anciano acera comiendo

Foto: elTOQUE.

Seguridad alimentaria en Cuba: discurso oficial y contraparte en la realidad

6 / marzo / 2023

La falta de insumos para estimular la producción nacional, la mala gestión de recursos económicos y agropecuarios, la desigual distribución de los recursos alimentarios existentes, el consiguiente desabastecimiento y la inflación (tendiente a una crisis de estanflación) han degradado de forma crítica el nivel medio de vida de la población cubana e incidido de forma terrible en su alimentación.

Un pequeño ejercicio de observación por las calles y puntos de venta de cualquier lugar de Cuba permite recopilar testimonios que manifiestan cómo la alimentación es un problema irresuelto y en constante agudización.

Tras la municipalización de la venta en las tiendas por pesos cubanos y la regulación de la compra de productos por cantidad y frecuencia, el municipio artemiseño Bauta quedó en un estado de cuasi total desabastecimiento.

Sin embargo, por su cercanía con la capital, se ha generado una dinámica comercial paralela a la estatal que abastece los insumos priorizados para su venta en la capital y que esporádicamente se ofertan en el resto de las provincias. En ese caso y a precios que en ocasiones cuadruplican los oficiales se encuentran el pollo, el aceite, el picadillo y las salchichas.

Los «agentes de venta» del mercado negro viajan a La Habana para comprar en las tiendas en pesos cubanos y burlan las regulaciones de racionalización para revender en el cercano municipio. Es así como en Bauta se puede acceder a productos que han desaparecido en la mayoría de los municipios de la provincia Artemisa.

La Ley y la supuesta seguridad alimentaria

En mayo de 2022 el periódico Granma anunció la aprobación de la Ley de Soberanía Alimentaria y Seguridad Alimentaria y Nutricional, «una disposición novedosa dada la ausencia en el ordenamiento jurídico cubano de normativas relacionadas con esta materia». La nota refería que la Ley tiene el objetivo exclusivo de «(…) lograr el perfeccionamiento de los procesos de producción, transformación, comercialización y consumo de los alimentos, a partir de las capacidades endógenas de los territorios, (…) pues viene a legislar un campo de batallas en el que ya hemos triunfado».

La regulación llegó acompañada por un paquete de 63 medidas previamente emitidas para estimular la producción y comercialización de los productos agrícolas. Ambas disposiciones surgen como parte de las nuevas normativas gubernamentales para paliar las consecuencias de la crisis económica cubana, agudizada por las sanciones de la Administración de Donald Trump, el impacto del COVID-19, el fallido proceso de «ordenamiento» y sus recurrentes experimentos de reajuste que, haciendo malabares con trabas y regulaciones sobre la economía nacional, han precipitado la devaluación del peso cubano y un deterioro, sin precedentes, del sistema productivo nacional.

La Ley declara que busca lograr la soberanía alimentaria y da por alcanzada la seguridad alimentaria en Cuba.

Según la FAO, una persona padece de inseguridad alimentaria cuando «carece de acceso regular a suficientes alimentos inocuos y nutritivos para un crecimiento y desarrollo normales y para llevar una vida activa y saludable».

La Ley pasa por alto la necesidad inminente de análisis y la regulación de la inseguridad alimentaria en la isla, fenómeno especialmente agudizado desde la década de 1990 y radicalizado en los últimos cuatro años.

Lisis María

Lisis María es una granmense de 26 años que llegó hace dos meses a Las Margaritas, consejo popular perteneciente al municipio Bauta.

Con un embarazo de seis meses y una niña de siete años, tuvo que vender su casa en Oriente y dejar su trabajo para mudarse cerca de La Habana, donde su esposo se atiende una artritis.

En su casa, donde también vive la suegra, se mantienen con el retiro del hombre: 1 500 CUP al mes. Aún esperan la ayuda económica prometida por el Estado.

Al momento de esta entrevista, Lisis se encontraba ingresada en el Hogar Materno de Bauta por padecer hipertensión gestacional y cervicitis, enfermedad que le fue diagnosticada a los 15 años. En la revisión inicial de ingreso le detectaron un «principio de anemia» y una fuerte infección en los riñones para la cual no ha recibido tratamiento.

Como los ingresos de su familia son bajos, toda la comida que se consume en su casa pertenece a los productos normados. Por su estado de salud le fue asignada una dieta especial de leche y pollo, productos que llegan con irregularidad y retraso a Las Margaritas. Por lo que ha estado varios meses sin poder acceder a esos alimentos. Sus hábitos de comida se han reducido a arroz, frijoles y algunas viandas.

«La entrega de leche en polvo a la población infantil menor de seis años, a las embarazadas con dietas médicas y a los niños con enfermedades crónicas es una prioridad, pero hay problemas con el abastecimiento desde septiembre de 2021», cuenta Lisis.

Según reportes de la prensa oficial, las dificultades en la importación de los productos radican en la poca disponibilidad de financiamiento y de buques para la importación, así como por el impacto de las sanciones del Gobierno de EE. UU.

Lisis llegó al hogar materno por una subida de presión que puso en riesgo su embarazo. Días antes de su llegada al punto de salud de Las Margaritas había sufrido varios «descensos de azúcar» y desmayos. El dinero que dispone para su alimentación y la de su familia no le alcanza para adquirir la alimentación específica que le permite llevar su embarazo de forma estable y evitar complicaciones.

Lisis se reconoce en una situación alimentaria crítica. En algunas ocasiones trabaja cinco horas en un campo de habichuelas para recibir como pago dos libras de la legumbre. Quizá así pueda suplir algunas vitaminas que faltan en su dieta.

Amalia

Junto con Lisis también se encuentra ingresada en el hogar materno Amalia, una mujer de 36 años residente en Playa Baracoa, consejo popular costero de Bauta. Está embarazada de cinco meses y es convaleciente de la COVID-19. Por ser asmática sufrió complicaciones y estuvo en riesgo su vida. Como secuela de la COVID-19 le quedaron las defensas bajas y una infección en los riñones.

Gracias a las remesas familiares, Amalia se alimenta de manera «aceptable». Por vivir en una zona costera, que además tiene áreas de cultivo, logra acceder a algunos alimentos con menor complicación que en otras partes del municipio. Sin embargo, tuvo que buscar trabajo para aumentar sus ingresos y afrontar el desabastecimiento y los altos precios inflacionarios. A pesar de sus esfuerzos, ella no siente que su alimentación sea variada. «Solo logro comer picadillo y pollo», dice. «A veces encuentro pescado y leche, pero son muy caros y tengo que alimentar también a mi hijo de siete años».

Amalia se reconoce así misma en un estado de vulnerabilidad por estar embarazada. «Las condiciones de alimentación que permite un salario normal no son suficientes para que una persona se alimente correctamente y en un estado como el mío se necesitan más atenciones. Ni siquiera con disposición para pagar los precios del mercado negro encuentro cómo alimentarme correctamente», dice la mayabequense.

Gracias al apoyo de sus familiares en el extranjero y al esfuerzo de su esposo, Amalia ha logrado tener algunos momentos de mejor alimentación, sobre todo para recuperarse de una anemia a los dos meses de embarazo y de una descompensación de la glucosa a los cuatro meses de embarazo. Aunque considera no tener acceso a una dieta balanceada acorde a su estado de salud, siente que logra períodos esporádicos de estabilidad. En estos momentos, tiene acceso a carnes rojas como caballo y caguama, leche, frutas y vegetales abundantes y algunos suplementos vitamínicos especiales para llevar el embarazo. Pero prevé que le alcanzará para dos semanas más, a partir del momento de la entrevista.

Confiesa que vive en un estado permanente de ansiedad, pues nota que no logra alcanzar las condiciones mínimas que cree necesarias. Por otro lado, debe ocuparse de alimentar también a su hijo de siete años.

Félix

Félix es un señor de 81 años que vive junto a su hija y su yerno, en el pueblo de Bauta. Padece de diabetes e hipertensión arterial hace más de diez años.

La combinación de ambos padecimientos trae consigo un aumento considerable del riesgo a padecer los accidentes cardiovasculares que pueden ser mortales. Una estricta dieta que aporte suficientes vitaminas y evite los excesos de grasas y azúcares es clave para disminuir las vulnerabilidades.

Félix sabe de esos cuidados, pero no puede hacer mucho al respecto. Hoy su dieta depende del almuerzo en la Casa de Abuelos de Bauta y de la cena en su casa. Los alimentos de la Casa de Abuelos no le son suficientes para lograr una nutrición adecuada en su estado de salud y los ingresos de su hija tampoco alcanzan para satisfacer sus necesidades. No obstante, ha logrado mantener estable —casi siempre al límite— su presión arterial y niveles de azúcar en sangre.

La diabetes está incluida dentro de las enfermedades que requieren una dieta específica, por ello quienes la padecen reciben por la libreta de abastecimiento productos adicionales. Esto incluye una dieta de pollo mensual y un kilogramo de leche en polvo especial a la semana. Pero la actual crisis económica y alimentaria ha afectado dietas médicas especiales en frecuencia y abastecimiento.

Félix no se reconoce en un estado crítico porque sus indicadores de salud marcan un rango de estabilidad, aunque sea con los valores mínimos. No obstante, siente que necesita mejorar su dieta porque la preocupación por sus hábitos alimenticios también lo afecta emocionalmente. Hace un año sufre insomnio y necesita medicamentos para tratar su hipertensión, la cual se ha visto afectada por la impotencia que siente con todo.

Sonia

Sonia tiene 76 años y vive en Bauta, con su esposo de 78. A ella le fue diagnosticada hace seis años una neuropatía periférica, pero cree padecerla desde hace casi una década. La enfermedad es provocada por una deficiencia de vitaminas del complejo B (B1, B6, B12). Los síntomas son dolores en las extremidades que imposibilitan su correcto desarrollo motor, fatigas, sudoraciones, poca resistencia a grandes esfuerzos, entre otras limitaciones físicas. La manera de enfrentar el padecimiento es a través de la vía farmacológica o por una alimentación rica en dichas vitaminas.

Sonia se alimenta exclusivamente por la oferta de la Casa de Abuelos de Bauta. Allí paga el 80 % de su retiro y consume leche tres veces al día, carne de res dos veces al mes, y pollo y huevo al menos una vez por semana. Ella y su esposo desayunan, almuerzan, meriendan —dos veces al día— y llevan comida para cenar luego en su casa. Aunque reconoce la calidad de la comida, explica que las porciones no logran ser suficientes para influir en su alimentación. Sonia padece también de anemia y su estado actual de salud es bastante delicado como para encontrar una vía alternativa para alimentarse.

Sonia no solo tiene una dieta completamente desbalanceada y deficiente para tratarse de una anciana en su estado de salud, sino que no tiene manera de cambiar esa realidad. «Parece serte sincera, espero lo peor», confiesa con frustración. La actual situación de inflación y desabastecimiento le ha provocado crisis de ansiedad que trata con seguimiento siquiátrico.

La retórica de los medios de prensa estatales pocas veces señala la realidad crítica que viven Sonia, Amalia, Félix o Lisis. En un discurso que omite o disimula la debacle del sistema productivo, la mala gestión de los pocos recursos alimentarios disponibles y su desigual distribución en todo el país, muchas veces falsean las condiciones mínimas que el Estado mantiene como garantías de un crecimiento económico y productivo. Escondidos tras microcontextos poco representativos de la media del territorio nacional, o con estadísticas que no reflejan la verdadera inflación, la prensa oficial construye una imagen cada vez más alejada de las familias cubanas.

En esa línea discursiva, la Ley de Soberanía Alimentaria y Seguridad Alimentaria y Nutricional respalda el perfeccionamiento de una supuesta seguridad alimentaria conseguida que, en la realidad concreta, no trasciende los medios de prensa y mecanismos legales y organizativos plasmados en un papel.

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Hugo Royero Jimenez

Yo estoy viendo y viviendo todos estos problemas. que se reflejan en esta edición, que para mi son importantes. Yo voy a hacer una crítica al sistema que es muy personal y no porque yo sea apátridas ni nada de eso, la crítica es ésta. Para mi los grandes responsables de que mi patria esté en esta precaria situacion las tienen, en primer lugar, La Union Sovietica y en segundo lugar los cubanos americanos que ocupan cargos en el gobierno de E.U. Los primeros, por acomodar el país y no dejarlo luchar su subscistencia como lo hacen todos los países y los segundos, porque le han dado a los dirigentes de éste pais la mejor justificacion para poder hacer todos los inventos que se han hecho con la economía
Hugo Royero Jimenez

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