Cuba es, posiblemente, el país de las consignas. Difícilmente exista otra nación en el mundo en la cual se produzcan tantas frases políticas vacías de contenido, que se estampen en pulóveres, se pinten en paredes, se publiquen y se repitan de reunión en reunión, de discurso en discurso. Tal vez ya no ganemos el primer lugar en campeonatos mundiales de ningún deporte, pero si hicieran una olimpiada de consignas, pasearíamos la distancia.
No obstante, desde hace un tiempo no se veía una producción consignística tan prolífera como la del actual gobierno. “Somos Continuidad”, “Hacemos Cuba”, “Vamos por más”, “Somos Cuba”, “No nos entendemos”, “Pensar como país”, “Cuba avanza” y toda una avalancha de frases cortas, a manera de etiquetas de Twitter, que se reproducen una y otra vez hasta el cansancio por todas las vías posibles.
No debería sorprendernos si mañana centros de trabajo, vallas publicitarias, tapias, hospitales y escuelas aparecieran decorados con una foto del presidente, acompañada del “concepto” de “Pensar como país”.
Si Revolución “Es cambiar todo lo que debe ser cambiado, es igualdad y libertad plenas…”, entonces Pensar como país es “Que tu problema sea el mío, que no me sea indiferente lo mal hecho…”. La intención parece ser lograr que interioricemos, a golpe de repeticiones, esta nueva idea tipo cartilla moral, una suerte de solución a todos nuestros problemas —por encima de estrategias económicas bien definidas y políticas concretas— y que, curiosamente, cuando el presidente explica en qué consiste, recurre a las palabras de otros y no a las de él mismo, que fue el promotor de la frase.
Pero esta nueva cosecha fraseológica tiene una característica peculiar: la producción de meta-consignas.
Sabedor del daño que provoca el consignismo como reiteración de frases despojadas de contenido, Díaz-Canel ha llamado a que estas consignas no se conviertan en consignas; algo así como pedirle al agua que no moje.
“Vamos por más no es una consigna”, dice el presidente en uno de sus discursos, lo reitera en un intercambio con ciudadanos, lo repite a su Consejo de Ministros, lo recalca en un tuit lanzado desde su cuenta oficial… Y así, vencedora de la doble negación, va naciendo briosa y fresca la meta-consigna, que automáticamente será reproducida hasta la saciedad e incorporada al repertorio nacional por medios de comunicación, cuadros de dirección y activistas del gobierno en las redes sociales. La consigna ya no solo es “Vamos por más”, sino también que “Vamos por más no es una consigna”, aun cuando no se tenga certeza de cómo haremos para ir por más y por qué “más” es por lo que vamos.
Y la fórmula se aplica a otras y surgen nuevas meta-consignas cuando declaran que “Hacemos Cuba no es una consigna” y que “Pensar como país no es una consigna”… Y etcétera, etcétera, etcétera, dando lugar a una espiral creativa desbocada, especie de dos en uno o de “Hacer más con menos”.
Sin embargo, tal vez los de más edad apelen a la memoria y puedan recordarnos que no hay nada nuevo bajo el sol y que esta no es más que una nueva temporada de una serie mucho más larga. Que la reciente lucha para que las consignas no se conviertan en consignas es similar a la batalla burocrática contra el burocratismo satirizada por Titón y que, al igual que hace cuatro décadas atrás, el resultado no será muy diferente porque en esto, nadie lo dude, sí que “Somos Continuidad” y no es una simple consigna.
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