Una tiene diosas que fueron personas de carne y hueso, diosas que bailaron e hicieron gozar, que nos aliviaron la tristeza de tener tanto mar por medio. Por tantas razones, Celia Cruz me pertenece.
Llegar al lugar reposan los restos de Celia no fue difícil. Una amiga de Facebook y otro amigo de la vida se encargaron de indicarnos la manera más sencilla y ágil de llegar al cementerio que la guarda.
Y nunca quise abandonarte,
te llevaba en cada paso;
y quedará mi amor,
para siempre como flor de un regazo –
por si acaso,
por si acaso no regreso.
De ella escuché hablar muy poco durante mi infancia; solo algunas veces, cuando mi madre apuntaba, con cierto pesar y entredientes, que ninguna otra había cantado como ella el tema que surgía entonces del radio de mi casa.
Celia se volvió mía cuando puse un pie más allá de El Morro. Por primera vez escuché aquel tema que quizá una buena parte de los cubanos exiliados han tarareado alguna vez en su vida.
Llegó así a cada uno de los sábados de los cuatro años que he vivido fuera de Cuba. Siempre Celia y su vida en carnaval:
Y siempre me sentí dichosa,
de haber nacido entre tus brazos.
Y aunque ya no esté,
de mi corazón te dejo un pedazo-
por si acaso,
por si acaso no regreso.
Diez años antes había reconocido su voz en la banda sonora de una película que participaba del Festival de Cine Francés. Aquella tarde, en el cine Chaplin, viendo un filme ya olvidado, mis ojos se abrieron más de lo que mis rasgos chinos permiten, evocando la sorpresa al escuchar su interpretación en sonido estereofónico. Aplaudí sin parar hasta el final de los créditos.
De vuelta al Bronx, a su última morada, si tuviera que describir el lugar donde yacen sus restos, solo podría decir: emotivo. La Celia que reposa lleva la bandera cubana y un crucifijo encima de sí, ambos detalles mucho más ligeros que el peso que cargó cuando decidió no regresar a Cuba.
Por si acaso no regreso,
yo me llevo tu bandera;
lamentando que mis ojos,
liberada no te vieran.
Ese día, el miércoles que mi pareja y yo viajamos a las afueras de Nueva York para estar cerca de ella, le pedí también que bendijera nuestro amor y a mi amada, no con rituales, sino con alegría, fiesta, con su AZÚCARRRR, aquella que por tantos años invocó.
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