Madre e hija. Foto: Cortesía de la autora.

Madre e hija. Foto: Cortesía de la autora.

El día que me quise morir

15 / diciembre / 2019

El 28 de octubre de 2018, poco después de las 8 de la noche, nació mi hija Marina. Y el 28 de octubre de 2018, poco después de las dos de la tarde, antes de que naciera mi hija Marina, yo me quise morir. No hay ninguna pretensión dramática en esto, son apenas dos hechos. Morir con seriedad, no morir como cuando una es adolescente y tu madre no te deja salir con tus amigas y le gritas que estarías mejor muerta para ver cuánto horror eres capaz de causar. Lo primero que hay que hacer para solucionar un problema es reconocer que existe. No tuve depresión posparto porque el parto no había ocurrido. No tuve depresión preparto porque mi embarazo fue seguro, acompañado por mi familia, mi pareja, mis amigos; atendido correctamente desde el punto de vista médico, sin grandes sobresaltos, sin diabetes gestacional ni hipertensión arterial. Mis ultrasonidos de génetica mostraban a una bebé sana. Nada más podía pedir.

Cuando mis contracciones comenzaron tres días antes de que me admitieran en el hospital sabía que parir era un proceso largo. Que de contracciones nadie se muere y tenía mi contador a mano. El agua tibia del baño aliviaba los dolores y era mejor esperar en casa, con más comodidades, que en un hospital. Nunca pasó por mi mente la posibilidad de una cesárea. Yo tenía tantas ganas de parir que creía que solo esas ganas eran suficientes. Cuando ingresé tenía tres centímetros de dilatación. El primer tacto fue incómodo pero el número tres tan alentador que sentí que ya había ganado parte de la batalla. Estaba a solo siete centímetros de conocer a Marina. Me enviaron a la sala de preparto con mi bolso, mi madre, mi esposo, mi tía… pero ninguno de ellos entraría. Ni mi bolso, ni mi madre, ni mi esposo, ni mi tía, ni mi celular, ni un libro. Ni siquiera el tarjetón que llevaba todo el recuento de mi parto. Los médicos y enfermeras estaban tan apurados por pasarme a mi cubículo que solo pidieron un par de chancletas, un pomo de agua y un vaso de jugo. Eran poco más de las 8 de la mañana y yo había entrado, completamente sola, a la sala de preparto del hospital América Arias de La Habana. “En preparto no hay acompañante”, me dijeron. Traté de agarrarme de mis tres centímetros de dilatación y entender que eran las reglas. Mi cubículo estaba limpio, me entregaron una sábana que no cubría toda la cama y me senté a esperar en el sillón que no es para acompañantes. Me mandaron a quitarme el blumer y a quedarme solo con una bata. Mi vagina expuesta era la manera que tenían los médicos de saber si había roto la fuente, o estaba sangrando, o si algo iba mal. No protesté. No dije nada. Una señora vestida de verde, de unos cincuenta o sesenta años, se me acercó. No era médico, no era enfermera, era la persona que lavaba tu vagina para que el doctor pudiera realizar los tactos. “¿Hiciste los ejercicios de psicoprofilaxis?”, me preguntó. “No”, le dije, “nunca me los mandaron”. “Pues levántate y camina”, me respondió. “Esa es la peor posición en la que puedes estar para parir”. Yo me había acostado en la cama, no por dolor, sino por aburrimiento. Sin nadie con quien hablar, sin libros ni celular, no había mucho que hacer. Del otro lado, una embarazada a punto de parir sufría lo indecible sus dolores. Debía tener casi 10 centímetros de dilatación. Caminé el pasillo de poco más de cinco metros varias veces. Miraba a mis compañeras en otros cubículos pero nunca me atreví a hablarles. No conversé con ellas, no les pasé la mano, no les pregunté cómo se sentían. No hablábamos entre embarazadas y nada nos invitaba a hacerlo. En aquella sala cada una andaba por su cuenta. A las 10 de la mañana me hicieron el segundo tacto. El médico dijo que tenía 6 centímetros de dilatación. Yo estaba feliz. Toda la oxitocina del mundo debía estarme circulando por el cuerpo en ese instante. La señora negra me miró con ojos nobles, quizás ella intuía que pasaría más de doce horas en ese sitio antes de conocer a mi hija, y me hizo una trenza. “En unas horas no vas a querer saber nada de todo este pelo”. No sé su nombre, no sé a dónde se fue después de las dos de la tarde, solo la recuerdo cada día de mi vida como el mejor ser humano que conocí ese día. A veces creo que la imaginé. Como creo que imaginé que me quise morir. Pero ambas cosas sucedieron. La señora de la trenza y mis ganas de morirme.

No hubo un centímetro más de dilatación. A las 10 de la mañana tenía contracciones más seguidas pero soportables. Parir, le dije una vez a una amiga, es contar hacia atrás. Yo contaba desde 100 cuando empezaba una contracción y llegaba hasta 79. En 79 se iban, pasaban unos segundos de descanso, y comenzaban nuevamente en 100. De nada vale que hagas trampa, si empiezas a contar más rápido, si dices los números como cien, noventioch, setentttt, solo conseguirás tener que usar más números. Lo mejor es respirar y contar con serenidad. Así ya sabes que cuando llegues a 79 se habrá ido la contracción. A mis contracciones se sumó un dispositivo en la vena de mi mano conectado a un aparato de sueros, un monitor de latidos del bebé y de contracciones que me obligaban a estar acostada, boca arriba, en una camilla totalmente horizontal, durante los 30 minutos que duraba el monitoreo. Prueba a ponerte un saco de 20 libras de boniatos encima de la panza mientras estás acostada a ver cuánto tiempo sobrevives. No entendía por qué no podían usar el monitor mientras yo estaba sentada. Todos los obstetras del mundo deberían pasar un examen de resistencia: la prueba de las 20 libras. Si cada uno de ellos sufriera lo que sufre una mujer con todo el peso de su panza encima, acostada horizontalmente, quizás los hospitales y las prácticas médicas cambiarían. En La Habana dirían, por supuesto, que ese método de enseñanza requeriría una inversión inicial para la cual el país no está preparado por culpa del bloqueo. Pero donde dice boniatos usted ponga piedras. Así sale gratis la preparatoria. Y no se necesita cambiar las camillas, apenas dejar a las mujeres sentadas.

Ya a esa hora había firmado un documento de consentimiento informado que me llevó una estudiante angolana. Decía que cada procedimiento me sería explicado, que yo debía aprobarlo y que liberaba a los médicos y al hospital de toda responsabilidad por cualquier cosa que fuera mal. Me parecieron hermosas las oraciones donde prometían una explicación de cada procedimiento. Pero esas explicaciones jamás llegaron. Nunca me dijeron por qué querían apresurar con un suero de oxitocina un parto que hasta ese momento había progresado sin riesgos, ni por qué rompieron la fuente si el corazón de mi bebé marchaba bien, ni qué significaban (después de que el médico rompiera mi fuente) esos coágulos de sangre que salían por mi vagina.

Tuvieron que pasar dos o tres cosas antes de que me entraran ganas de morir.

Primero, que el método de contar no funcionara. Con un químico en mi cuerpo para apresurar mi parto mis contracciones eran inducidas, no naturales, por tanto no se iban. No podía contar desde 100 hasta 79 sabiendo que en 79 tendría descanso, solo podía pronunciar mentalmente la palabra 100 unas mil veces y el dolor seguía ahí, igual, sin dejarme respirar. No podía caminar porque con el suero puesto debía permanecer en el mismo lugar. Segundo, que no pudiera estar sentada porque después de romper mi fuente debían monitorear a mi bebé con más detenimiento por si había sufrimiento fetal, aumento de la presión o cualquier otro problema. Estaba yo, sola, con mis contracciones siempre en el número 100 y mis 20 libras de boniato encima, acostada en una camilla totalmente horizontal. Y, tercero, que el tacto de alrededor de la una de la tarde no fuera un tacto. Me acosté en la camilla rezando porque al menos mi vagina hubiera dilatado unos centímetros más pero ambas, mi vagina y yo, sabíamos que eso no iba a ocurrir. Toda esa energía y felicidad que había sentido en los centímetros del uno al seis se habían esfumado. El médico estaba contrariado, no sé si conmigo o con mi vagina, pero los seis centímetros seguían allí. Ni uno más. Y tuvo a bien incluir un momento pedagógico en mi parto. Ya que yo no iba a parir pronto, ni me iba a cagar encima (lo cual es un buen síntoma antes de parir) le pidió a cada uno de los estudiantes que realizara el tacto. No me pidió mi consentimiento, ni me explicó el procedimiento. Solo sentí una, dos, tres, cuatro y cinco manos (contando las del médico) pasando por mi vagina y mis contracciones siempre en 100 soportando el momento. No dije nada. No protesté. Cerré los ojos y seguí diciendo mentalmente el número 100 hasta que me ordenaron levantarme. ¿Qué es una violación? ¿Cinco manos dentro de mi vagina sin mi consentimiento se consideran una violación? Si a una mujer embarazada fuera de un hospital cinco personas le meten los dedos en la vagina sin su consentimiento, ¿se considera violación? ¿Por qué lo hace menos violación el hecho de estar en un hospital?

Lo que pasó después fue una aburrida sucesión de violencias. Yo miraba mi cuerpo desde fuera de mí. Mi hija sentía que algo no estaba bien y su presión arterial se disparó. No sé por qué los obstetras creen que las mujeres a punto de parir somos imbéciles y no entendemos el inglés. High pressure, high pressure, high pressure. “Quiero una cesárea”, le dije, “no me haga sufrir más, por favor”. Realmente no dije, supliqué, sin llorar, sin fuerzas, pero supliqué. No estaba suplicando por una cirugía, estaba suplicándole que me devolviera la fe en la vida, que me ayudara a tener ganas de vivir, y si esas ganas se podían resolver con un piquete en la panza, que fuera pronto porque una buena madre no se quiere morir el día que nace su hija y yo quería ser cualquier cosa menos una mala madre. El tiempo entre las dos de la tarde y las ocho de la noche se compactó en mi memoria. Con contracciones, todos los minutos cuentan, pero a doce meses de distancia esas horas resultan borrosas. Sé que cerca de las ocho de la noche me quitaron el suero de oxitocina, que tenía una sonda para orinar, que olvidé tapar el colchón con la sábana pequeña de hospital y me sentaba y me acostaba directamente en el hule, que miraba el monitor y seguía leyendo high pressure, high pressure, high pressure. Sin tarjetón el médico poco a nada sabía de mí. Ni dónde trabajaba, ni dónde vivía, ni qué hacía. Pero las llamadas de mi familia se hicieron más insistentes y una amiga llegó a otro amigo y a otro amigo y finalmente dieron con alguien del hospital con el suficiente rango como para que el celular del obstetra sonara y le preguntaran directamente por el caso de Elaine Díaz. Después de esa llamada el médico preguntó por qué no le había dicho que era periodista. “Usted no me preguntó”, le respondí. Los periodistas siempre despiertan morbo y todos los estudiantes que estaban en la sala, los mismos que me habían tocado unas horas antes, se pararon en la puerta a verme. Querían saber si era periodista de la televisión. Los demás no importan mucho. “Yo no escribo en ningún sitio”, le dije, “yo solo soy profesora de Periodismo (mi antiguo trabajo), pero escribir lo que se dice escribir, no escribo”. Tenía miedo. Sentí terror de que a todos mis problemas se sumara el prejuicio que existe sobre los medios alternativos y que mi hija sufriera la primera de las consecuencias de las decisiones de su madre. No sé si me creyeron o no, solo recuerdo que la cesárea fue decretada. Eran las ocho de la noche y me quitaron el suero de oxitocina.

La operación duró menos de media hora. Mi médico asumió que sin suero yo no tenía contracciones y ordenó la anestesia sin siquiera preguntarme. La única cosa que me preguntaría durante todo el parto es si yo era periodista y sin ser periodista de los que salen en la televisión supongo que yo tenía poco o ningún valor para él. Le expliqué a la anestesista que aún tenía contracciones, que temía que el pinchazo en la espalda llegara en el mismo momento en que una contracción y que no pudiera mantener la postura. Me agarró la mano y me dijo que le avisara cuando se hubieran ido. Sin suero, mis contracciones volvieron a ser la sucesión de números entre 100 y 79. Dejé de sentir una parte de mi cuerpo y me agarró un frío de esos que debió sentir la persona que escribió la frase trillada del frío que calaba los huesos. El frío, peor aún, no me dejaba tener los ojos abiertos. Las manos me temblaban y lo que estaba sucediendo en mi panza era como si estuviera pasando a millas de distancia. Quise dormir. Era la primera vez que no sentía dolor en más de doce horas. Pero una enfermera me dijo que no quería perderme el momento en que mi hija naciera, que la viera primero y luego durmiera. Yo, en ese instante, quería perdérmelo todo.

Mi niña nació sana, llorando, como se supone que nazcan los niños, y me la mostraron unos segundos antes de llevársela. El médico me dio la mano y dijo felicidades. Yo le agradecí. Sentí que todo estaba perdonado. Que la vida de mi hija disculpaba todas las horas anteriores. Lo cierto es que la vida de mi hija, un año después, no ha disculpado todas las horas anteriores. Sobre todo cuando comprendí que la vida de mi hija no podía ser el saldo por toda la violencia anterior. Que mi hija debió haber nacido sana, viva, y que nada de lo que ocurrió en esa sala de preparto debió haber ocurrido.

En el salón de cirugía quedaron dos hombres limpiando la sangre de mis piernas, de mi panza, no sé bien porque nada sentía, solo frío. Cuando terminaron llevaron mi camilla a otra sala. Le pedí una colcha. Mi familia le había dicho al enfermero que si era bueno conmigo ellos lo “ayudarían”. Es la regla del buen trato en un hospital cubano. Casi todos la cumplimos, más cuando nace otro ser humano. El enfermero me dio de buena gana la última sábana pero el frío no se fue a ningún sitio. Estaba allí, en el hígado, en la vejiga, en la sangre, en mis oídos, el frío me había entrado quizás cuando me abrieron durante la cirugía y ya nunca más se iría. Iba a vivir con frío para siempre.

No recuerdo la hora, quizás después de las once de la noche, la neonatóloga llegó a mi sala y gritó: “Cada madre con su hijo”. Me entregó a una niña envuelta en un pañal amarillo y supuso que yo sabría qué hacer. Era la primera vez en todo el día que no me sentía sola. Hablé con aquellas siete libras que estaban en mis brazos cansados y le pedí que me ayudara, que íbamos a salir de esta, que todo estaría bien. Le hablaba sin palabras porque no quería que la estudiante angolana me escuchara. Supuse que si esa era mi hija teníamos una especie de telepatía que le permitía entender lo que yo estaba diciendo sin necesidad de decirlo. Mi hija lloraba y yo le puse mi teta en la boca lo mejor que pude que es bastante peor que lo que se hubiera podido hacer con una asistente de lactancia. Marina se calló al instante. Le pasé la mano por su cabecita y me sentí segura. Mi seguridad duró minutos. Los minutos que demoró el vómito en subir por mi estómago. Tenía miedo de vomitar, de que se abriera la herida, pero más miedo sentía de que mi hija se cayera de mis brazos. Llamé a la estudiante y le dije que tomara a Marina, que necesitaba vomitar. La estudiante se llevó a la niña al cunero y buscó un recipiente para que yo pudiera vomitar. No había. “Vira la cara hacia el lado”, me dijo un enfermero. Mi cabeza no era lo suficientemente fuerte como para ladearse bien y terminé vomitando sobre mí misma. Creo que era la forma que tenía mi cuerpo de liberarse de todas las horas anteriores. A las tres de la mañana el frío se había ido y el vómito estaba lo suficientemente impregnado en mi pelo y mi ropa como para no molestar. No era vómito recién caído, eran los restos del parto. Entre las manchas de sangre y el churre de las horas sin bañarme qué más daba un poco de vómito. A las tres de la mañana salí de la sala de recuperación a la sala de maternidad. Pregunté por mi hija y me dijeron que estaría esperándome allí. La anestesia se había ido y la herida comenzaba a doler. Sentí que mi cuerpo se había partido en dos pedazos, allí donde estaba la herida quedaba ahora la frontera entre mi cuerpo de antes y mi cuerpo de después del parto. Cuando llegué a la sala vi mi cama. No sabía cómo iba a lograr salir de la camilla de recuperación hasta la cama de la sala, con alturas diferentes, con mi herida matándome. “Dale, mete el piscinazo”, dijo el enfermero. Así le llamaban. Piscinazo. El piscinazo era inclinar tus manos, apoyarte en tus codos, levantar tu cuerpo, mover el pie derecho, luego el izquierdo y cambiarte de cama. Todo eso sin morir de dolor. No podías olvidar devolver la sábana de la sala de recuperación durante ese proceso. Si por casualidad la sábana se quedaba debajo, debías volver a moverte para devolver la sábana.

A los cinco días me dieron el alta. El 70 por ciento de las embarazadas regresan al hospital por complicaciones en el parto, me había explicado la neonatóloga. Yo quería ser del 30 por ciento que no regresa. Cada una de las noches del mes siguiente lloré. De rabia, de lástima por mí misma, de rabia nuevamente, de impotencia. Lloraba como si necesitara soltar una cantidad determinada de lágrimas para curarme sin saber que el llanto nunca iba a ser cura. Lloraba porque temía reconocer que el día que parí fue el primer día en toda mi vida que me quise morir y no se suponía que una buena madre sintiera eso. Yo podía lidiar con cualquier cosa en mi vida menos con ser una mala madre. En los siguientes doce meses aprendería que la perfección no existe, que con los bebés se desarrolla una complicidad donde se vale hacer cosas mal siempre que sientas la valentía para pedir perdón. Nunca le he pedido perdón a mi hija por quererme morir el día que nació. Conociéndonos, viéndola crecer, creo que no lo necesito. Mi hija y yo, a doce meses de distancia, sabemos que mis ganas de morir no fueron mi culpa, ni fueron un acto de cobardía. Mis ganas de morir fueron la mejor estrategia de supervivencia que tuve en ese momento. Eran unas ganas tan fuertes, tan intensas, que nos mantuvieron vivas.

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Karol

Hermoso artículo…la maternidad sin tono “peliculista”, cómo es de verdad. Yo no he parido aún pero leyendo tu artículo casi lo pude sentir. felicidades y gracias por la sinceridad.

Elaine Díaz

Hola Karol,
Muchas gracias por tus palabras y por leer.
Abrazos,
E
Elaine Díaz
Karol

Magalys Chaviano

Me he sentido muy identificada, mi primera hija, Amanda, que ya tiene 24 y es médico, llegó a la vida en circunstancias similares, y también quise morir. Recuerdo que miré las ventanas de preparto del viejo hospital de Maternidad en Cienfuegos, y comprendí por qué estaban enrrejadas. Fueron 28 largas horas hasta que me practicaron la cesárea. Mi padre se encontró con el Dr. Roberto Pérez, gineco-obstetra y nuestro vecino, en una sala de espera, y clamó por mi vida y por la de Amanda. Cuando mi vecino preguntó por mi ya yo no tenía fuerzas para responder. El suero de oxitocina, los tactos-violaciones, el monitoreo … todo igual. Con el ánimo de criticar, deberían someterse a estudio los procederes o filosofía del parto, porque se sufre, y mucho, más privacidad, mayor comunicación… para que menos parturientas tengamos ganar de morir en un acto de vida. Mis respetos para mi obstetra salvador, para la Dra. Zoraida Montero… y otros que son instituciones, pero qué bueno sería mejorar este acto. En Cienfuegos se construye un hospital de Maternidad, esperemos mis nietos lleguen en mejores condiciones. Gracias por contar esta historia desde el Periodismo

Elaine Díaz

Hola Magalys,
Gracias a ti también por compartir tu historia. Tengo la esperanza de que si suficientes mujeres levantamos nuestras voces la violencia obstétrica desaparecerá. Nuestras experiencias deben servir para que no se repitan nunca más.
Un abrazo,
E

Iris

Acabo de leer tu artículo porque Una Amiga me mandó el link. Que pena y tristeza 😢 tu historia, cuando debía ser el día más feliz de una madre. Me identifico mucho con tu historia porque hace ya casi 19 años, cuando nació mi hijo pase unos días fatales, en mi caso por una falta de higiene que junto con una depresión pos parto y una crisis de asma me hicieron rosar la locura. Estuve 7 días ingresada después de mi cesárea sin poderme bañar y un asma que no se controlaba. El parto y quienes estudian o de una u otra manera están involucrados en el proceso, debían ser más humanos y compasivos. Mis respetos a los pocos que si practican esta profesión con amor. Larga vida y mucho amor para ti y tu bebe.
Iris
Elaine Díaz
Magalys Chaviano

Teresa

Tremendo artículo, me parecía que estaba en pre parto con esos dolores…… yo tambièn estuve sola, con esa sàbana pequeña y con un frío intenso….yo se como se siente….
Me encantó leerlo. Muy bueno

A.Lynn

Yo también parí en el América Arias, solo que 18 años antes que Elaine, recién llegada de hacer todo mi embarazo en Canadá, donde me sorprendió la noticia mientras estudiaba gracias a una beca. Yo no sentí ganas de morirme. Quizás porque mi estancia en el hospital fue bastante breve, tras llegar con 8cm de dilatación luego de estar todo el día en casa, en trabajo de preparto. Llegué, a un hospital en reparaciones, con toda la alegría y la fortaleza del mundo, y la cabeza llena de métodos novedosos de prácticas avanzadas que aprendí en el hospital de Edmonton donde supuestamente iba a recibir a mi nena. Por puro azar estaba de guardia un médico que me habían recomendado. Así y todo fui maltratada, con gestos y palabras duras. Totalmente innecesarios. Pude parir de manera natural, cuando rogué por la cesárea, me dijeron que ya no era viable. Mi beba era larga, y el desgarrón que requirió para salir, luego fue cocido (bordado, digo siempre) en medio de una clase con varios estudiantes. El frío, el agotamiento y la complicidad con mi beba muy bien las describe Elaine. Hasta hace poco no había escuchado hablar de violencia obstétrica. No conocía el término. Si, yo también me reconozco víctima. Tenemos que hablar, que contar y denunciar, para que nuestras hijas, no la padezcan…

Elaine Díaz

Gracias, Lynn por contar tu historia. Leer los testimonios de otras mujeres me ayudan a sentirme más acompañada. Supongo que sea un sentimiento generalizado entre todas.
Un abrazo apretado y a luchar porque no le ocurra a nuestras hijas.
E
Elaine Díaz
A.Lynn

Elaine Díaz

Querida Teresa,
Lo lamento mucho. Acá te va un abrazo.
E
Elaine Díaz

Teresa Mederos

Muchas gracias!
Tambièn tengo una historia que contar.
Mi hija Evelyn, con 15 años, llegó en el 2006 a la sala de preparto del Hospital de Cienfuegos, por suerte en aquellos años dejaban una acompañante y yo entrè con ella a sufrir dolores y pujar junto con ella. Los mèdicos dijeron que era un macro feto, y aùn asì la tuvieron 24 horas de trabajo de parto hasta que, mediante apretones a su vientre y forceps, nació mi nieto Daniel con 9 libras y 5 onzas. Producto de lo cual mi hija quedó un tiempo con incontinencia urinaria y el bebè tuvo un solpo inocente. Gracias a Dios se recuperaron un tiempo despúes. Que distinto fue el parto que tuvo mi hija Evelyn, en el Tampa General Hospital en el 2018, cuando nació mi nieto Lucas!. Fue como el dia y la noche.
Teresa Mederos
Teresa

Diana

El parto en Cuba es un infierno. El PAMI es magnífico, antes y después del parto no tengo quejas, pero mi parto fue horrible. Casi todas las madres q conozco tienen su propio cuento de terror. Todos te dicen “tienes q portarte bien”, porque está saliendo un ser humano por tu vagina, o te lo sacan por tu útero abierto, pero lo importante es no incomodar al médico. Tienes contracciones cada 3 minutos, pero no debes gritar, llorar, quejarte y ni (jamás!) pedir una cesárea, porque si “te portas mal” te expones, no ya al maltrato, sino al abandono de los médicos.
Tuviste suerte Elaine, y yo también, de q los bbs no tuvieran secuelas de esa violencia, pero hay muchas madres q no pueden decir lo mismo. Pero solo ellas y Dios saben la verdad porque Dios nos libre de denunciar, o siquiera cuestionar la práctica de ningún médico cubano. Es un panorama desalentador.
Tienes toda mi solidaridad

Elaine Díaz

Querida Diana,
Cuenta también con mi solidaridad,
E
Elaine Díaz
Diana

Polloporpescado

Muy bonito articulo, muy explicito.
Felicidades a la autora y a las comentaristas tambien.
Un beso a todas.
Polloporpescado

Susana

Yo viví todo eso, pero fueron cuatro días de intensos dolores provocados por un protocolo en el que para indicarte el parto, si no tienes el cuello listo, te introducen unas tabletas vaginales que te ponen en dinámica de parto…
Puedo decir que parí, aunque me hayan hecho cesárea. Una decisión intervencionista que no respetó el tiempo de mi cuerpo y me llevó a también querer desaparecer del mundo. Tactos fueron y vinieron… Sueros, miles. Pinchazo millones, y mucho maltrato. Hasta que me decretaron la cesárea.
Lo único que me mantuvo fue mi hija.

Elaine Díaz

Querida Susana,
Gracias a nuestras hijas que nos sostuvieron. Un abrazo grande y lamento mucho que algo así te haya sucedido.
E
Elaine Díaz
Susana

Dania Leyva Fuentes

Leer este artículo me hizo revivir mi parto, mi mal parto en mano del animal Dr. Yodra en maternidad obrera de marianao. 25 años pasaron y nunca olvidé el terror y la violencia a la que fui sometida y ahora que te leo pienso que tienes razón en lo de violación. Querida Elaine te puedo asegurar que no se olvida nunca más esa experiencia de algo que tenía que haber sido hermoso.
Dania Leyva Fuentes

Yoa9

Gracias por compartir su experiencia..
Yo al igual que usted tuve a mis dos hijas en ese hospital y fue bien traumático 💔
Soy afortunada de parir fácilmente ,(llegar y soltar) mi primera hija quiso nacer de madrugada y la doctora que estaba durmiendo vino muy malhumorada porque la habían despertado…
creo que sin necesidad ninguna me hicieron un piquete y pusieron un estudiante a coger los puntos 😥 sufrí un infierno, en silencio, rezando porque aquello terminara pronto, el padre de mi hija no entendía, que pasaba porque yo demoraba tanto … formó tremendo lío y apareció un médico para decirme que el estudiante había hecho todo mal y el deshacer y volver nuevamente a coser , nada de anestesia.
Insensibilidad, frialdad, indiferencia son mis recuerdos de ese hospital.
En el embarazo de mi segunda hija solo pedía que no naciera de madrugada, no quería despertar ni molestar a nadie.
No era mucho pedir, sucedió en la tarde , otra vez el piquete, está vez un doctor extranjero le preguntó a la enfermera que porque no me había puesto anestesia para coger los puntos, le agradecí infinita mente .
Deseando salir de allí lo mas pronto posible y llegar a casa .
Historias hay tantas que me siento una suertuda apesar de todo.
Yoa9

Maria caridad

Excelente artículo. Yo tuve la ducha de poder estar acompañada por mi suegro en mis dos primeros partos, tan necesaria es la compañía y la.mano que apoye en esos momentos!! El tercero cesárea y acompañada de personas amigas en el salón. Y por eso nunca tuve ganas de morir, pero ahora comprendo la frase “me quería morir”
Muy de acuerdo contigo con la necesaria dignificación del proceder obstétrico y ginecológico, en muchas ocasiones he tenido que pedir que no entren, que pidan mi consentimieyo para convertime o no en objeto de estudio.
Disfruta la vida, el ser mamá…
Maria caridad

Ivelisse

lo peor es q crees q es normal, q es asi como se pare, yo tambine solo recuerdo a una persona q me ayudo, era un enfermero, simpatico, estuvo en mi primer parto, en el segundo me pregunto si me conocia de algun lado – no se… del parto anterior talvez, hace 5 annos – pero yo si lo recordaba… fue lo mejor que paso en mis 2 partos y q conste que nunca pase x preparto, siempre llegue directo a parto y 3 hrs despues ya estaba parida.
me gusto q no hablaste de las condiciones del cuarto, de los bannos, de miles de cosas q podria pensar q son culpa del bloqueo, estas cosas no tienen q ver nada con el bloqueo, el parir en esa camilla fria, horizontal, sin nada de q aguantarte para poder pujar… de los estudiantes que aprenden mientras te violan, del tipo q se sube en la banqueta para apretarte desde arriba la barriga y q el dolor te dura 1 mes despues, de la doctora fria esa!!!… no tuve ganas de morirme porq fue rapido, pero entiendo perfectamente, esos momentos los tengo como algo bloqueado, no quiero recordarlos, es como algo q se saca solo cuando alguien te habla de eso y entonces lo escupes.
Ivelisse

lidia

Excelente articulo, mis partos tienen hoy 38 y 22 años y en los dos sufri lo mismo,
lidia

Maibel

Si te consuela, la soledad que se siente y el deseo de morir como única vía para terminar con los dolores y el miedo, son un denominador común aunque sea un parto natural, donde todos también asumes que como vas a ser madre “te las sabes todas”
El miedo a ser malas madres es lo que nos hace las mejores, seguramente las que son malas nunca se han preguntado si lo estan haciendo bien.
Maibel

Arh

Me encanta q se escriban articulos como este.me estoy preparando para mi segundo hijo y solo pido a dios encontrarme con buenos medicos q tambien sean excelentes personas.espero q este tema toque corazones y las cosas con la salud cubana mejoren para bien d los seres humanos
Arh

Lorena

Creo que como es tan importante el tema, hay que evitar los excesos y no llamarle a un tacto realizado en una sala de parto “violacion”. Un tacto es un procedimiento medico, que debe ser consentido por la paciente, pero no es una violacion en el sentido sexual. Me parece que esto le quita al debate.

Angie

Un tacto como procedimiento médico no es considerado violación siempre que sea consentido. 5 tactos no consentidos no solamente son una violación física sino totalmente innecesarios y además totalmente no recomendados por riesgo de infección (aunque sean hechos con guantes).
Angie
Lorena

Polloporpescado

Ya veo que los hombres no dicen nada al respecto. Señoras ustedes estaban en un hospital o en un matadero a punto de ser sacrificadas??? No me explico como todavia algunos prefieren ser mujeres.
Que trajedia!!!
Polloporpescado

Daily

Muy buen artículo, me encantó, muchas nos sentimos identificadas con él, en mi experiencia no pasé por el suero de oxitocina, ni los tactos ni la cesárea ya que mi parto fue eutócico pero si sufrí el estar segura de que estaba en trabajo de parto, casi al parir, por lo fuerte y seguidas q eran las contracciones y las ganas de ir al baño y aún así en el Hospital Naval me decían q no estaba de parto ni siquiera en trabajo de parto hasta le hablaron a mi familia de una posible cesárea y así me remitieron para el Hospital Nacional al cual llegué pariendo en la ambulancia con la cabeza de mi hijo afuera ya, pero la pesadilla solo comenzaba ya que me tuvieron 14 horas en recuperación por no haber camas disponibles en la sala, sola con mi bebé recién nacido, sin acompañantes, sin ver a mi familia, con el mismo vestido lleno de sangre, sin blumer, en una sábana pequeña y llena de sangre y eso es sin contar que al nacer mi hijo a pesar de estar sano ni siquiera me dejaron verlo se lo llevaron para recuperación y hasta que me terminaron de cocer y me llevaron a mi no pude conocerlo y ni contar todo lo demás vivido ya estando en la sala, traumático la verdad que las primeras horas de vida del ser que esperas con tantas ansias sean tan tristes y desoladoras…
Daily

Isachi Rodríguez

Ay me ha llegado tu historia pues la mía fue bastante parecida pero añadele una preclampcia, epilepsia, 17 horas de trabajo de parto y el cuello del útero duro y cerrado como si no hubiera estado embarzada! Pero después que logré parir con 8 de dilatación tuvieron 2 doctoras meterme la mano hasta el codo para sacarme la placenta pues la tenía pegada arriba y por supuesto después de eso un legrado a sangre fría y todos aquellos puntos que nadie pudo contar porque fueron tantos! Yo también sentí ganas de morir y a pesar de que suplique la cesárea nadie me escucho! Pero gracias a Dios que estaba allí conmigo el viernes Santo del 2018 tuve a mi bebé sano y me recuperé en tiempo récord! Me habían dicho que tendría que estar una semana con antibióticos y al 5to día me dieron el alta cuando ni lo esperaba! Hoy mi bebé es un niño saludable y sin miedo a equivocarme es un niño muy feliz! Por eso tampoco nunca le he pedido perdón por quererme morir el día que nació!
Isachi Rodríguez

Lissett

No he tenido esa experiencia. Pero se por amigas que la violencia no tiene fin. Algunos protocolis medicos cubanos han normalizado tanto la proctica de tocar, empujar,maltratar,dejarte sola… que algunas mujeres creen que eso es normal. Cuando entras en pre parto tal pareceora que entraras a un matadero….a ciencia cierta no sabes que pasara. Tengo la anécdota de una familia que sufrio la perdida de su hija porque lo medicos hacian hincapie en el parto normal y el niño que traia pesaba 10 libras y nunca se viro. Consecuencia la muchacah murio desgarrada. Ahora me pregunto : tanto bla bla con de potencia medica y tratan a las mujeres peores que animaoes.
Lissett

Lisandra

Me siento identificada con tu articulo Elaine, igual una cesárea luego de 12 horas de dolor… resando estoy para que dentro de unos años, cuando le toque a mi hija, las circunstancias y condiciones sean diferentes a las de hoy… porque sino tienes un ginecólogo o amigo en un hospital te mueres…
Lisandra

Betty

Hola elaine … M conmovió tu historia cada detalle tal cual m parecía q estaba nuevamente en maternidad obrera.pasé por algo parecido con malos tratos a pesar d conocer al tin de médicos q m atendían, llevada a cesárea sin mi consentimiento porq no dilataba por un hematoma retroplacentario mi nena dos circulares.bueno lo q puedo contar y expresar es poco ya gracia a Dios mi beba goza d 2 añitos.no sentí las ganas d morir ya q todo fue muy rápido porq las dos vidas estaban en riesgo.pero t comprendo y Ojalá q algún día los médicos d Obstetricia aprendan apreciar un poco más al ser humano.
Betty

Lien

Que bien que hayas abierto esta puerta! Tu historia es aterradora, pero también lo son las otras que he leído en los comentarios o muchas más que igual no han llegado hasta aquí o la mía. No valen disculpas por arruinarnos el día más importante de nuestra vida. Porque es cierto, nunca nunca lo olvidas. La violencia obstéticra en Cuba existe. Las embarazadas terminamos en una cama siendo un número más. No hay amor, humanidad, ni siquiera comunicación. Espero, por mi hija, que esto cambie algún día y por todas las mujeres que aún no han parido.
Lien

Mónica

Gracias Elaine. Siempre uno como madre piensa que es lo que le toca…callar y aguantar…morirse sin morir. Mi historia es exactamente igual que la tuya. 3 cm de dilatación, 2 sueros de oxitocina, 2″torniquetes”, sufrimiento fetal, 16h de trabajo de parto para decidir que requería una cesárea. Con 6 contracciones por minuto me suben en la camilla para ponerme la anestesia y me dicen no te muevas que te quedas paralítica….Esa anestesia no funciono y sentí el inicio del piquete… me pusieron general. CUando desperté hablaban de la novela y yo sin poder moverme y sin saber de mi hija… A las 2h alguien me dice que me la van a traer…. le digo que no porque voy a vomitar… Ladea tu cabeza y vomita… me dijeron… A la hora me traen a mi hija y me la dejan… yo sin poder moverme. Le doy el pecho y nos quedamos dormidas. No sé cómo no se cayó porque yo no la aguantaba… no tenía fuerzas… Sólo espero que mi hija no tenga que pasar por lo mismo.
Mónica

Gretel

…Solo espero que mi hija no tenga que pasar por lo mismo..
Buena frase que me hace estremecer y me hace recordar mi penuria durante el parto y el post parto, yo también quise morir durante esas intensas 13 horas interminables , las primerizas siempre escuchamos consejos:
” PÓRTATE BIEN, NO GRITES, HAZ CASO ”
La verdad que para salir bien libradas o pasarlo un poquito mejor no hay que hacer esas 3 cosas, hay que pagar y quizás tengas SUERTE cosa que a mi no me sucedió ….

Ingresé en MATERNIDAD DE LINEA con un embarazo a término de 40,2 semanas por pérdida de líquido amniótico, los 9 meses transcurrieron sin problemas y todos los controles establecidos se habían realizado, el 24 de septiembre deciden inducirme el parto, al entrar me explican que podría permanecer en esa unidad de pre parto hasta 75 horas por no ser un proceso natural , en ese momento reí porque sabía que en breve desearía llorar del dolor , en maternidad de LINEA si permiten acompañante, entré con mi mamá, llego un enfermero jovencísimo, temblaba, no podía canalizarme la vena, le dije que si quería yo le ayudaba , al final la fastidió y se me puso el brazo horrible, vino una enfermera más experimentada y lo logró y allí comenzó “””LO BUENO””” automáticamente comenzaron los dolores, rompí fuente, dilate a 10 cm pero no tenía pujo , la niña no bajaba me obligaban a pujar encima de una silla donde habia una cuñande metal , luego de 9 horas me dijeron que el próximo reconocimiento sería a las 10:00pm yo le decía a mi mamá ME MUERO..ME MUERO… habia vomitado todo el día y me sentía muy débil y ella pobrecita solo se aferraba a la virgencita de su cadena, parece que me vió mal y buscó al doctor y les dijo que yo ya no podía esperar más que tomaran una decisión, cuando me reconocieron tenía tres cruces de meconio ( creo que así se dice) no encontraban latido fetal llegado ese punto decidieron darse prisa y correr, palabras textuales:
PREPAREN INSTRUMENTOS
NO HAY TIEMPO PARA CESÁREA
me entraron al salón y como pudieron me sacaron la niña , no digo DI A LUZ porque a mi hija me la sacaron de una manera brutal… con dos doctores encima de mi abdomen que cortaban mi respiración finalmente salió la niña , dios gracias estaba bien, salí de recuperación, aparentemente todo bien pero yo me inflamaba cada vez más y no podía moverme, no podía defecar, todos decían que era normal, cuando por fin pude se me fueron todos los puntos casi me desmayo a los 5 días me dieron de alta porque hubo que pasarme antibiótico en vena y comencé con un olor fétido poco agradable y yo no me sentia al 100 %, para resumir ,volví a maternidad a los 30 días de
haber tenido a mi bebé ,el resultado?
Pues me habían dejado una torunda adentro, la cuál se habia adherido a mi útero con tejidos y todo cada vez que tiraban de ella sentía que se me iba la vida… si, porque vale resaltar que en cuba para estos procedimientos no ponen anestesia, después de 3 horas de sufrimiento me arrancaron aquello con fatiga logré ponerme en pie y continuar, hoy pienso que ese antibiótico pasado por vena fue mi salvación y entiendo porque me sentía tan mal y no podía ir al baño,
El temor mas grande de toda madre es sobrevivir al proceso del embarazo y del parto , para verlos crecer y cuando esos temores son palpables entonces temblamos del miedo de poder haber muerto, cuando quisimos morir.

Gretel

Manteca Colora

Saben por que pasa eso? Por culpa del mismisimo Ministro de Salud, les voy a contar una bonita historia que comienza en las Facultades de Medicina, no se si ustedes saben, pero creo que no deben saber nada pero, para elegir la especialidad en 5to año (porque en estos momentos la unica forma de convertirse en especialista que no sea MGI es verticalizarse en 5to año, o de lo contrario pasarse 5 años como MGI para despues poder ser lo que te gusta) bueno, decia, para elegir una especialidad en 5to año se hace un escalafon, lo logico seria que, entre los primeros numeros estuvieran las personas con las mejores notas( que por mucho que digan que la nota no define la inteligencia, vamos, creo que las notas de 5 años definen mas que bien, no solo la inteligencia sino tambien el interes) pues saben algo? Los primeros numeros son personas que probablemente ni conozcan cual es el musculo esternocleidomastoideo( no siempre es asi, pero esta situacion se presenta mas veces que las que nos gustaria) Saben por q entre los primeros numeros estan las personas que ni estudian, q ni les importa la Medicina y que no tienen el mismo interes de los que se pasan 5 años quemandose las pestañas? Pues por la idea “brillante” de algun ministro de agregar a la nota unos puntos que se hacen segun la cantidad de papelitos que ganes por esferas, q son 4 esferas: Academica, Investigativa, Politica-Ideologica y Extensionista( q abarca Cultura y Deporte) hay personas que en vez d ponerse a estudiar se ponen a hacer papelitos y van a todos los eventos habidos y por haber, y eso esta bien, pero el problema es que el unico objetivo de esa gente es machucar a sus compañeros en el escalafon, pasarles por delante pisoteando sus cabezas, pero la Medicina y el amor por su carrera es prioridad cero, entonces esa gente es la que se termina haciendo especialista, le terminan quitando las especialidades a los que si les interesa, los que tienen que termianr cogiendo algo que les gusta menos y terminan frustrados( con toda razon) porque a nadie le agrada esforzarse por gusto. Ah! No solo pasa con los medicos, se aplica a enfermeros, estomatologos, etc, pero… En serio? Hasta cuando va a seguir esta mierda! A cuantos de ustedes les gustaria que los atendiera un medico a base de papelitos y no de conocimiento? Es q el ministro no se da cuenta qde que eso de la integralidad y toda esa mierda no se puede aplicar en una carrera donde esta en juego la vida de las personas?

Maria

Todo lo k se hace sin el consentimiento del paciente es violacion , ademas por 5 veces consecutivas.
Maria
Manteca Colora

Nery

Leyendote recorde mi experiencia de querer morirme, de no tener fuerzas para vivir despues de una mala praxis durante mi parto por la cual casi me desangro y que tuve que ser intervenida horas despues. Revivi mis conteos entre contracciones, mi cuerpo expuesto, mi cara desencajada y mi familia desesperada y en panico. Recorde la enfermera que dijo que yo no tenia nada ante los reclamos de mi madre; que solo estaba malcriada. Odie cuando llena de puntos y con ese frio interno debia ir a ver a mi bebe al cunero, sin apenas leche para alimentarlo. Siempre le digo a los mios que esos dias los vivi en otra dimension a la que jamas quisiera regresar. Tal vez por eso no he vuelto a parir, a pesar de que ser madre es lo mas grandioso que me ha pasado.
Nery

ANÓNIMO?

Por mi parte yo diria q prefiero morir primero antes q parir en hospitales tan asquerosos. Me llama la atencion la historia de una mujer q pare en un hospital cubano y la q me conto una q dio a luz en Miami ella me dijo con estas palabras: con dinero puedes parir como quieras valla hay sus formas pero en cto a trato y limpieza es mucho mejor, por eso exhorto a toda joven y mujer q si puede dar a luz a sus hijos en otro pais q lo haga aqui no se hace nada de lo contrario q no tenga hijos. Por mi parte eso si fue una violacion y me parece antietico unos estudiantes q apenas saben tomar presion hagan eso por eso mujeres primero muertas antes q perder el nivel en esos hospitales tan puercos.
?
ANÓNIMO?

Yosoyyo

Han de cambiar los protocolos obstétricos, no deberían haber tantas trabas para hacer una cesárea cuando la mujer simplemente la pide. Se cuestión de explicarles a cada una los pro y los contra entre el parto eutocico y las complicaciones que acarrea una cesarea en el transoperatorio y en luego durante los próximos 42 días de puerperio, inclusive después de… es bueno que las mujeres conozcan y tenga derecho a seleccionar lo que prefieran.
Yosoyyo

LiL

Me siento muy identificada con tu historia mi sufrimiento no fue tan grande como el tuyo pero igual yo me sentí abandonada y sufri mucho, mi primer hijo nació en un hospital pequeño en mi municipio y tengo que reconocer que todo fue maravilloso, los dolores normales y al final solo dos horas después decidieron hacerme cesarea porque el niño no estaba en posición, por esto pensé que mi segundo embarazo 4 años después iba a ser igual, pero para mi desgracia cerraron la sala de parto de ese hospital y tuve que comenzar a atenderme en el Hospital Naval cesarea planificada pero me adelanté en la fecha por lo que tuve que llegar sin planificación, ya la doctora que me atendía me habia explicado que la cesarea habia que hacerla antes que la niña entrara en el canal de parto, por eso cuando comencé con las contracciones a las 4 de la mañana yo les decia a las enfermeras que me recibieron que debian apurarse, pero fue por gusto, me rompieron la fuente y me pusieron el suero y ahi me dejaron sola en un cuarto, con frio, con contracciones cada 3-4 min, yo no podia mas lloraba pero nadie me escuchaba, hasta casi las 10 de la mañana que me llevaron para el salón, pensé que ya iba a salir de eso pero nada, me anestesiaron con la epidural nueva para mi porque el anterior habia sido raquidia, y que dolor imaginense que yo lo sentia todo como me picaron como me abrieron…TODO, QUE DOLOR y cuando se lo decia al anestesista me decia que era idea mia hasta que no pude aguantar mas el dolor y comence a llorar parece que reconocio que era cierto y me durmio…….solo pude ver a mi bebe 6 horas después…….. en fin solo puedo pedir lo mismo que ustedes se que la vida de los médicos tambien es muy dificil, tienen que ir en una guagua apretada antes de hacer una cirugia y con salarios que no alcanzan, pero fue la profesión que escogieron…….solo rezo para que cuando mi hija llegué a este momento no sufra ni la mitad de lo que sufrio su madre para que ella viniera al mundo y pedir que Dios me de salud para estar con ella y gritar y exigir a todos que no la traten igual que a mi.
LiL

María

Es importante que te expreses más allá de las personas que encuentres. El empoderamiento hace la diferencia también 🙌🙏
María

María

Te leía y parecía que me leía. Hice mías tus palabras. Y te cuento que parí hace apenas cuatro meses y en Uruguay.
La violencia obstétrica es más común y está instalada en más lugares de los que pensamos.
Porque un hecho natural como el parto termina siendo un procedimiento médico y hospitalario; entonces ya desde ahí es violento.
Es un tema muy delicado y complejo que sólo se va a ir erradicando con la voz y la unión de nosotras las mujeres que lo hemos vivenciado; porque sino terminan siendo historias individuales perdidas en el tiempo .. Estoy convencida que poco a poco todo irá cambiando para bien 🙏
María

Dr. Stone

El modelo de Hospital Universitario existe en todos los países del mundo.
De donde piensan ustedes que van a salir los nuevos médicos si no pasan por la etapa de estudiantes, en que deben aprender a realizar procedimientos.
Lógico que el paciente quisiera q el especialista fuera el único q le metiera la mano pero si los estudiantes no lo asen y aprenden no habrá mas especialistas en el futuro.
Además, creo que deberían revisar el concepto de violación ya que los médicos no tienen sexo con las pacientes, de echo dudo mucho que luego de una noche de guardia el médico tenga tantas ganas de realizar en tacto por gusto sin no fuera necesario.
Dr. Stone

Gilgamesh

Excelente escrito. Necesario.
Sin palabras me dejó. Me aplastó simplemente. La verdad, no se si felicitarte o presentarte mis condolencias. Solo puedo decirte que empaticé contigo.
Gracias. Gracias.
Gilgamesh

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