No hay agua, la comida se echa perder, los niños lloran, las personas en las calles parecen zombis, tristes, en silencio, desesperanzadas. Así es el retrato de Cuba hoy.
«Situación excepcional» es el nuevo término que ha empleado el discurso oficial para nombrar el apagón masivo que persiste en la isla desde el 27 de septiembre de 2022 y que ha llevado a muchos al borde de la desesperación.
Sin una idea concreta de cuándo terminará el calvario, en redes sociales, mensajes de WhatsApp y Messenger y grupos de Telegram, se agolpan los testimonios y catarsis por el duro momento que se vive.
La incertidumbre alimenticia
La principal preocupación de los cubanos tras las continuas horas de apagón es la comida. El desasosiego es lógico. Desde hace varios años es muy difícil acceder a los alimentos, no solo por la escasez, sino también por los altos precios. Algunos solo están disponibles en tiendas en MLC, una moneda en la que casi nadie cobra.
Para algunos no ha bastado con dejar cerrado el refrigerador. En muchos lugares «hace aguas». Han renunciado a beber agua fría para refrescar el calor con tal de mantener por más tiempo posible la baja temperatura para conservar los alimentos.
«En mi casa somos dos personas mayores, el poco alimento que podemos adquirir a altos precios está descongelado y la leche, que tan cara nos cuesta, la hervimos constantemente. ¿Qué podemos hacer si no tenemos ni con qué cocinar porque un saco de carbón vale 500 pesos [CUP]? Yo he pasado por muchos momentos difíciles, pero como este ninguno», cuenta Virgina María, residente en Sagua la Grande, Villa Clara, tras un día sin electricidad.
Los testimonios como el suyo son comunes y constantes. Quienes viven con niños, ancianos o personas enfermas son quienes más han sufrido el apagón prolongado que todavía no tiene una fecha clara de solución.
Lianet, madre viuda de 28 años residente en Jagüey Grande, comenta desesperada que no sabe qué darle de comer a sus hijos y a su mamá enferma. «Ni siquiera puedes ir a una tienda a comprar algo como uno antes lo hacía. Sin corriente no trabajan y, encima, sin MLC tampoco compras». Ella cuenta que vive «al diario» y su trabajo requiere electricidad. «Somos 5 y el Estado solo me paga 2 258 [CUP] y además, vivo alquilada. ¡Y pensar y saber que a nadie le importa!».
En Sierra de Cubitas, la familia de Bárbara Trimiño tuvo que cocinar toda la comida que guardaban en el congelador. Terminaron compartiéndola con sus vecinos. «Iba a echarse a perder y era mejor darle a otros que ver cómo se descomponía lo que tantas horas de cola y sacrificio nos había costado», se lamenta Bárbara.
El apagón masivo que vive Cuba tomó por sorpresa a las familias del centro y oriente del país que no fueron afectadas por el paso del huracán Ian. En la mayoría de estos territorios, en los que los apagones se programan diariamente cada tres, cuatro o cinco horas, las personas están acostumbradas a mantener cerrada la puerta de sus refrigeradores para preservar las bajas temperaturas. Otros han encontrado la manera de conservar sus alimentos mediante la salazón o, incluso, friendo la carne y dejándola dentro de manteca.
Sin embargo, los principales «platos fuertes» que se consiguen en la isla son salchichas, picadillo y pollo, alimentos que no pueden conservarse a través de estos métodos.
No han suspendido las clases pero…
Ariana Salgado asegura que no llevará a sus hijos a la escuela mientras haya apagón en las noches. Ellos no descansan; menos ella. No puede enviarlos cansados, somnolientos. «El profe me ha regañado porque se quedan dormidos sobre la mesa», cuenta.
Ha decidido que durante estos días, con más de 37 horas de apagón, tampoco irá a trabajar. «Necesito estar en mi casa en caso de que pongan la corriente ¿Y si mientras estoy en el trabajo ponen la electricidad? ¿Cómo voy a cargar los equipos, poner a funcionar el refrigerador, adelantar la comida?», pregunta.
El razonamiento no ha sido solo suyo. Según han comentado madres y padres en redes sociales, este miércoles 28 de septiembre faltaron varios niños a las escuelas. También maestros.
No obstante, algunos padres prefieren llevarlos al centro escolar para adelantar tareas hogareñas por si se restablece la electricidad. Otros, los han recogido al mediodía porque sin electricidad no es posible hacer almuerzos.
Una supuesta disposición de la Asamblea Nacional del Poder Popular, que informaba la suspensión del proceso docente, recorrió las redes sociales y fue desmentida horas más tarde. No obstante, algunos centros universitarios y otras instituciones que tienen estudiantes internos han suspendido las clases hasta la próxima semana. Unos, tras el paso del huracán; otros, por la contingencia energética.
No es novedoso que algunos padres se nieguen a mandar a sus hijos a la escuela si tuvieron apagón la noche anterior. Sin embargo, las más de 40 horas que algunos han vivido no solo sin electricidad, sino sin agua, han hecho que sean muchos más los que se planteen no llevar a sus hijos al círculo infantil o la primaria. Muchos también han decidido no ir a trabajar.
Unos lucran con el desastre, otros comparten
En algunos sitios del país el servicio eléctrico se ha restablecido de manera temporal. Algunas entidades importantes, como hospitales, funerarias, estaciones de policía o panaderías, han continuado su funcionamiento gracias a las plantas eléctricas.
En algunas viviendas ha sucedido igual. A veces las personas ofrecen sus tomacorrientes para que otros carguen sus equipos.
Mayra Ramírez tiene una planta eléctrica que hace unas semanas le trajo su hijo desde Estados Unidos. Sus vecinos en el reparto Playa, Matanzas, han recargado allí sus teléfonos y lámparas. «No puedo ayudar a muchos porque la planta es de poca potencia, pero siempre alguien puede resolver», dice.
«Venga a mi casa a cocinar, hervir leche, cargar equipos, lo que necesiten», es un mensaje que se repite una y otra vez en un grupo de Facebook de madres cubanas.
«Esta es mi dirección, mi número de teléfono. Aquí tienen mi humilde casita si les hace falta», cuenta una madre que entiende a la perfección la desesperación de los padres con niños pequeños.
En otros grupos de Telegram, WhatsApp y Facebook, también las personas se movilizan para compartir su electricidad con quienes no tienen. Incluso, se brindan para ayudar a los familiares de linieros y otros trabajadores de la Empresa Eléctrica que se movilizaron hacia el occidente del país o laboran en la recuperación del sistema; y quienes dejaron sus casas a oscuras.
Pero, también, según trasciende en redes, en algunos sitios cobran a 100 y 200 CUP la carga de cada celular. Siempre hay alguien que saca provecho de la desgracia ajena.
En varios comentarios a una publicación, critican que las personas estén pendientes de cargar los móviles, pero olvidan que para muchos se trata de la única vía para estar informados, comunicados, tener luz (con la linterna o la pantalla), o que los niños se entretengan durante las horas de desesperación e incertidumbre.
¿Resistir y vencer?
En algunos municipios del país, diferentes circuitos tuvieron restablecido el servicio desde el miércoles 28. Mientras, otros continúan apagados, muchas personas se preguntan cómo es posible que no se reparta de manera equitativa la electricidad. Ver al vecino iluminado cuando otro sufre más de 20 horas de apagón puede provocar rabia, pero ahí no están los culpables.
Las pocas respuestas de los administradores de la cuenta de Facebook de la UNE —cuando permiten comentar— aseguran que esa diferencia se debe a que «existen circuitos priorizados».
«Pero la prioridad —dice un tunero— puede ser un hospital, una fábrica, una panadería o la casa del gobernador o el primer secretario».
La información de los medios gubernamentales —fragmentada, incompleta, a veces tardía— no satisface a la mayoría de los usuarios. La página de la UNE en Facebook, por ejemplo, se actualiza con información relevante en intervalos de siete y nueve horas.
En la televisión, a la que no tiene acceso buena parte de Cuba por no tener electricidad, los técnicos de la UNE no logran ofrecer una información sencilla, de fácil comprensión. La radio, en muchos casos, mantiene su programación habitual de música y dramatizados.
Para colmo de males, las autoridades se atrevieron a pronosticar la «restauración del sistema» en seis u ocho horas, período de tiempo que ha sido superado.
A otros les (nos) preocupa el triunfalismo en los medios oficiales, la falta de empatía ante la difícil situación que se vive y que se ha vivido desde hace meses; la no comparecencia en directo de las principales autoridades del país, para explicar al detalle y sin rodeos la situación actual y sus posibles soluciones o, incluso, para ofrecer disculpas. El discurso asegura que se «investigan las causas», pero pocas veces se conocen los responsables.
En las provincias de Las Tunas y Holguín se reportaron «cacerolazos», la forma que tiene la ciudadanía de manifestar su hastío y descontento cuando hay apagones.
¿Cuánto más debe «resistir» un pueblo al que le ha tocado sufrir en menos de un año una inflación sostenida, la escasez de alimentos y medicinas, una explosión en un hotel habanero, un incendio en la Base de Supertanqueros, un huracán que arrasó con una provincia, una incertidumbre energética por meses que ha terminado con un apagón masivo de más de 48 horas y todavía contando? ¿Cuánto más?
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