Ayer la bandera multicolor que desde la década del setenta representa al movimiento LGBT ondeó sobre las calles de Guantánamo. Es un gran paso, pero en cuestiones de inclusión y respeto a las diferencias, es necesario ir más profundo.
Mi papá no se lo creía. Quién iba a imaginarse una marcha contra la homofobia y la transfobia en Guantánamo y a lo largo de la calle Pedro A. Pérez, donde lo mismo pasa una procesión de la Virgen de la Caridad que se celebra el día por la cultura nacional.
Y el mismo Día de los Campesinos. Pobres guajiros, qué dirán… decía mi padre medio en juego, medio en serio, él que no es homofóbico o por lo menos no admite serlo. Ha sido, en realidad, una sorpresa para mucha gente: no es lo mismo la tolerancia, la aceptación incluso, que un desfile. No es lo mismo “tratar” al homosexual del barrio que asistir a la fiesta pública de una elección personal que aún mucha gente considera “contranatura”, aunque sea una práctica de los tiempos de Ñana Seré.
Lo más cercano, antes de las marchas, sucedía en los carnavales cuando los más desinhibidos salían a pasear máscaras y brillos sobre las carrozas, pero nada como esto.
Y tampoco debe ser tan grande esa influencia cuando el nuevo código de familia y la legalización del matrimonio igualitario duermen el sueño del olvido en alguna gaveta de nuestro Parlamento nacional.
La marcha es un buen paso, aunque minúsculo, ante la montaña de estereotipos y prácticas discriminatorias en la sociedad.
Y engañoso: cuando pasen los colorines y las congas, seguiremos siendo los mismos.
En el barrio, al homosexual lo llamarán maricón o pájaro si nació hombre, y tortillera o tuerca si tiene atributos de mujer, porque “gay, lo que se dice gay son Juan Grabiel y Ricky Martin, el resto son m…., y punto”.
Se tolerará al vecino que “se pasó al otro lado” pero como familia alertaremos a nuestros hijos de posibles “reclutamientos” y pondremos las cosas en su sitio si el aludido se acerca demasiado.
Todavía, ante una telenovela cubana o una película que trata el tema directamente, alguien salta preocupado por la educación de los niños ante la “propaganda” de la homosexualidad en los medios de comunicación, como si la orientación sexual fue un virus de transmisión visual.
En la propia marcha solo estará representado un pequeño grupo: el resto, seguirá apostando por el anonimato y la sombra favorecedores en este país que es más conservador y mojigato de lo que parece.
De ahí que el homosexual asumido públicamente, todavía sea mirado por más de uno como ciudadano de segunda, “una loca de carroza” o un “asere”. Hay que decirlo: la discriminación por motivos sexuales ha sido una larga práctica en una sociedad machista como la nuestra.
Discriminación no proviene solo de heteros: para algunos homosexuales, la marcha es un circo innecesario.
No es que se les niegue la educación, la salud, la entrada a las instituciones, el empleo…, pero suele ser tan raro que una persona que decida explicitar su orientación homosexual o su condición transexual logre ocupar un puesto importante en la sociedad, que la historia de Adela, la transexual de Caibarién que desde las pasadas elecciones es delegada de circunscripción, fue recibida como todo un suceso.
Y es que se impone mirar más allá, más profundo.
Ojalá cuando haya pasado la marcha, la bandera del arcoíris se aleje del paisaje y Paseo siga siendo la calle de sol y autos pasando hasta el próximo mayo, se haya dado un paso hacia el respeto a las diferencias, que siempre será el respeto hacia la humanidad. Esa es la esperanza, que por esta vez, se viste de otros colores.
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oye
Hacer grupos musicales gays, playas para gays, bares para gays, etc; lo único que provoca es más segregación, porque se está enfatizando en dividir a las personas en grupos cuando en realidad se lucha porque estas divisiones desaparezcan.
En Cuba al menos, muchos ven también con malos ojos este tipo de manifestaciones (y con razón) porque hay unos cuantos oportunistas a quienes no les ha quedado claro que se exige igualdad y no depravación. Entonces hay quienes se toman el rechazo a ese tipo de personas como un acto discriminatorio, caso de ejemplo: si una pareja heterosexual en pleno parque es regañada por «exhibicionismo», está bien regañada; sin embargo si el mismo señalamiento se le hace a una homosexual, es posible que los falsos defensores de la igualdad condenen la acción como discriminatoria.
Se tiene una vaga idea de los derechos que se deben defender, pero todavía no se ha tomado el camino al seguro y solo se puede notar una fiesta en plena calle para hacer notar que se es diferente y no igual.
Lilibeth Alfonso
La marcha en Guantánamo fue pequeña, pequeñísima. Solo se mostraron los que se muestran todos los días, en actos que yo no llamaría de depravación, sino de liberación porque nadie le dice a una mujer heterosexual que es depravada cuando se pone un short a media nalga y enseña de más. Le dicen depravado al transexual que se viste de mujer o al homosexual que se atreve a ser demasiado abierto.
En todos mis años, desenvolviéndome además en ambientes artísticos, nunca he visto un beso entre dos hombres, aún entre parejas de muchos años, cuando más, un abrazo.
Solo digo.
oye
Muchas gracias por su respuesta!
Coincido en muchas cosas que usted argumenta. Comparto la satisfacción de que en nuestro país al menos ya la enfermiza represión que existía al principio contra los no-heterosexuales (para acortar el término) se ha ido mitigando.
Mi punto está en que se debería luchar por la igualdad de oportunidades, eso como base. Yo no considero depravación que: una mujer u hombre ande con falda/short corto por la calle, esa es su decisión, su vida y hay que respetársela; tampoco considero depravación que una pareja heterosexual o no se bese en público, están en todo su derecho. Lo que sí no considero apropiado es que esa persona sea mujer u hombre invada el espacio personal de otros. Por eso (y para citar ejemplos) cuando un hombre invade el espacio personal de una mujer, le llaman un acto machista. No considero apropiado que una pareja (del tipo que sea) se comporte en público de una forma que sería mejor que hicieran en un lugar cerrado, específicamente tener sexo.
Cuando usted se refiere a manifestarte como se es, coincido perfectamente con su opinión. Pero siempre debe quedar claro que donde comienza tu espacio, tu zona de confort, tu libertad; ahí termina la mía bajo un consenso y empieza mi respeto hacia tu persona.
Sería ideal un país donde reine la igualdad de oportunidades, para todas las personas. Así mismo como debería existir el respeto entre todas las personas. Hay quienes todavía no tienen claros los términos y están “luchando” en la dirección equivocada.
Lilibeth Alfonso