Las pymes privadas representan la principal transformación estructural del fallido modelo económico que tanto daño ha hecho al país. El monopolio de la empresa estatal y una asignación y control centralizado de los recursos y los precios ha descapitalizado por décadas las industrias y la infraestructura, recurrentemente ha llevado a crisis de balanza de pagos e impagos de la deuda, y ha detenido en el tiempo el progreso tecnológico.
Solo en los momentos en que se recibieron las mayores ayudas y subsidios de la extinta URSS y de Venezuela se pudo aumentar significativamente el crecimiento económico. Pero por sí solo, el modelo económico no ha logrado mejorar el ingreso per cápita de los cubanos y sostener las políticas sociales en las que han intentado buscar legitimidad las élites políticas; deficiencia que no puede ser explicada solamente por las sanciones estadounidenses, aunque la propaganda lo intente.
Muchos de los que hoy critican las pymes coinciden en gran parte con esta evaluación. No es difícil llegar a estas conclusiones. Los países de Europa del Este que adoptaron esta forma de organizar y gestionar la economía la abandonaron hace rato. China y Vietnam la han reformado radicalmente. Quedan muy pocos argumentos y datos positivos para su defensa. En todas esas reformas, las pymes y su desarrollo futuro en empresas consolidadas y competitivas contribuyeron al desarrollo del país.
¿Por qué, si se reconoce el fracaso del modelo económico socialista vigente, se cuestiona su principal transformación? Seguramente hay diferentes visiones y motivaciones para tener una postura pesimista y en ocasiones demoledora sobre las pymes cubanas.
Una mayoría, probablemente, respondería que no tienen nada contra las pymes como concepto y transformación, sino con las pymes actuales y la forma en que están operando. En este caso, la recomendación sería intentar proponer soluciones para convertirlo en un sector mucho más productivo y provechoso para la economía; parte de lo cual pasa por cambiar el marco regulatorio e institucional. Con este espíritu escribieron recientemente economistas y emprendedores en el blog de la Universidad de Columbia Horizonte Cubano [1].
Por supuesto que se debe apoyar el ejercicio de la crítica y la vigilancia social de este sector de la economía. Por muy transformador que sea, también tiene que rendir cuentas. Sin embargo, las críticas deben ser evaluadas, pues algunas parecen originarse en generalizaciones sesgadas y que culpan injustamente a las pymes de problemas que ellas no causan ni está en sus manos solucionar.
Una parte del oficialismo que no quiere reformas estará hoy muy feliz con la visión pesimista que parece generalizarse sobre las pymes.
Entre las generalizaciones más sesgadas se dice que los dueños de las pymes son familiares de militares y de élites políticas, que lo único que hacen es comprar y vender y no producen nada, y que son un brazo político del Gobierno. No hay duda de que hay casos, pero no existen datos ni fuentes de información objetivas que se acerquen a apuntar que sea la mayoría. En lo de comprar y vender se debe precisar que el sector de comercio también agrega valor; de hecho, es uno de los sectores que más peso tiene en el PIB de cualquier economía.
Hay otros malestares y legítimas insatisfacciones asociados a las desigualdades y al bajo poder adquisitivo de los salarios y las pensiones estatales, situación que no está al alcance de los emprendedores solucionar. A ellos habría que medirlos por las condiciones de contratación e ingresos de sus empleados.
¿A quién echarle la culpa de la inflación?
Una de las opiniones que más se escucha es que las pymes aumentan los precios y promueven la inflación.
La economía cubana, a pesar de sus múltiples distorsiones e insuficiencias, operó en un escenario de baja inflación desde la segunda mitad de los años noventa. Pero eso cambió radicalmente esta década. Entre los principales factores inflacionarios se podría enumerar la pandemia, la caída del turismo, la escasez de alimentos, de medicinas y de casi todo, la devaluación de la tasa de cambio oficial (ordenamiento monetario) y de la tasa de cambio informal, el endurecimiento de las sanciones bajo la Administración Trump y la crisis del principal aliado comercial (Venezuela).
Ahora bien, si nos detenemos sobre cada uno de estos factores, podemos identificar que pasó el peor momento probablemente en casi todos, y en algunos hay mejorías parciales. Pero los precios siguen subiendo drásticamente. El último dato oficial de inflación de la ONEI fue de 45.4 %. Si asumimos que el IPC de la ONEI subestima entre cinco y seis veces la verdadera inflación, estaríamos hablando de una inflación anual de más del 200 %.
La inflación sigue en ascenso porque ninguno de estos factores la puede explicar indefinidamente y mucho menos en las tasas actuales de tres dígitos. Todos los determinantes por lo general tienen un fondo o un máximo a los cuales han llegado o se han acercado.
Los economistas para explicar las altas y persistentes tasas de inflación seguimos haciendo referencia a la frase del premio Nobel de Economía Milton Friedman. Friedman, mucho más polémico en otras investigaciones, aglutinó un alto consenso al decir que «la inflación es siempre y en todas partes un fenómeno monetario».
A esta conclusión se puede llegar después de estudiar las hiperinflaciones del siglo pasado o incluso las inflaciones más altas y persistentes en la región en este siglo: Venezuela y Argentina junto a Cuba. En todas ellas es apreciable el incremento desmesurado de la cantidad de dinero (fenómeno monetario) que se produce, sobre todo, para financiar el desbalance en el presupuesto del Estado.
El déficit fiscal sí puede y suele mantenerse en niveles altos por mucho tiempo y llevar a un incremento continuo, y en algunos casos exponencial, de la cantidad de dinero. Cada año el Banco Central emite más dinero y se lo entrega al Gobierno para que financie el excedente de gastos que no cubre con impuestos y otros ingresos no tributarios. Crece así de forma recurrente y exagerada la cantidad de dinero, se impulsa una demanda excesiva que no tiene respaldo productivo y se alimenta de forma permanente una inflación desbordada.
El déficit fiscal cubano se mantuvo por debajo o cerca del 3 % del PIB hasta 2015, límite en el que se puede asumir que son menores las implicaciones inflacionarias. Un déficit fiscal bajo puede ser financiado con bonos públicos. Pero desde entonces estuvo creciendo, hasta llegar al 17.7 % del PIB en 2020. En términos de valores nominales, de 2019 a 2021 el déficit fiscal se expandió diez veces. En 2021 el desbalance fiscal fue de 63 mil millones de pesos. Son 63 mil millones de pesos que salieron para la calle para comprar productos y dólares que no hay. Los presupuestos del Estado de 2022 y 2023 no han terminado con este desequilibrio fiscal.
Cada vez que decimos que las pymes causan la inflación, le estamos quitando responsabilidad al Gobierno y a su desajustado manejo del presupuesto. Es la política fiscal la que debe buscar una solución lo antes posible, pues la inflación es el peor de los impuestos, el más regresivo y desestabilizante para la economía.
Es verdad que las pymes suben sus precios, pero lo pueden (y tienen que) hacer porque están operando en una economía inflacionaria que se ha generado a partir del desequilibrio presupuestal del Estado y su financiamiento mediante emisión de circulante. Las pymes no causan la inflación, se tienen que adaptar a ella para poder garantizar la viabilidad financiera de sus balances y operaciones.
Hay otras cosas que se pueden hacer para intentar detener la inflación, pero son irrelevantes y tienen un efecto marginal mientras no se solucione la causa principal: el fenómeno monetario.
Sirva este ejemplo de la inflación como un llamado de atención sobre otras valoraciones respecto a las pymes cubanas que pudieran también haber extraviado el rumbo.
[1] https://horizontecubano.law.columbia.edu/news/cuadrando-el-circulo-la-empresa-privada-en-cuba
ELTOQUE ES UN ESPACIO DE CREACIÓN ABIERTO A DIFERENTES PUNTOS DE VISTA. ESTE MATERIAL RESPONDE A LA OPINIÓN DE SU AUTOR, LA CUAL NO NECESARIAMENTE REFLEJA LA POSTURA EDITORIAL DEL MEDIO.
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Por su parcialidad y opinión con respaldo y seriedad, sin exaltaciones. Es un punto de vista muy bien argumento aunque no estemos completamente de acuerdo
Lisy
Bueno yo solo puedo decir que sino fuera x las mypime no pudiéramos comer xq el aceite a ido bajando gracias a las mypime xq un pomo estaba en 1400 y 1500 y ahora ah bajado a 800 y 900, pero el problema acá no son las mypime , aqui el problema de la inflación es la venta en mlc en las tiendas. Ahí está el problema.
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