Los jabones para niños tienen una enorme demanda en tiendas especializadas de la capital, así como en hostales y casas particulares. Foto: Ismario Rodríguez Pérez
Los jabones que conquistaron La Habana
7 / enero / 2019
D’ Brujas Jabón cumplió más de cuatro años haciendo jabones a mano. Hoy esos productos son comercializados en el bazar de la Avenida del Puerto en la Habana Vieja. La licencia con la que operan es de artesanía. Sandra Aldama, su creadora, tuvo que explicar detalladamente ante el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social su proyecto: quería hacer jabones artesanales con ingredientes naturales. Además, tuvo que adquirir otro permiso –el de Productor, Elaborador y Vendedor de Artículos del Hogar– para poder ofertar objetos complementarios, como una cesta, una caja.
Su creatividad tiene que ceñirse a la poca flexibilidad en permisos del trabajo por cuenta propia en Cuba. La licencia de Elaborador de Jabón existía, pero cuando se abrió el negocio no se estaba otorgando. Pudiera ser porque los productos químicos con los que se debe trabajar no se venden en el mercado minorista. Sin embargo, eso no le preocupa a la elaboradora de jabones artesanales: “No me interesa adquirir un permiso para elaborar jabón de forma industrial, no sé hasta qué punto pudiera ser factible. Hasta ahora nos va bien con lo que tenemos, podemos innovar con la producción artesanal”.
La artesanía es la habilidad para transformar algún material de acuerdo con las posibilidades del creador, y esto viene justo a la medida, porque las mujeres (en su mayoría) que laboran en la fábrica se las ingenian para dar nuevas formas y olores a los jabones de base neutra que usan a diario.
“Esos jabones, después de derretirlos en una olla, los combinamos con ingredientes naturales como el aceite de coco, la manteca de cacao. Hemos querido innovar pero a partir de lo que está permitido. Por eso empleo la técnica de refundido que es muy antigua, hice diferentes pruebas hasta llegar al jabón de Marsella que es un jabón vegetal y permite que el ingrediente usado para enriquecer los jabones tenga efecto”, dice Sandra.
La base de jabón neutro la adquieren en la tienda estatal Habana 1791, pero la incertidumbre cuando se acaba el Savon de Maecelle Superclair agobia a Sandra. Ella no tiene el control, no sabe si a la tienda volverá a entrar el ingrediente principal para sus jabones antes de que se terminen las reservas que tiene en casa.
Miel, café, vino y romero son los ingredientes naturales más usados. Otras fragancias las adquieren en tiendas de especias. La cera de abeja la consiguen en los campos alrededor de La Habana.
“Hemos tratado de mantener una línea y que no nos falte nada”, dice la dueña, a quien la experiencia ha demostrado que basta una vez en que no haya un tipo de jabón para que todos lo quieran comprar. El costo de decirle no a los clientes puede ser muy alto.
En su empeño de aprender más, quieren acercarse a la Sociedad Botánica de Cuba en busca de consejos que permitan aprovechar oportunamente los recursos naturales y ayudar a la preservación del medio ambiente. “Quisiéramos certificar nuestro trabajo, al final realizamos productos cosméticos, pudiéramos hacer alianzas con otros productores y así crecer juntos”.
Sandra ha seguido los pasos de su abuela paterna, Ofelia Zambrano Santiesteban, quien siempre hizo cremas, jabones y champú con productos naturales. Ofelia es miembro de la Asociación Cubana de Artesanos y Artistas (ACAA) y en 1994 participó en un foro de ciencia y técnica donde ganó un premio con recetas de productos naturales. Pero en aquel momento no existía la posibilidad de otorgar licencias para elaborar productos de belleza con ingredientes naturales.
Para Sandra todavía quedan desafíos. “Dentro de las cosas que nos faltan está una huerta, nuestros propios sembrados con las plantas que más usamos, las más beneficiosas para la salud, o las más difíciles de conseguir”, dice. “No quiero que seamos mecánicos: elabora, vende, gana dinero. Hay otros detalles que queremos lograr, porque nuestra oferta no es ni mejor ni peor, sino una opción más”.
Este texto forma parte de una serie sobre emprendimiento en Cuba, realizada en colaboración con Periodismo de Barrio
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Dagoberto