El envejecimiento de la población cubana es un proceso acelerado que se anuncia desde hace varias décadas, a veces como un «logro de la Revolución» y otras como una problemática que se debe solucionar. Sin embargo, el aumento de la población de la tercera edad es el resultado del aumento de la esperanza de vida unido a la baja natalidad y las altas tasas migratorias del país.
En una nación demográficamente envejecida, con una economía en constante detrimento, carente de infraestructura y desarrollo, se necesita algo más que «ponerle corazón» y leer discursos triunfalistas para sobrepasar la crisis.
Según el Anuario Estadístico de Cuba de 2020, persiste el aumento en el porciento de adultos mayores en contraste con la disminución de la población en edad laboral (entre los 15 y los 59 años). La tendencia debe ser más acentuada hacia 2035, cuando se estima que las personas de la tercera edad representarán el 32.5 % del total de la población.
En consecuencia, existe un incremento de la relación de dependencia. ¿A cuántos ancianos y niños deben cuidar los jóvenes y adultos con edad de trabajar? En 2019 se estimaba que, por cada mil habitantes de entre 15 y 59 años, había 578 personas en edades inactivas.
Por otro lado, el envejecimiento poblacional es más intenso en el occidente y el centro del país, en las zonas urbanas y en las mujeres, aseguró Diego Enrique González, director del Centro de Estudios de Población y Desarrollo de la Oficina Nacional de Estadísticas e Información.
Según análisis de población realizados en Cuba, la tendencia demográfica apunta desde hace años a un aumento en la proporción de hogares unipersonales o integrados por parejas de personas ancianas; cambios en las dinámicas familiares; así como el incremento en la demanda de capacidades en casas de abuelos y hogares de ancianos (por la ausencia de familiares que asuman el rol de cuidados).
Entonces, ¿es el envejecimiento poblacional un problema? No necesariamente. El problema real radica en que Cuba no cuenta con la infraestructura ni con el desarrollo necesarios para sostener y satisfacer las necesidades de una población envejecida.
No romanticemos la vejez
Una de las preocupaciones actuales en el ámbito laboral frente a la crisis migratoria sin precedentes que enfrenta el país es qué ocurrirá con la jubilación en Cuba. Varios adultos temen que, ante el éxodo masivo de jóvenes, la directiva gubernamental opte por extender —como sucedió en 2009— la edad de jubilación (establecida en 60 y 65 años para mujeres y hombres, respectivamente).
El temor no es infundado. El archipiélago no cuenta con una alta productividad como respaldo y el cambio depende de quienes permanecen en el país. Por ello, el Gobierno determinó, de manera arbitraria, «alargar la vida laboral de los recursos humanos» con el argumento de «la baja natalidad» y la «transición demográfica muy avanzada» —argumentos que persisten y se agudizan—.
Según declaró al telecentro Perlavisión Immer Ramos Reyes, jefe del departamento Demografía y Censos de la delegación de la Oficina Nacional de Estadística e Investigación (ONEI) de Cienfuegos, el aumento de la edad de jubilación «permitió diferir en el tiempo el impacto del envejecimiento», pues cada vez son menos las personas que arriban a los 17 años y aumenta quienes superan la edad de jubilación.
Por otro lado, el monto de las pensiones es risible frente a la actual dolarización de la economía y la inflación. Benito Rey González, director de Pensiones del Instituto Nacional de Seguridad Social (INASS), aseguró en febrero de 2022 que la pensión mínima es de 1 528 CUP.
La pensión mínima representa alrededor de 14 USD según el cambio oficial y menos de 8 si la referencia es el mercado informal, lo cual resulta ofensivo para quienes han trabajado por más de tres décadas. Como consecuencia, muchos adultos mayores viven en situaciones precarias; los salarios de sus hijos y familiares también son víctimas de la desvalorización.
Ante esa realidad, varios ancianos han quedado desamparados sin recibir apoyo familiar, sea económico o de asistencia; o bien porque no cuentan con otros parientes que puedan ofrecerlo. De ahí la importancia de que instituciones estatales brinden apoyo al sector poblacional más vulnerable de la sociedad.
Según el sitio web del Ministerio de Salud Pública de Cuba, en 2020 había 157 hogares de ancianos —con una capacidad de 12 561 camas—, y 300 «casas de abuelos» con 10 258 plazas. Las cifras son insuficientes para un país que reportó en ese año más de dos millones de personas en edad de jubilación.
Aun cuando ambas cifras son bajas, —Casas de Abuelos y Hogares de Ancianos— en comparación con 2018 han disminuido en 727 capacidades. A ello se suma el aumento en las tarifas establecidas para el ingreso tanto a las casas de abuelos como a los hogares de ancianos.
Según estableció el Ministerio de Finanzas y Precios a través de la Resolución 351 de 2020, para la modalidad semipresencial de asistencia, se estableció una cuota mensual de 792 CUP, valor que representa 4.4 veces el monto anterior de pago en las casas de abuelos. Las personas que necesiten internamiento deben abonar 1 260 CUP, 3.2 veces más que lo que estaba establecido con anterioridad para los hogares de ancianos.
El registro de hombres en los centros de atención a adultos mayores duplica el de las mujeres.
Vivir más no significa vivir mejor
Al nacer los cubanos tienen una esperanza de vida promedio de 78 años; según el Anuario Estadístico de Salud del Ministerio de Salud Pública de 2021 es de 80 años para las mujeres y 77 para los hombres. Las principales causas de muerte en los adultos mayores son las afecciones del corazón, los tumores malignos y las enfermedades cerebrovasculares, en ese orden.
Sin embargo, no basta vivir más si la calidad de vida empeora; la edad no puede ser solo un número. Según el Censo de Población y Viviendas realizado en 2012, el 49.5 % de las personas con discapacidad en Cuba tenía 60 años o más. Además, 135 de cada mil habitantes con edad igual o superior a 60 años tenía algún tipo de discapacidad.
Tras el impacto de la pandemia por COVID-19 se señaló, en Cuba y a nivel internacional, la preocupación de que exista un incremento en los casos de demencia debido a las secuelas del virus. Si se toman en cuenta los padecimientos crónicos de la sociedad frente a la crisis actual del sistema de Salud Pública cubano —marcada por el déficit de medicinas e insumos— y las precarias condiciones de las instituciones sanitarias, se comprende que la atención a la tercera edad no es la de una «potencia médica», como se autodenomina el Gobierno.
En el ámbito del hogar, el envejecimiento también trae aparejados retos en las labores de cuidados debido al aumento de adultos mayores con enfermedades crónicas degenerativas, explicó José Ángel Portal Miranda, ministro de Salud Pública.
Entre las medidas implementadas para hacer frente a los retos también están la recuperación de las escuelas de cuidadores en los policlínicos, los servicios sociales comunitarios de asistencia social a domicilio y el de alimentación en centros especializados. No obstante, la demanda supera la disponibilidad, reconoció Portal Miranda.
Envejecer en Cuba es hoy una odisea. El reloj consume el tiempo mientras el sistema consume las vidas. En el caso de varios cubanos, las arrugas y canas no solo denotan experiencia, sino un sufrimiento recurrente y trágico.
Historias al oído trae los mejores textos de elTOQUE narrados en la voz del locutor cubano Luis Miguel Cruz "El Lucho". Dirigido especialmente a nuestra comunidad de usuarios con discapacidad visual y a todas las personas que disfrutan de la narración.
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Guille Álvarez
Loraine Morales Pino
Diocelis González Pavón