En la actualidad es un popular tatuador y uno de los íconos del skate en Cuba, pero cuando Che Alejandro Pando Nápoles empezó a patinar tenía apenas ocho años. Por entonces, veía en el parque Acapulco a las personas con “patinetas rusas bien raritas”, que llegaban desde el campo socialista, y la actividad empezó a atraerlo.
Varias décadas después, su pasión lo lleva a fomentar el desarrollo de este deporte en el país, ya sea gestionando el apoyo del INDER o colaborando con ONG extranjeras, organizando eventos o distribuyendo donaciones.
“Empecé a patinar a principios de los ochenta cuando era bien niño. Mi papá habló con un amigo suyo que era carpintero para que me hiciera una tabla. Conseguimos los sistemas de dirección en una fábrica de ómnibus. Las cajas de bolas las sacamos de un taller de batidoras y un socio descubrió trozos de caucho y se los dimos a un tornero para que hiciera unas gomas. Los tornillos muchas veces se te iban. Entonces había que meterles hilo y acetato para que no se cayeran con la vibración.
“Era todo a pulmón y si patinabas era porque te gustaba. No había revistas, ni videos. Te veían patinando y te decían que eras “mongo”. Nadie venía a regalarte nada ni los yumas venían a tirarte fotos.
“Problemas con la policía teníamos millones, prácticamente tenías que salir a la calle con el dinero para pagar la multa que te iban a poner. Todos los fines de semana nos multaban y caían a palos. Todo el mundo lucía como un friki, y en esa época la policía recogía y mandaba a pelar a los rockeros. Pero no decomisaban las patinetas como hacen hoy.
– ¿Cómo ves a la nueva generación de patinadores?
“Los skaters de ahora están un poco malcriados, tienen más acceso a las cosas por las donaciones y dan por hecho que se las merecen. A mí me han llegado chamacos pidiendo patinetas y preguntándome por marcas. “¿Tú me estás preguntando qué marca yo tengo? Mira brother, si me vuelves a preguntar eso no te doy nada”, les digo.
“Antes se hacían competencias sin pulóveres ni patineta para darte y la gente iba. Ahora no es así. Muchos lo ven como una manera de hacer dinero, o como una vía para irse del país. Hay un montón de gente que dejó de patinar porque se ha perdido la esencia.
“Cuando yo empecé me tenía que hacer mis tablas con mil trabajos, me pasaba una semana entera haciéndola y a veces se partía en un día, y ahora a ellos se las regalan. No aprecian las cosas”.
– Pero muchos extranjeros elogian el ambiente de fraternidad en que se patina en Cuba…
“Aquí el ambiente es diferente. Yo he estado en Barcelona y allá la gente anda en la pista con sus audífonos puestos y no se hablan para nada. Pero no hay que aguantarle pesadeces a nadie, ni estarle “guataqueando” a un extranjero para tener una tabla. Hay tiendas donde comprar y acceso a los materiales. En Cuba no ha llegado todo ese marketing y todavía hay un poco de inocencia, que se está perdiendo”.
– Háblanos sobre tu activismo en pos del skate cubano.
“Me quité de todo porque era demasiado politiqueo. Yo colaboraba y estuve años organizando los eventos de skate. Pero la gente que tratas de ayudar no te entiende y hablan mucha “basura”. Y el INDER, que se supone que deba apoyarte, tampoco te entiende.
“Si quiero hacer una competencia necesito mil y un permisos, y no los dan, porque quieren boicotearnos. ¿Cómo que en un parque que construimos nosotros no puedo hacer una competencia? Cuando estuvieron haciendo la serie de aventuras Adrenalina 360, no podía patinar en mi propio parque hasta que no terminaran de filmar. Y el otro día, en la pista de Ciudad Libertad, fueron los de Habana Club a hacer un comercial y no dejaron patinar”.
– ¿Qué pasa con los parques que nunca fueron construidos?
“Te puedo hacer unas cuantas historias de donaciones de parques que no han permitido hacer. Por ejemplo, la Red Bull tenía diez mil dólares para construir uno en la Polivalente y les dijeron que no, después de un año de negociaciones.
“Una vez estuvimos hasta las dos de la mañana haciendo la presentación en 3D para que la gente del INDER viera bien como era todo. Las rampas, las entradas, el flow de la pista, etc. Eran tipos preparados trabajando para hacer un parque bien hecho, no el desastre que hicieron en Paseo, eso lo construyeron como les dio la gana y sin contar con nadie, después de haber venido tantos constructores de parque famosísimos”.
– ¿Las donaciones se topan con ese tipo de obstáculos?
“Como persona no puedo recibir donaciones del exterior. Todo tiene que entrar a través de una institución. Si llegas con un montón de tablas al aeropuerto y dices “esto es una donación”, ahí mismo te embarcaste. Por eso es mejor decir que son regalos, porque en cuanto dices la palabra “donación” se lo tienes que dar al INDER.
“Sucede también que como hay tantos americanos viniendo, entonces se vuelve una cuestión política. Todas esas patinetas que ves por la calle las traen yumas que vienen a ayudar de corazón. Muchas veces te dan las cosas sin tirarte ni esta foto ni escribirte un artículo.
“Hay otros que sí tienen intenciones ocultas, se ponen hablar de política y nos enredan la pita. Si un chamaco dice “en Cuba es difícil patinar porque la policía se pone de madre y nos quita las patinetas”, que no es mentira, el tipo saca eso por el canal 41 y entonces se molestan aquí. Y a los muchachos no les pueden quitar nada, eso es ilegal. ¿Cómo tú le vas a quitar una patineta que tú ni vendes y el chamaco no hizo nada para que tú se la quites? Los decomisos de patinetas son ilegales.
“Por eso decidí no hacer más nada y patinar por mi cuenta. La idea sigue siendo compartir con los amigos, hacer cuatro trucos, y me voy contento si me salieron y molesto si no.
– ¿La expansión del movimiento influye de alguna forma en la juventud?
“El skate le arregla la vida a cualquier muchacho. Le das una patineta a un chamaco y le brindas una cosa sana para hacer. Ojalá acaben de abrir una tienda para que no dependamos tanto de donaciones. Si quieren controlarlo contrólenlo, pero no reprimiendo, sino integrándose”.
Tomado de Play Off
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