, he podido trabajar dentro del estudio de grabación en nuevas producciones, que en momentos normales no podía hacer”, afirma Dj Jigüe. “Nosotros incluso estamos lanzando un subsello de música electrónica, Guámpara Groove. Son ejemplos de cómo durante el confinamiento muchas cosas han cambiado, en cuanto a estrategias, pensamientos…”.
En el periodo inicial de la recuperación solo se permite presentarse a agrupaciones de pequeño formato en lugares cerrados de la gastronomía, el turismo y el sector privado. No será hasta la tercera fase que reabrirán centros culturales y casas de la música, siempre con las medidas sanitarias correspondientes, y solo cubriendo entre 30 % y 50 % de la capacidad.
Por un rato al menos, seguiremos añorando la felicidad en vena que dan los buenos conciertos. Pero lo ideal es hacer algo mientras tanto. Hasta ahora se nota la ausencia de otras iniciativas posibles, como optimizar el funcionamiento de las empresas y agencias, los modos de negociar y cobrar; además de ofrecer charlas, acompañamiento psicológico, consejos prácticos para continuar activos…
Evolucionar parece la clave para poder seguir. “Vendrán nuevas ideas: siempre hemos sobrevivido a todo, nos hemos sabido adaptar a los tiempos. Este no va a ser diferente”, augura Kelvis.
“Creo que es el momento de invertir el tiempo que nos está sobrando en algo productivo”, destaca el sonidista Fabric Aguilar. Ello significa, para él, aprovechar los tutoriales gratuitos que ofrecen compañías internacionales de sonido. “Eso me ayuda bastante porque, aunque el choque económico es muy fuerte, emocionalmente ha sido igual de duro. Sentir los nervios cuando apagan las luces porque en segundos empieza el concierto… es de lo que más extraño. Nada puede compararse con esa sensación”.
Daymé insiste en ver el vaso medio lleno antes que medio vacío; porque en el encierro se le ocurren más ideas que nunca y ha vuelto a tocar piano para acompañarse en las canciones, además de mejorar en la gestión de sus redes. “Han aparecido otras formas de crear y de producir, que ojalá sirvan para hacernos crecer y superarnos como artistas”.
Este texto es resultado de una alianza entre Magazine AM:PM y el Servicio de Información de elTOQUE y Periodismo de Barrio.
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