El 11 de julio de 2021 miles de cubanos salieron a las calles a protestar. Además de libertad, pedían comida y medicinas. Desde el discurso oficial, la causa de la escasez de alimentos es la combinación de los efectos del embargo/bloqueo estadounidense y la COVID-19 en el país. Pero la inseguridad alimentaria de Cuba no comenzó con la pandemia ni se debe solo al impacto de medidas externas.
En enero de 2021, a Jorge Noris le subieron el sueldo; sin embargo, ahora compra menos y no precisamente porque esté ahorrando. Los 4000 pesos cubanos de salario (166 dólares al cambio oficial) se le deshacen entre cuentas de electricidad, artículos de higiene y alimentos racionados. Para vestirse, comprar champú o conseguir un bombillo para su casa, en el municipio habanero de San Miguel del Padrón, debe recurrir al mercado negro, con precios elevados y sin garantías. Casi ninguna tienda de la capital cubana ofrece estos productos de manera permanente en pesos cubanos, la moneda oficial del país.
Jorge Noris pasa de los 30 años y trabaja en una empresa gubernamental asociada a la informática y las comunicaciones. Antes de 2021 cobraba alrededor de 2300 pesos mensuales. Previo a la llegada de la COVID-19 a Cuba, esa cantidad le permitía comprar pollo, hamburguesas, picadillo, escoger entre varias marcas de artículos de higiene y llevarle golosinas a sus dos hijos. Comprar un bombillo con su salario solo dependía de los inventarios de las tiendas. Hoy, buena parte de esos productos solo están disponibles en el mercado subterráneo a precios que llegan a triplicar los oficiales. Comprarlos en las tiendas en divisa (denominadas de Moneda Libremente Convertible, MLC) del Estado requiere paciencia y suerte, con el trámite inevitable de canjear "en la calle" los pesos cubanos por dólares. Desde hace meses, las tiendas en divisa son la principal fuente de abasto para la población de la isla. Sus similares en la moneda nacional permanecen prácticamente vacías.
A finales de 2020, el Gobierno cubano emprendió su mayor reforma económica de las últimas décadas, nombrada Tarea Ordenamiento. Buscaba resolver viejos problemas de la economía nacional, entre ellos, aumentar el poder adquisitivo de los ciudadanos, revaluación del peso cubano como moneda oficial mediante la eliminación del peso convertible y establecer una tasa de cambio única del peso cubano frente a las divisas extranjeras. Más de seis meses más tarde, ninguno de esos propósitos se ha alcanzado. El salario no puede emplearse para comprar en las tiendas más abastecidas; los precios en el mercado negro, incluido el de las divisas, se han disparado; circulan el peso cubano, el dólar y el euro; y la cotización de la moneda estadounidense entre los cubanos en la calle es más de dos veces la establecida por el Banco Central.
Antes de la Tarea Ordenamiento, en Cuba funcionaban varias tasas de cambio entre el peso cubano, el peso cubano convertible y el dólar. Los ciudadanos solían usar las dos primeras monedas, que se canjeaban a razón de 24 pesos cubanos por cada peso convertible. En diciembre de 2020, Marino Murillo Jorge, jefe de la comisión para implementar las reformas económicas, argumentó que esta situación sería resuelta «sin hacer otra devaluación en el sector de las personas». Para ello, se tomó la tasa de 1x24 entre el peso cubano convertible y el peso cubano, y se estableció que un dólar equivale a 24 pesos.
Para el economista Pavel Vidal, quien trabajó como experto del Banco Central de Cuba y es profesor de la Universidad Javeriana de Cali, Colombia, el peso cubano se ha devaluado unas diez veces. «Con un proceso de tal magnitud, los impactos inflacionarios son altos», alertó.
La nueva cotización se estableció en un momento en que el Gobierno no garantizaba —ni garantiza aún— el cambio de pesos cubanos a dólares en las sucursales bancarias. Además, desde finales de 2019 existen las mencionadas tiendas MLC, un mercado paralelo administrado por cadenas de tiendas estatales donde se venden productos de primera necesidad en divisas.
A diferencia del resto de los establecimientos comerciales, en estas tiendas solo se puede pagar mediante tarjetas electrónicas en las que se haya depositado divisas. Al principio se dijo que fueron abiertas para mantener ofertas en las tiendas en CUP y CUC, monedas menos fuertes. Ese objetivo se lograría, según Raúl Castro, mediante el incentivo a «las remesas que los ciudadanos cubanos en el exterior realizan a sus familiares en el territorio nacional». El presidente Miguel Díaz-Canel dijo que ocurriría mediante la recaudación del efectivo circulante. En junio último, durante una sesión del Consejo de Ministros, el mandatario defendió la polémica modalidad comercial, al asegurar que «si no lo hubiéramos hecho el desabastecimiento hoy hubiese sido mucho mayor».
«El que no compre en tiendas en divisa no come, o no se viste, o no puede suplir una necesidad de ferretería», opina Jorge Noris. Como el Gobierno no vende divisa y no tiene familiares que se la envíen, la ha obtenido en el mercado negro.
El salario mínimo en Cuba tras el ordenamiento económico se fijó en 2100 pesos cubanos. Los cálculos del Gobierno establecían que ese monto cubriría una «canasta básica de referencia» que incluiría alimentación y «otros bienes y servicios» no detallados.
Cuando la Tarea Ordenamiento comenzó el 1° de enero, el precio del dólar en el mercado negro oscilaba entre los 35 y 40 pesos. A pesar de que la venta de divisas fuera de las instituciones está penalizada y que el presidente cubano convocó a desarticularla, la moneda cubana continuó depreciándose en el mercado informal hasta llegar a canjearse 70 pesos por un dólar a inicios de junio de 2021: casi 3 veces el valor establecido por las autoridades. Con la devaluación, el salario mínimo cubano real pasó de 60 a 30 dólares: la media antes de la reforma.
La última vez que Jorge Noris compró dólares, tenían un precio de 55 pesos cubanos. «No me puedo dar el lujo de pagarlos más caros con una casa y una familia que mantener», dice. Ahora es cliente de revendedores —también ilegales, que se abastecen de las tiendas en divisa— y consigue comida y artículos de higiene en las poco surtidas tiendas virtuales estatales.
A Alfredo*, masajista del municipio Boyeros —también en La Habana—, le sucede algo similar.
«Las lociones corporales con las que trabajo pueden costar en las tiendas en divisa de 3 a 12 dólares, dependiendo de la calidad», explica. «Esas mismas con los revendedores aparecen en 350 y hasta mil pesos, ahora que el dólar está entre 60 y 65». Antes del ordenamiento, solía comprarlas en tiendas por pesos cubanos y sus servicios tenían tarifas un 50 % más bajas.
A pesar de que la materia prima de los trabajadores del sector privado como Alfredo se vende en las tiendas en divisa, el Gobierno estableció que este sector solo puede ofrecer productos y servicios en pesos cubanos, con contadas excepciones. Alfredo evade esa restricción. Uno de sus clientes paga en divisas por sus servicios, tomando como referencia el valor del dólar a 60 pesos cubanos. Ese dinero costea las lociones cuando no las encuentra con los vendedores informales. Cuando solo tiene pesos, Alfredo busca a algún vecino del barrio que le venda la moneda estadounidense a menos de 65 pesos. Hasta el 21 de junio —fecha límite en que el Banco Central cubano aceptaría depósitos en dólares en efectivo— prefería el papel moneda.
Inicialmente pensó que podría cobrar en las dos monedas, dólares y pesos cubanos, pero con el Ordenamiento, más de la mitad de sus clientes dejó de tener dinero suficiente para contratarlo. La mayoría de los que continuaron le pagan en pesos cubanos.
Con el desplome del turismo por causa de la COVID-19 y el descenso de los ingresos por colaboración médica en otros países, las remesas han reforzado su centralidad como entrada de divisas al país. «La remesa es una fuente de ingreso que en su participación estructural en la economía gana peso, porque las otras fuentes de ingresos disminuyen», dijo en televisión nacional a finales de 2020 el ministro de Economía y Planificación, Alejandro Gil. Entonces no ofreció cifras aproximadas de cuánto dinero entró al país por este concepto ese año.
Además, Gil enfatizó que «no se captan remesas con mercados desabastecidos». Las tiendas en divisa se anunciaron como un salvavidas para los cubanos que recibieran remesas familiares y cuantos pudieran acceder a divisas por otras vías en medio de la escasez. Aunque las autoridades aseguraban que las demás formas comerciales no serían desatendidas, experiencias previas hacían suponer que entre sus intenciones y la realidad mediaría un largo trecho.
“En estos momentos, es muy difícil encontrar cigarros en pesos cubanos en una tienda que no sea en divisa”, declara Rosy Fonseca, una joven del municipio Centro Habana que cada mes recibe dólares por transferencia desde Estados Unidos. «Puré de tomate de calidad, garbanzos, chícharos, toallitas húmedas… nada de eso aparece en pesos cubanos».
Para Rosy Fonseca es una dicha contar con la divisa de su tarjeta. «Si por alguna razón no tuviera a nadie que me enviara ese dinero, no tendría acceso a ningún producto en divisa, porque al precio en que te venden el dólar en la calle no lo compraría, es abusivo», confiesa.
Bajo la sombrilla de la apertura en la era Obama, Western Union estableció una red de 407 oficinas en Cuba y facilitó de manera significativa la entrada de remesas familiares (no solo desde los Estados Unidos) y otros pagos a personas en Cuba. Pero en noviembre de 2020, como resultado de una sanción del entonces presidente Donald Trump, la compañía se vio forzada a cerrar sus operaciones en el país y así el canal principal para esta transferencia de dinero quedó cancelado. Biden dijo que revertiría las sanciones pero hasta el momento no lo ha hecho.
«A partir de enero, con la apertura de más tiendas en divisa, la explosión del valor del dólar, la disminución de los vuelos desde y hacia Estados Unidos y la casi nula circulación del dólar, se apreció un crecimiento considerable en la demanda del servicio de remesas», declara Marlén*, una cubana de 27 años que tiene un negocio para mandar dinero de Estados Unidos a Cuba. Su emprendimiento exige un pago de 140 dólares a una cuenta extranjera para entregar 100 en Cuba en efectivo o por traspaso de saldo bancario. Muchos de los clientes de Marlén confirman que el dólar tiene más poder adquisitivo que el peso cubano porque pueden usarlo en las tiendas en divisas o venderlo. Contrario al discurso inicial de las autoridades, solo con dólares se puede adquirir hoy una vasta cantidad de productos que han migrado de los mercados en pesos cubanos a los de moneda libremente convertible.
En julio de 2020, Héctor Oroza, presidente de la corporación Cimex —una de las compañías subordinadas al Grupo de Administración Empresarial, considerado el brazo económico del Ministerio de las Fuerzas Armadas Revolucionarias— anunció que algunos productos de línea económica se continuarían vendiendo en la moneda oficial cubana. Citó puré de tomate, toallitas húmedas, granos, ollas eléctricas, yogurt, cerveza, malta, refrescos nacionales, café, harina de trigo, embutidos y otros.
En esa línea, el ministro Gil negó que los productos a vender en divisas se extrajeran de otros mercados. «Eso no es ni será Cuba», aseguró.
Un año después, electrodomésticos y productos nacionales como refrescos, yogurt, cárnicos, harina de trigo, café, champú y cerveza se venden casi exclusivamente en divisas, un fenómeno que, según el economista Pedro Monreal, se conoce como «exportación en frontera» y que podría acentuarse. Leticia Morales, viceministra de Economía y Planificación, dijo en televisión nacional que hay intenciones de extender la red de tiendas en divisa. Sin embargo, los pronósticos indican que la economía cubana podría sufrir una inflación de hasta el 500 % en 2021, y que se recuperaría a partir de 2023.
Aunque la Tarea Ordenamiento no fue la causante de la escasez en Cuba, para economistas como Monreal sí tiene un peso relevante en su acentuación. Por un lado, subieron los salarios y los precios, pero no la oferta para los cubanos como Jorge Noris, que comenzaron a ver más dinero en sus manos. Por el otro, los funcionarios cubanos concibieron el Ordenamiento en un escenario donde todas las variables estaban controladas, y resultó ser un proceso muy complejo de prueba y error.
Mientras el peso cubano continúa perdiendo valor, las ofertas en la moneda oficial se mantienen limitadas y crece la cantidad de tiendas en divisa, tanto economistas como ciudadanos coinciden en un punto: hubo mejores ocasiones para emprender estas transformaciones.
«Se desaprovecharon contextos mucho más propicios para llevar adelante la reforma monetaria», opina Pavel Vidal. «Pero también pudiera pensarse que no hay una circunstancia en la que la economía necesitara más de estas decisiones. Cualquier intento de recuperación habría sido insostenible con múltiples tasas de cambio, con dos monedas y con subsidio a las empresas estatales ineficientes».
«El ordenamiento llegó en un mal momento, se ha salido de los pronósticos, y ha exacerbado mucho más la crisis económica, política y social del país», considera Alfredo, tras su día de trabajo. «Creo que la situación actual se mantendrá por varios años».
*La persona entrevistada solicitó cambiar su identidad en el reportaje por temor a represalias.
Texto producido en alianza con CONNECTAS.
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